Siempre me ha gustado el mar pero para contemplarlo y quedarme en tierra.
Tal vez esa sea la metáfora de éste largo viaje, viendo estaciones pasar
sin que cambien demasiado los hábitos. Parte de esto se traduce en el constante
peregrinaje que me aleja en el lugar en donde vivo pero vuelvo ahí al caer la tarde,
añorando la ruta que me llama cada mañana.
Sigo llamando casa al pueblo que aguarda a lo lejos, para divisarnos en
el horizonte entre médanos y campo.
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