Todos los lunes, a las 8:00 de la mañana me encuentro con su presencia en la oficina. Parece ser una pesadilla pero me he ido acostumbrando, tanto como al primer café.
Su reclamo es siempre el mismo, la suma que no llegó a tiempo por culpa de varios actores. No diré que no soy culpable, sin embargo tal vez llevo la peor parte por todos los eslabones de la cadena.
El último es el que debe pagar, así es como que la aparición reclama su parte. Ya sé que cuando cruce tendré una diferencia en contra en el bolsillo.
Aun así, la regla se sigue cumpliendo. El trabajo no va a casa, tal vez porque en la niebla otros espíritus vigilan.
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