lunes

Sangre y cenizas

Acto I.

El hombre fumaba sobre el atalaya instalado en uno de los extremos del pequeño poblado de mineros terran, viendo a una de las dos lunas de aquel planeta iluminar todo la planicie que se extendía ante él, mientras su gemela esa noche se encontraba ausente. 
Una de las ventajas de ese planeta era que si algún enemigo se acercaba por tierra podía ser visto desde muy lejos, ya que siempre la luz de una de las dos hermanas estaba presente.
Recordó como sus abuelos le contaron sobre un lugar lejano llamado Tierra, el que sólo tenía una luna y no debía ser muy luminoso pensó, mientras lanzaba una bocanada al aire.

Nada que hacer en esta noche tan apacible excepto recordar viejas épocas en las que desembarcaba con sus camaradas de algunas de esas latas de sardinas, llamadas naves de transporte, para vérselas cara a cara con el enjambre zerg y contemplar como caían frente a él pulverizados por las balas de su viejo rifle o por el fuego de algunos de sus camaradas “murciélagos”.
Todo ello había quedado atrás hacia más de diez años y ahora era un mercenario al servicio de alguna compañía que tenía los derechos de la explotación para extraer minerales y gas, suministrándolos a las flotas a cambio del precio que fijaba su nada ilustre soberano Arcturus Mengsk.

El viento trajo un murmullo desde algún lugar del desolado páramo que se extendía allá afuera y por un momento creyó ver algo moviéndose entre aquellas sombras tenues; quizá era algunos de los reptiles que moraban sobre las arenas del desierto esperando que algún incauto cayera en sus garras para devorarlos.
Muchos compañeros habían perecido así mientras se replegaban al ser abandonados a su suerte por el alto mando terran; no sabía a quién odiaba más, si al francés o al ruso, desde el día en el que el crucero de batalla se elevó por los cielos, dejándolos.

Vio como la luna ausente parecía emitir pequeños destellos en su superficie y por un instante le vino el recuerdo de las luciérnagas que él y sus hermanos perseguían en las noches de verano, alguna vez hacía demasiado tiempo.
Parecía ser que los recuerdos querían volver y la cara de la luna ausente ésa noche, seguía emitiendo esos chispazos; se preguntó si sería alguna lluvia de meteoritos que se dirigía a barrer alguno de los desolados planetas de alrededor.
Siempre y cuando no se les fuera a dar por cambiar de rumbo y terminar cayendo sobre ellos antes de que los trabajadores pudieran completar el drenaje de recursos de esa roca y finalmente se fueran para cobrar la paga.

El sueldo del soldado era poco, el del guardia de seguridad muy inferior y ni siquiera tenía una armadura decente o municiones extras para su viejo rifle de asalto; los centavos que cobraba le alcanzaban para subsistir y nada más.
Después oía a los esbirros de Mengsk hablar de igualdad social y de cómo los rebeldes querían someter a los ciudadanos del Dominio Terran; si mal no recordaba ellos eran los que habían comenzado siendo subversivos y luego al tomar el poder se transformaron en algo peor que lo anterior.

Los destellos en el cielo aumentaron y entonces una explosión le hizo perder el cigarrillo al tiempo de que su mano se cerraba sobre el gastado fusil de asalto; esas no eran luciérnagas ni meteoritos, algo acababa de explotar allá arriba y comenzaba a caer.
Saltó de su puesto de guardia y cayó en el medio del enorme patio en donde los trabajadores dejaban sus pesadas máquinas de extracción; cubrió a grandes zancadas el espacio que lo separaba del botón de la alarma y de un golpe la accionó.

Acto II.

El jefe de las unidades de trabajo lo miró fijamente mientras él le daba su reporte; enarcó una ceja y entonces surgió la pregunta:
_ ¿Acaso usaste de nuevo los estimulantes que les daban para ir a la guerra? dijo en tono severo su interlocutor.
El vigía balbuceó una respuesta dado que entre la corrida, los recuerdos de esa noche y las explosiones en el cielo, estaba un tanto fuera de la calma que tenía habitualmente.
_ ¿No tienes nada mejor que hacer? inquirió de nuevo su jefe, vuelve a tu puesto y lo que sea que hayas estado bebiendo déjalo de una buena vez.

La pesada puerta automática se cerró detrás de su superior y él volvió a la realidad, necesitaba un cigarrillo y luego ordenar sus ideas mientras regresaba al atalaya.
La torre era su mundo, los demás la pasaban desinteresados y casi nadie cruzaba palabras con el pese a que los protegía cuando dormían; subió por la vieja escalera cargando en sus hombros el fusil.
Parecía ser que la noche y él eran sus únicos compañeros en medio de ése mundo solitario; tomó los viejos binoculares que rescatara de la batalla en la que pelearon contra todo, incluso el abandono, para que sólo quedara vivo entre los camaradas de su unidad.
Oteó el horizonte en busca de alguna señal, para encontrar la misma calma de todas las noches anteriores como si nunca hubiera visto ese fuego en el cielo; suspiró,  sacó un cigarrillo del bolsillo desgastado y entonces una cortina de fuego se elevó al cielo marcándole que lo que había visto no era un sueño.

Hartó de la inacción y el desinterés de sus eventuales compañeros de viaje decidió ir a explorar mientras aún era de noche, ya que nunca notarían que se había ido; descendió por la escalera e ingresó el código del enorme portón, que se abrió sin emitir un solo sonido.
Comenzó a trotar hacia donde había visto la cortina de humo y pronto se internó en el terreno que tantas veces había explorado de día, para sólo encontrar rocas y al viento aullando en la arena.
Ascendió y descendió por las colinas de arena cada vez más fatigado pero sin soltar el fusil y finalmente tras una hora de moverse como podía, dio con la nave; la reconoció inmediatamente, un transporte protoss que ahora era un pedazo de chatarra esparcida sobre el terreno arenoso y devorada por las llamas casi en su totalidad.
No encontró huellas que le indicarán que alguien había sobrevivido, luego de darle vueltas al asunto se percató de su error: se había expuesto a la luz de las llamas y podía haberle delatado a algún enemigo su posición.

Una cuchilla láser apareció de la nada apuntando a su garganta, mientras el rifle se iba a al suelo producto del terror que se apoderó de él; un fanático protoss plantándole batalla luego de tanto tiempo, en ese pedazo de roca y arena que parecía haber sido ignoradas por todo el mundo, no sólo por sus hermanos terran.

El guerrero protoss lo observó sin que pudiera saber si su rostro expresaba ira o simple desprecio por un enemigo como él, pero al cabo de un rato la cuchilla desapareció pudiendo respirar sin dificultades.
Comenzó a alejarse de su atemorizado enemigo y se detuvo sobre una de las estribaciones para darse vuelta y señalarle al soldado el lugar en donde estaba el asentamiento terran; luego se perdió de vista mientras el soldado tomaba el rifle y se iba detrás de su inesperado visitante.

Acto III.

Encontró al fanático protoss frente a las ruinas de lo que alguna vez llamó hogar; la pesada puerta de metal había sido doblada como si un gigante hubiera pasado por allí.
Adentro vio sólo destrucción, sangre y cenizas por todas partes, un huracán había borrado la base terran de un manotazo.
El guerrero protoss se dirigió hacia el lado sur del poblado siguiendo las marcas de garras que descubrió yendo hacia ese lugar, mientras el soldado irrumpía en lo que había sido la habitación de su jefe.
Lo encontró a medio vestir blandiendo un pesado rifle, un modelo más nuevo que el que utilizaba en sus épocas de soldado, que nunca llegó a disparar por lo visto; un agujero en una de las paredes de metal le indicaban que algo la había corroído permitiéndole entrar a los atacantes y llevar a cabo su macabro festín.

Revisó el lugar encontrando una armadura de combate y unas cuantas cajas de municiones; se calzó el traje que le resultó muy liviano al lado de cómo recordaba que era.
Cargó sus escasas pertenencias: el viejo gauss, sus cigarrillos, un hacha de dos cabezas heredara de sus ancestros; tomó uno de los rifles nuevos, unas cuantas rondas de municiones y activo el contador al costado del arma. 
Dejó atrás el edificio siguiendo el rastro que dejará su inesperado visitante protoss; se movió entre la arena rápidamente, el traje era sorpresivamente liviano como si no lo llevara puesto y no una molestia como los anteriores modelos.

El fanático protoss lo aguardaba en silencio y al llegar le señaló el camino que debían seguir; los dos se movieron en la noche iluminada ahora por las lunas, en búsqueda de un enemigo en común.

El viejo rifle recibió el reflejo de la luz de plata iluminando el símbolo de la unidad a la que perteneció el guerrero terran: los lobos de la escarcha; sólo él quedaba para recordar a sus hermanos caídos.
Las dunas dieron paso a un claro, el guerrero protoss se detuvo de improviso viendo más allá de la oscuridad que rodeaba aquel lugar.
_ Están allí le dijo sorpresivamente en la lengua que utilizaban los terran, son demasiados pero debemos cobrarnos la ofensa que cometieron.

El soldado terran levantó su fusil de asalto en señal de estar de acuerdo, si había de caer allí sería de esa forma y no esperando volverse viejo.
Era el único que quedaba para salvar el honor de sus compañeros y de los lobos de la escarcha; se cargaría algunos zergs y los marcaría en su fusil para que al llegar al otro lado el bardo estuviera contento, o al menos ésa era su creencia.

El fanático protoss arremetió buscando a su enemigo en la oscuridad, unos seres pequeños semejantes a un perro pero mucho más ágiles le salieron a su encuentro probando las cuchillas láser que el guerrero blandía con mortal precisión; un grupo de estos zerlings trataron de rodearlo pero recibieron el fuego del fusil terran.
El guerrero terran sintió como sus manos manejaban el rifle como si fueran una extensión de ellas, disparando de izquierda a derecha para seguir batiendo a los seres que se alzaban ante ellos.

Espalda contra espalda, cuchillas y balas despedazando a los zergs; otra ronda más y el contador seguía en cuenta regresiva, mientras los enemigos se deshacían a sus pies.
Cuando las municiones se le terminaron usó el arma como si fuera un garrote para deshacerse del siguiente rival; cuando lo perdió en el medio del combate tomó su viejo fusil y accionó el gatillo: era como si nunca hubiera dejado de usarlo, sus balas llevaban la muerte hacia todo lo que se ponía en su radio de fuego.

Se detuvo jadeando con el martilleo del arma retumbando en su cabeza y vio al fanático protoss rodeado de enemigos caídos observándolo.
Hizo un fuego lejos del lugar de la matanza depositando el viejo rifle a un costado suyo, mientras su compañero se sentaba cerca de las llamas.

_ El fuego de Aiur es azulado, el de aquí es de color rojo ¿tal vez es por su naturaleza violenta? pregunto el guerrero protoss.
_ No todos somos iguales respondió el soldado terran, después de todo tú deberías saberlo tras andar de aquí para allá combatiendo a esos monstruos.
_ Ellos invadieron mi hogar, me vi forzado a dejar todo mi mundo reducido a cenizas y desde entonces los he estado cazando dijo el fanático.
_ Yo me he visto envuelto en esta guerra sin pedirlo ni quererlo, cuando pude alejarme lo hice y no miré atrás respondió el soldado.
_ Eso pasa porque tú no tienes un hogar que defender o no has visto a tus hermanos caer ante éste enjambre, manifestó el guerrero protoss.
_ Mis hermanos eran estos dijo el soldado terran mostrando el rifle y el símbolo del lobo estampado. Nos abandonaron los nuestros en una roca perdida en el espacio y sólo yo sobreviví para ser testigo de la traición.
_ Entonces tú también has sufrido la pérdida de tus camaradas, sabes lo que es el dolor por los que se han ido y lo transformas en una ira que solo se calmara cuando los responsables hayan pagado por ello.
_ Eso nos hace hermanos en éste viaje, tú buscas vengar a los tuyos, yo busco volver a encontrar al guerrero que deje en ese desierto junto a mis camaradas caídos.
_ Pero jamás vi a un terran pelear con tanto fervor como esta noche, tal vez ya te has encontrado contigo mismo y estás listo para emprender el viaje una vez más.

El soldado terran no respondió enseguida, el fusil descansaba sobre su hombro derecho; al cabo de un instante musitó:
_ Mi nombre es Eric Leifsson, mis ancestros provienen de un lugar olvidado llamado Tierra, he renacido está noche para cobrarme las ofensas cometidas.
_ Mi nombre no tiene traducción en tu lengua dijo el guerrero protoss, pero puedes llamarme Fénix. Tal era el nombre con el que uno de tus camaradas se dirigía hacia mi padre, héroe de Aiur y defensor protoss.
La noche se iba cuando los dos descendieron entre las dunas para continuar siguiendo el rastro de los invasores zergs; encontraron un poso de agua y Eric llenó las cantimploras que cargaba en su traje.
Sabía que más adelante había otro puesto terran pero al igual que aquel que habían dejado atrás lo encontró desolado y destruido; una exploración del sitio le permitió hacerse de municiones para su vieja arma y algunas provisiones.
El enjambre había pasado rumbó hacia el sur y hacia allí se dirigieron los dos, mientras el viento cálido borraba las huellas sobre la arena.

Acto IV.

Una emboscada, Eric se percató tarde de que los zergs que formaban la retaguardia habían sido masacrado por Fénix y por él; alguien sentiría su ausencia y esta vez estarían preparados.
Sintió como el suelo cedía bajo su peso, la maldición de su camarada protoss le sonó lejana cuando comenzó a caer y el arma de alguna forma se disparó matando a cuanto zerling saliera de esa ratonera.
Trepó de nuevo hacia la superficie encontrando a Fénix enfrentando al resto de los zergs y vio el tendal de cuerpos que ya lo rodeaba sumando su fuego a las espadas láser de su hermano, formando un solo guerrero que abatía enemigos.

Entonces cuando el último enemigo cayó un grito desgarró el cielo y en lo alto de una de las dunas aparecieron seres más grandes que los anteriores, que parecían reptar sobre la superficie arenosa.
_ Hidráliscos jadeó Fénix, son la cabeza de éste enjambre de carroñeros.

Eric observó el contador de su fusil, recubierto de un líquido violeta producto de la reciente contienda y se dio cuenta de que no tenía suficientes balas para enfrentarse a las tres criaturas.
Aun así siguió a Fénix cuando éste se movió hacia ellas y esperó hasta último momento para jalar del gatillo dando por tierra con una de esas hidras de pesadilla; el fanático protoss cegó la vida del segundo y entonces sólo quedó uno de ellos.
Éste pareció inflarse y hacerse más grande cuando Fénix arremetió contra el recibiendo una descarga de ácido que dio por tierra con el valeroso guerrero; Eric disparó el rifle de asalto, dándole en el pecho y viendo como el líquido comenzaba a brotar de él.

Herido y todo como estaba el hidrálisco seguía siendo peligroso, las balas del rifle se habían terminado y entonces recordó que entre las cosas que llevaba estaba la vieja hacha de dos cabezas herencia de algunos de sus ancestros.
Siempre la colgaba en su espalda en la batalla y hasta ahora le había dado suerte; dejó caer el arma y descolgó de su espalda la vieja reliquia.
El hidrálisco se irguió ante el en toda su majestuosidad y comenzó a mover sus afilados miembros tratando de darle, Eric rodó por tierra fuera del alcance de su enemigo esperando la oportunidad para golpear.

El reptil se movía como una pesadilla mientras el terran esquivaba los golpes y en eso uno de los brazos se clavó en el suelo dándole a Eric la oportunidad de asestar un golpe, cercenando el miembro expuesto.
El gritó que escapó de la garganta lastimada de aquel ser se expandió por todo el campo de batalla como una cacofonía y entonces golpeó al soldado terran con la extremidad intacta.
El hacha voló lejos de Eric quien vio venir la muerte bajo la forma de una sombra demencial y entonces el hidrálisco lanzó un gritó, que se fue ahogando a medida que las espadas láser de Fénix se llevaban su vida.

Los dos guerreros quedaron tirados en el campo de batalla, demasiados extenuados para poder levantarse y así llegó la noche; las dos gemelas surcaron el cielo esta vez y en sueños, o le pareció que eran, Eric vislumbró una senda de plata y sintió que su cuerpo era ligero, como si flotara perdiendo la conciencia con el mundo.

Vio el puente de piedra y al bardo esperándolo al otro lado, sintió la nieve blanca debajo de sus pies y la pesada hacha colgándole en la espalda; entonces la escena se borró mientras el volvía en sí y se encontraba en una nave terran.

Fénix apareció ante él sin rastros de la herida que había recibido en el enfrentamiento con las hidras, algo de un escudo que curaba según entendió Eric aún aturdido.
Al lado de su hermano de batalla surgió otra figura que portaba una gruesa capa negra y un soldado terran recubierto de cicatrices.
_ Estamos entre amigos dijo Fénix, ahora puedes descansar mientras nos dirigimos hacia mi planeta natal a apoyar a nuestros camaradas que pelean por reconquistar el sector que aún los zergs dominan. Después de todo parece ser que te transformaras en un trotamundos igual que nosotros.
_ ¿Y los enemigos a los que nos enfrentamos? inquirió Eric.
_ Fueron derrotados todos, el planeta irradiado por la flota protoss segundos después de que nos rescataran nuestros camaradas respondió Fénix.
_ ¿Y supongo que no tiene un cigarrillo? preguntó Eric.
_ No dijo Fénix, pero si rescaté tu fúsil y esa otra arma que usaste con el último hidrálisco. Supongo que tus hermanos se sentirán orgullosos que aun cargues el escudo de la bestia en él dijo el fanático, refiriéndose al símbolo del lobo que el arma llevaba impreso.

Eric se levantó de la litera en la que había permanecido según lo que le contó Fénix por un par de días y se sintió rejuvenecido; el viejo soldado cansado había quedado entre las cenizas y la sangre del planeta que abandonaron.
El nuevo guerrero honraría a sus ancestros y a sus hermanos de armas hasta que llegara la hora de reunirse con ellos; entonces el bardo sobre el puente lo dejaría entrar a los salones de acero.
Fénix comenzó a nombrarle las constelaciones que iban quedando atrás, las estrellas, planetas y las historias de las batallas vividas por él y por su padre antes, cuando recién los protoss enfrentaron a los zergs.

Acto V.

Los motores del crucero de batalla emitían unos destellos en el frío espacio, dejando una estela en medio de la noche eterna mientras se dirigían hacia Aiur.
Llenó su vaso de whisky una vez más, el anterior comandante de la nave tenía una buena provisión de éste y de cigarrillos; a él le gustaba beber y fumar mientras veía las horas pasar en una atmosfera enviciada, llena de humo y de recuerdos.
Su compañero de viaje agitó la capa negra y musitó:
_ Esto se está convirtiendo en un bastión de refugiados, si mal no recuerdo fui yo el que comenzó todo.
_ Así es viejo amigo dijo el humano, tú y Fénix tienen la culpa de todo ello. Parece ser que ese mal es hereditario, el hijo es igual que el padre. Anda de planeta en planeta salvando cuanta vida puede y trayéndola a nuestra causa.
_ Deberías beber menos Raynor, contestó Zeratul, el pasado debe quedarse en dónde está y vivir el presente.
_ El pasado es el presente que se nos fue respondió Raynor, pero por lo menos se ve más prometedor que hace unos años. Por lo menos podemos usarlo para no cometer los mismos errores que antaño.
_ Déjala ir viejo amigo, ella ya no existe, lo que queda es un ser que nos traerá destrucción y penas dijo Zeratul sin quitar la vista del espacio exterior añorando la tierra sombría de Shakuras.
_ No se trata de beber, sino de cómo lo haces, recordando a los que se han ido y brindando por la salud de los que tienes a tu lado respondió Raynor soltando una carcajada.

Lanzó una bocanada al aire y por un instante vislumbró un rostro de mujer en la superficie del vaso; de un trago lo dejó vació y se dijo que era hora de discutir con el templario oscuro los planes de ataque para recuperar Aiur.

Nota: la historia está basada en el juego de estrategia Starcraft, creado por Blizzard; los personajes Zeratul, Fénix, Raynor, Arcturus Mengsk y las unidades mencionadas (soldado terran, murciélago, fanático protoss, nave de transporte y crucero de batalla) son obra de Blizzard.

La referencia al abandono sufrido por el personaje del cuento a manos de sus superiores, está tomada de la secuencia de video que se ve al comienzo de la expansión del mismo juego.

Shakuras es el mundo de los templarios oscuros protoss y es una creación de Blizzard; la referencia a la mujer es del personaje Sarah Kerrigan, héroe de los terran y a la postre reina de los zergs.

Todos los derechos pertenecen a Blizzard, excepto esta historia que es producto de nuestra imaginación y pasión por uno de los mejores juegos de estrategia de la historia.

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