La Tierra no era sino un recuerdo perdido en el vacío, un oasis que se había convertido en una roca seca por la explotación del humano, varios siglos atrás, forzándolos a partir en busca de otros planetas.
Sus naves se dispersaron por el universo dejando al sol lejos, perdiéndose como un faro conocido y en cada lugar que encontraron la depredación fue la misma, extraer los recursos y rellenar aquellos mundos con sus desechos.
Cada nueva galaxia reciba el mismo trato, las naves con los trabajadores descendían levantando las enormes factorías en torno a los yacimientos.
Carbón, oro, petróleo, incluso agua, eran periódicamente enviados hacia la fortaleza voladora que albergaba a las clases más pudientes.
Una parte de los recursos se destinaba a las naves de batalla y el resto a los colonos quienes hacían todo el trabajo, sus hijos lo continuaban. Eran abandonados en los planetas y cada tanto los de arriba enviaban a los colectores de recursos, cuando el mundo les daba todo lo que podía lo abandonaban siguiendo con la depredación hacia el infinito.
Las revueltas de los colonos eran acalladas con el envío de tropas o apretando un botón irradiando el lugar, dejando sólo arena. Por siglos las cosas fueron así hasta que una tripulación de colonos fue enviada a un planeta extrañamente azul y familiar. Cada población extraía un tipo de recurso, el lugar era cercado con enormes vallas y electricidad.
Mensualmente los soldados bajaban trayendo cazadores y recolectores de alimentos para surtir las reservas de la fortaleza. Ignoraban por completo a los colonos pero se servían de ellos para hacer más cómoda su estadía, los abusos eran moneda corriente en cada lugar.
El nuevo mundo ofrecía de todo tipo de cosas: ríos, lagos, selvas, bosques en donde aprovisionarse. Los nobles se conformaban con tener lo suficiente para ellos, lo demás eran las sobras para el ejército y la plebe.
La primera señal de alarma la tuvieron al encontrar una de las estaciones con las enormes alambradas destruidas, señales de lucha por doquier, restos de palos y piedras, sangre por todos lados; sólo cuerpos destrozados, ningún sobreviviente.
Los rastros de varios seres se dirigían hacia el norte, los soldados se desplegaron por la región dando con una caverna y atacando a las bestias mientras dormían; un ataque letal para masacrarlas. Deberían mantener vigilada la base, reparar la cerca y esperar que el siguiente grupo de colonos llegara.
Sin embargo la historia no acabó ahí, en el resto de las fábricas se repitió la misma historia; el ejército llegaba y encontraba un cuadro desolador, nadie a la vista en aquel paraíso infernal.
Los combates fueron el nuevo capítulo, cada grupo de defensa fue atacado simultáneamente obligando a la flota a enviar refuerzos a distintos puntos del planeta.
Primero no eran más que primates armados con garrotes y piedras, luego los agresores eran seres iguales a los humanos usando lanzas con puntas de metal; aun así, los defensores los rechazaron. La tercera oleada utilizaba espadas de acero y armas de asedio que llenaron el cielo de bolas de fuego, dañando las estructuras de las bases.
Por cada enemigo abatido uno nuevo tomaba su lugar, al principio la superioridad tecnológica favoreció a los humanos pero luego los atacantes surgían con mejores armas. Las naves de caza de la flota debieron descender al planeta a proteger los recursos, pronto los enemigos desarrollaron armas antiaéreas para destruirlas.
La fortaleza poseía los recursos almacenados de cientos de planetas, por cada nave que perdían otra la sustituía; los reclutas venían de la plebe, siendo convertidos en tropa de asalto. La guerra se prolongó demasiado hasta que la destrucción de la maquinaria vino desde adentro.
Una de las naves que transportaba a los colonos y que era su hogar, aprovechó la falta de soldados en la fortaleza, los años de opulencia habían tornado confiados a los nobles. Los colonos tomaron el arsenal masacrando a los pudientes y como una plaga se hicieron con el control de la fortaleza, la que quedó a la deriva mientras las naves menores se dirigían al siguiente mundo para iniciar una nueva era.
Pronto el ejército se vio rodeado en el planeta azul, al final los atacantes tenían una tecnología casi igual y su número era superior, hasta que vencieron. Sólo una sombra opacó aquel día de victoria cuando la nave madre cayó desde el cielo creando una enorme explosión y cubriendo el cielo de polvo, barriendo la superficie del planeta, quemándolo casi en su totalidad.
Sin embargo dos personas sobrevivieron, un hombre y una mujer en un pequeño oasis. El sol surgió para ellos, la tierra curó sus heridas, sus hijos poblaron éste nuevo hogar y cada noche el anciano cuenta la misma historia.
El día en el que el fuego cubrió el cielo y un nuevo amanecer comenzó para todos mientras las demás naves se perdían en el infinito para ser olvidadas con el paso del tiempo.
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