Descendió y sus pasos resonaron
sobre la calzada, mientras
se dirigía de regreso a su casa
tras una larga jornada.
Cruzó las casas conocidas del vecindario
y la luna resplandeció en el cielo
por última vez en la noche.
Una densa niebla recubrió las calles
que dejaba atrás, mientras gruesas nubes
formaban una cortina que hizo
más oscura aquella noche.
Primero fueron susurros lo que oyó,
luego voces salidas de la nada
y entonces sintió que no estaba sola.
La luna emergió en un claro en el cielo,
pero era roja en ese momento
y ella aceleró el paso mientras
el corazón era un tambor,
resonando en lo profundo.
Llegó a la calle en donde había pasado
las tardes de su infancia jugando
y echó a correr hacia la vieja casa.
Atravesó el jardín jadeando,
con el miedo cubriendo todo su ser
y la puerta rechinó cuando la abrió
para cerrarla tras de sí recostándose
contra ella en la seguridad del hogar.
Entonces al dar un paso hacia delante,
un grito se le escapó de la garganta
al sentir que caía en un abismo.
Luego el silencio reinó mientras
la niebla desaparecía despejándose el cielo
y la luna plateada recuperaba su control sobre él.
Donde debía estar la casa sólo había desolación
y en medio de ella una voz más se unió
a las otras en esa noche.
Y la bestia aulló quebrando la calma,
desatada al fin.
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