I) Comenzando.
Hoy he decidido no tener miedo
¿o acaso los leprosos lo tuvieron alguna vez?,
navegando en un mar de misterio
rumbo a un horizonte infinito,
todo lo demás queda atrás
borrado en la estela,
siguiendo las luces en el firmamento.
II) Canción de batalla.
Bajo las montañas forjamos nuestro metal,
para que resplandezca en la oleada que se
desata a la luz de la luna.
Hermanados, un solo puño asestara
el golpe y gritaremos victoria.
Nos desprenderemos de las cuatro esquinas
del manto, para traer sobre vosotros
una venganza llamada acero.
III) Buenos días.
Buenos días a ti que ya no estás aquí,
que andas por ahí hurgando entre
las cenizas de la noche anterior
como si las cosas fueran a cambiar
Buenos días a la niña que dejaste atrás,
cambiándola por esta mujer pétrea
y sin recuerdos recientes.
Buenos días mi hermana,
bienvenida al páramo en
donde los sueños se rompen
ante esos ojos fríos.
Bienvenida,
toma tu lugar junto al fuego
que no calienta pero alumbra
cada rincón de esta noche tenebrosa.
IV) Bogado.
Vengo del fango,
nacido y criado
a la orilla del mar
en el que pules el bronceado
que luces en la pasarela
llena de expedientes.
No son historias de vida,
son ganancias, sólo números
y eso nos convierte en el
cáncer de esta sociedad.
Un café en la mañana,
el ejército de trajes avanza
y es hora de quedarnos con algo,
es la ley, es la excusa,
sin almas y sin conciencias
que nos detengan.
V) Conflictos eternos.
Y es que mi vida siempre ha sido una batalla,
no he necesitado que suenen los cuernos en la
lejanía para darme cuenta de que la cacería ha comenzado.
Siento en lo profundo un tambor de castigo
que comienza a resonar ominoso,
aún antes de que la tormenta llegue.
Con cada cambio de la marea del destino
noto como los que antes eran aliados
ahora están del otro lado,
o tal vez me he quedado solo con mi alma
en la orilla opuesta de la estigia.
Cada amanecer la oleada se renueva
como el mar carga de nuevo sobre la orilla,
en un conflicto que no tiene fin ni vencedor.
VI) Cartas jugadas.
La dama ha llegado
poniéndole fin a la discusión,
convirtiéndolo todo en algo banal
y dejando sólo ausencia.
Hemos jugado una mano,
no hay estrategia que sirva
cuando sólo te tocan espadas
y ella esboza una sonrisa,
más una mueca que una señal
de alegría en ese frío rostro.
El sol detrás nuestro parece
haber sido eclipsado,
mientras sobre la mesa
la suerte yace echada.
VII) De la calle.
Yo soy de la raza de la calle,
caminando senderos de adoquines
bajo el sol de la mañana
y dejando que la marea me lleve.
No necesito planear mi futuro
como hacen los otros,
una casa, varias cuentas y ese
horario asesino que todo lo quita.
La calle es mi hogar,
el firmamento el techo
que siempre he tenido
y el atardecer en el océano
el único pedazo de gloria
que he querido.
VIII)
La virtud lo acompañó hasta que excedió el límite
y se fue desviando del camino poco a poco.
Cien soles pasaron sobre su cabeza,
las muertes santas lo marcaron
y se encontró deambulando
de la noche a la mañana.
Dejó de orar y pedir perdón,
su espada se volvió una flama
al servicio del mejor postor.
En los monasterios resonaron las palabras,
votos de pobreza y castidad.
El desoyó todo lo aprendido,
gastando el oro conseguido
en burdeles y cerveza rancia.
Hizo suyo el patio de los cerdos,
afiló la espada hasta que ya no quedó
metal que reluciera y su leyenda se apagó
como las vidas de los que juró proteger.
Matando las horas en lugar de a los infieles,
licor barato y placeres paganos
colmaron los despojos de su vida.
De guerrero santo a mercenario,
purgándolo todo en las existencias segadas
por una orden divina de los poderes de la tierra.
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