Los minutos pasaban, las horas se hacían eternas
y en un mundo de fantasía nos sumergíamos
todos los sábados, a las dos de la tarde.
La esquina aguardaba impaciente a que llegáramos
y entonces podíamos ser lo que quisiéramos,
todo lo demás quedaba postergado ahí afuera
mientras la tarde se escurría.
Un orco, un elfo y el hijo del martillo unidos,
correteando por esa tierra plagada de aventuras
y maravillas, la excusa para olvidarnos
de la facultad o del laburo.
Nuestra amistad ha sobrevivido a todos estos años,
mientras otras se han ido o quizá nunca fueron
realmente amistades.
Por eso nos volvemos a ver, aunque jugar sea
sólo la excusa, lo hermoso es que el lazo sigue
imperecedero como la llama de Anor, para que todos
esos sábados sean traídos de regreso por la brisa suave
que da contra la escollera de la Ciudad de Plata,
que parece desdibujarse tras la niebla que surge del mar.
R.C.F.: la sigla (acrónimo) de Romero, Carrara y Fiori. ¡Éste es un equipo!.
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