viernes

Máscara de muerte

Cáncer: ya te he desmitificado con sólo nombrarte lo cual es algo que la mayoría no hace pretendiendo con el eufemismo evadir el tema, como si la lluvia pudiera ser detenida por llamarla garúa. Desde las profundidades nos acechas presente en cada uno de esos momentos que son como muescas a la que luego se las tacha indicando que tu turno llegó, ahí sale la pudrición a la superficie espantando hasta a aquellos que no creen en nada en esta época de falsos ídolos que son tan de barro como la mayoría, al final queda uno y su alma si realmente consagra su vida a esa creencia más allá de que los carentes de la misma vengan como una turba a fastidiar el momento de revelación. Las legiones crustáceas se han soltado por el organismo machacando cualquier señal de pureza tornándola en un pantano putrefacto, el cangrejal de las enfermedades encuentra su lugar fuera de los relatos folclóricos riéndose de la poca sabiduría de quienes han de combatirlo. Trabas de por medio como si realmente quisieran liberar al espíritu pero únicamente son los burócratas de siempre pidiendo que todos los sellos de calidad estén en su lugar, la sala de espera se colma de seres que corrieron en su plenitud por las playas lejanas y ahora han de venir a atascarse en estos pisos de mármol que equivalen a un trato diferencial, previo pago de una suma mayor que la exigida por el barquero. Viene el formulario, la conversión de mi humanidad en un sujeto de pruebas para ver luego de un tiempo si ha dado resultado o toca probar con alguna variante más ofensiva, pero el cuerpo lo pone uno. Por más avances sigue estando el sujeto solitario encima de una plancha de acero que sirve de preludio a las posibilidades altas de continuar el recorrido en otra parte, sin tanto boludo cerca que sería el consuelo que lo puedo encontrar a la ausencia anticipada. Yace un extremo de la mesa vacío por primera vez en mi vida, los recuerdos se agolpan empujando como en ese salón repleto intentando que alguien les permita la entrada cosa de marcar que hemos existido. Es la zona que el desgraciado ese no puede manchar, se ha dado de bruces contra el muro invisible de la memoria y tenido que correr atormentado por los susurros de aquellos a los que ha matado, de vuelta al oscuro agujero del que espero no regrese porque pese a su supuesta mala fama sigue sin poder quitarnos el fragmento del alma que nos dejaste con tu paso por nuestras tardes vivas. 

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