La peor de todas es la que presenta líneas en su cuerpo, por lo general son dos aunque a veces hay alguna extra aguardando a que confiados pisemos encima de ella buscando refugio de las superficies resbaladizas cuando la lluvia ha caído por un buen rato. Entonces viene el catapultazo, ni bien el gigante apoya todo su peso de ese pie deseando que no haya ninguna mina hídrica en medio de la jungla de asfalto que tendrá por iluso un caído más en sus filas. Luego el insulto al aire, el frío empieza a sentirse en las extremidades inferiores que por andar al ras del suelo no conocen de los problemas que azotan a las altas esferas en eso de tener la cabeza en cualquier lado. Todo impregnado de un olor fétido, del rencor guardado por un cuadrado cuya argamasa se ha vuelto polvo dejando entonces de pertenecer al conjunto y así volverse un paria entre los propios por eso de no estar al tanto de las vibraciones que le llegan al conjunto. La noche ha caído sin que realmente le importe, ella que supo ser la pieza nueva por reemplazo de otra que ocupó el lugar ahora empieza a agrietarse tornándose vetusta con la pérdida de sus memorias más preciadas. La belleza es la primera que se va, alejándose loma arriba buscando algún mármol en el que sentirse reflejada para sentarse viendo el brillo nuevo producto del sacrificio de un par de manos repletas de batallas y de trastos con los que logra estar cerca de la luminosidad del sol. Después vendrá el abandono de las hijas hechas a su imagen, quienes partirán en direcciones diversas llenando el mundo de silencio pese a que el lazo sigue ahí en cada uno de los átomos que componen la masa que ahora se desgrana culminando con la remoción. Entonces el rejunte de fragmentos de historias a un costado, apiladas en contenedores con pedazos de basura, cables que alguna vez condujeron la luz al extremo sobre una mesa abandonada en un rincón plagado de telarañas y vacíos que esperan ser removidos con la presencia cruzando el umbral. De corolario la tierra encima de todos esos restos, el mundo que sigue haciendo que avanza pero en realidad repite los mismos errores del pasado con versiones que cree son nuevas por el hecho de que las generaciones envejecen siendo reemplazadas por otras que carecen de esas memorias. A un lado del camino ha servido de relleno de una de las tantas depresiones que han de ser niveladas, desmembrada por la maza que machaca sin piedad para luego enviarla a las sombras sintiendo el cobijo de las raíces por un rato hasta que se percata que arriba sólo queda el tocón que será igualmente removido. Adiós a la esperanza una vez que los dientes de la maquinaria se llevan ese último foco de resistencia, encima echarán la carpeta para cubrirla con alfombras que recibirán los pasos de los dignatarios que ni se dignan a mirar al resto fuera de ese sueño. Sus imágenes pasan sin prisa por entre los corredores que resplandecen impolutos doblando la esquina para que un ejército de esclavos se dedique a repasar los espejos de piedra, un tanto semejantes a los que adornan los sepulcros en la colina que se eleva por sobre la ciudad. En otro tramo de la escena será desenterrada la piedra por la acción del tiempo, puesta al alcance de un par de críos que la patearán directo a la laguna que se ha formado después de un derrumbe que terminó con el castillo y el ascenso de su propietario dejando el llano desierto por la huida de los cercanos que bien lejos se han ido al terminarse la jarana. Regreso de cada uno a ocupar el lugar que les corresponde, polvo entre los guijarros que el río guarda marcando cada ciertos momentos las barbaridades que tiene que presenciar como un informe que en forma póstuma le enviará al océano.
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