Hubo un tiempo en el que la
libertad se extendía por detrás del sol ganándole siempre la carrera cuando se
ponían a competir, yendo a encontrarme con ella en cualquier esquina sonriendo
mientras uno seguía su viaje a una de esas tantas ocupaciones que conforman el
repertorio de todos esos individuos sindicados como meros contribuyentes. Los
mismos a los que han metido detrás de las rejas aunque estas tengan la forma
del hogar con esa habitación que obra de celda aunque la posibilidad de ir
hacia la ventana sigue disponible, hasta que nos digan que no se puede hacer
eso y el cerco del otro lado se traslade hasta acá como prueba material de lo
que significa estar prisionero. El sol detrás de los barrotes, pero del lado de
afuera, se burla de su dignísima que ha quedado con los grilletes bien
apretados en una especie de ironía pese a que sigue riéndose en la cara de los
tiranos con la copa en la mano que desborda derramando la sangre propia. Los
abusos están a la orden del día, más civilizado, más recursos, mejores
probabilidades que el proveedor pueda sacarle provecho al asunto desviando las
ayudas que son meros paliativos ante la arremetida de un océano de enfermedad
que le pega a cualquiera pese a mantenerse las castas todavía. Sube por las
alfombras rojas girando enloquecido como un caracol del averno para darle de de
lleno a aquel que mira los enormes periódicos sin saber que en un desliz se le
ha colado en la garganta cuando el portador simplemente quiso conocer el
resultado del último encuentro, puestos los dos a la misma altura y en el peor
de los casos también descenso compartido. Pero no la hemos visto venir, miro
por enésima vez el mismo cuadro y levanto el vaso que se me antoja un tanto
vacío o repetido aunque no recuerdo en qué momento he vivido algo parecido
tornándose los días un hastío peor que las rutinas a las que estábamos
acostumbrados. La patrulla pasa haciendo que no vigila, el carro rojo corre sin
prisa por la calle repleta de vacío, la felicidad sobra pero la tristeza es la
que invade su palacio concentrándose en los corazones y haciendo que lamente el
día previo a esa final del mundo que se encuentra lejos, demasiado lejos Igual
que cada uno de esos rostros cuya fotografía sirve de acicate para aguardar que
el peso de las horas vuelto eterno nos deje un resquicio por el que huir
buscando esa manzana y pasarle al lado a Heracles que se queda aguardando para
devolvernos ese globo. El único que ansío es aquel que se larga nuevamente por
la esquina luego de haberle dado un beso a la palmera cuyos brazos verdes lo
despiden para envidia del mundo que yace recluido, sin que importe un poco cuán
grandioso se creía uno o los pergaminos que colgaban de ese muro que ahora es
una hoja en blanco.
Esta obra está licenciada bajo la Licencia Creative Commons Atribución 2.5 Argentina conforme se describe en la página intitulada "Creative Commons". "No hay nada como escribir. Todo lo que haces es sentarte frente a la máquina de escribir y sangrar" (Ernest Hemingway).
viernes
Libertad
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