Recuerdo la secuencia de fotografías el día después, pero antes de esto la línea que se extiende sobre el piso de color rojo que ahora se encuentra desgastado igual que la memoria que regresa veintinueve años atrás. Es apenas un instante pero de repente ya no tengo los casi cuarenta sino diez años recientemente estrenados y el regalo de cumpleaños viene a la altura del asunto, victoria ante el rival de siempre aunque no tengo ni idea de dónde carajo salió dicha rivalidad. Pero ahí estaban los dos equipos, camisetas amarillas frente a las celestes y blancas, el estadio que rebullía, el relato que llegaba por arte de la magia de esa radio puesta encima de la televisión. En la cima sigue la señora esa, a la otra pese a la pantalla y los colores siempre le ha tocado el segundo lugar, la primera simplemente ha seguido transmitiendo sin más vueltas que la de una pequeña perilla que la acciona. De ahí salían las notas de ese concierto, aunque los brasileros eran los que tocaron la mayor parte del partido y los palos sonaron más de una vez. Nada bueno el augurio, rezando a cuanto santo futbolero exista cosa de que nos tiren algún centro que termine besando a la red que hasta ese punto sigue sin máculas. Los porteros han sido muy severos ese día, nada de dejar entrar a cualquiera incluso con las autorizaciones y pergaminos que varios tienen entre su repertorio, es un cero a cero clavado cerca del final. Vendrá entonces la agonía de los penales para sumarse a la del inicio de ese campeonato, defensa del título más difícil que marcar un tanto en un encuentro tan cerrado. En eso el relator ve algo desde su atalaya, sabe que la única carga puede dar resultado porque por alguna extraña razón todos los de amarillo se van sobre el diez que casi cayendo libera de su jaula al ave que hasta ese momento yacía contenida entre los barrotes que los centrales le pusieron al área. Vuela dejando atrás al portero que ha estado muy tranquilo a lo largo del encuentro, como un borracho el cancerbero intenta cerrar viendo lo inminente del desastre y allá arriba la transmisión en portugués empieza a negar el asunto. Luego viene el lamento, la injusticia es desgracia para unos pero los otros saltan victoriosos dado que la red besa apasionada a la pelota y no la quiere largar, tanto tiempo se han contenido que ahora desatan toda la pasión posible hasta que un sujeto anónimo la manda de una patada al medio del campo. Y a muchos kilómetros, en un pequeño poblado alguien más se une al griterío apretando los puños que ahora más relajados sueltan todas estas palabras lejos en el tiempo así como en la distancia.
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