Llegó la tarde, cayó el sol pero siguió hablando a través de
las aves que anunciaban los últimos rayos y es entonces que vinieron las
penumbras. El juego de las sombras cubriendo con un manto la jornada, luces
artificiales con las que le decimos cuánto se lo extraña. Cena, la hora de los
sueños puede romper el hechizo de la oscuridad viviendo un día eterno, sin los
límites del afuera. La mano del pintor deshace el tono negro, aclara el asunto
en otro amanecer en el que se renueva el aire y la tormenta regresa, tal vez en
esta ocasión no pase de largo. Ya el rocío preparó la canaleta, la que aloja en
una hoja seca el mensaje de despedida del verano y luego se vuelve fragmentos,
que corren cuesta abajo hasta ese hormiguero que se construyó con las hijas de
un árbol.
Cuaderno 2, 16.
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