Un suave balanceo primero, luego el asunto se vuelve violento
y las ramas se sacuden salvajemente. Las raíces buscan un asidero en las
profundidades de la tierra, son hilos que se aferran a las rocas que nunca
verán el sol. Aunque las piedras tienen otros planes, no oponen la resistencia
de otras eras permitiendo que el esfuerzo mismo de la raíz las saque de allí.
Se quiebra el tronco cuando un rayo furibundo cae, el fuego sigue como una
lengua roja que reduce a carbones las capas blancas que yacían protegidas de
miradas curiosas. El agua del lago se ocupa de ahogar a las hojas, las raíces
se secan y las rocas contemplan las estrellas con una añoranza muda, entre el
círculo que forman las desterradas el enorme roble ha dejado un descendiente
que ha de levantarse sobre ellas.
Cuaderno 2, 17.
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