lunes

Décadas


Justo en esa esquina estaba, dos vidrieras y una puerta en el centro, aunque desde afuera era poco lo que podía percibirse. Sin embargo, Orión se encontraba sobre uno de esos monitores de tubo como una especie de guardián del lugar. Aunque los distintos ratones que allí moraban habían llegado a una especie de tregua, el gato estaba convencido, pese al pacto, que con el cable adosado no podrían ir muy lejos. De más viejo aparecerían las versiones inalámbricas y ahí al felino se le quemarían los papeles. La gente acudía allí en búsqueda de soluciones informáticas, léase una infección del sistema producto de un mapa más para jugar y el disco de tres un medio iría a la basura. Pero la máquina seguía enferma, así que con la medicina en su versión 2002 se ocupó de eliminar la infección antes del regreso del propietario. Luego la casa de computación se tornaría pescadería, la descendencia gatuna en vigiladora de los alrededores, aunque muchas veces no fueron los roedores los que se hicieron con parte del pescado ante un descuido de los transportistas. Parece que aquellos ubicados en la ría les transmiten a sus hermanos marplatenses información sobre el contenido de la carga por medio de ciertos roedores y terminan compartiendo el botín. Hasta que la pescadería cerró, la empleada recibió la liquidación final y un poco de palometa congelada. Luego bajó por la avenida hasta el centro y empezó a preparar la mudanza, una parte de su cena alimentó a un gato callejero.   

Cuaderno 2, 12.

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