Mar del Plata, 8:17 hs. del 22/02/2019
Y la tengo con poner 2018 en la
fecha del registro, una suerte de bitácora del pasado que se niega a
abandonarme. La plaza recibió nuestro pequeño encuentro, pese al calor logramos
hallar un resquicio y entre mates nos hemos puesto al día. Aunque tras la
separación deberemos actualizar nuestras historias en otro momento, es que el
encuentro siempre será nuevo en tanto la despedida una cosa sin importancia.
Vivir es estar unido por escenas menores que forman una página entera, sin
importar demasiado los diálogos o los chistes repetidos de antaño. Por delante
se disputaba el match de la plaza, el pequeño siete tenía una zurda mágica y
nada pudo hacer el corpulento guardameta para contener esos dos goles. Luego
llegó un adulto y el dorado balón se fue con su dueño, allá para el lado del
mar. El viento liberó el césped para que
más visitantes lo ocupen, las hojas marrones danzaron alocadas en tanto las
verdes las contemplan como si fueran el personaje principal. Cierta envidia
brota de entre las ramas, lo qué darían por poder bailar junto a aquellas que
se han liberado. Detrás de uno de los arcos tres inadaptados conversan por
medio de una pantalla, en tanto otros tres comparten ese líquido verde y
espumoso, aunque a veces parece el traslado de los troncos recién cortados río
abajo. La tormenta amaga a desatarse, pero es tan sólo un engaño dado que le
interesa más ver a todas esas personas huyendo para encontrarse con el calor
del centro. Ya agradecerán que venga a refrescarlos, aunque se presente con
tanto alboroto y las venas hinchadas exhibidas en el cielo, luego el grito que
puede ser oído por cada ser viviente. Incluso en ese momento uno siente lo
pequeño que es el ser humano, ya lo había notado al ser zarandeadas esas hojas
como si fueran plumas. En una de ellas el verano le dejó un mensaje a su
sucesor.
El mismo lugar, unas horas más
tarde
Acorde al sistema de posicionamiento
me he desplazado apenas unos metros de la cocina a la pequeña sala a los fines
de estar más cómodo aparte de que la mesa ha desplegado toda su estructura,
dejando de estar doblada o mejor aún plegada. La lluvia lavó la ciudad aunque
deberá esmerarse si quiere desalojar a la omnipresente humedad. Sin embargo
esto no ha terminado, si no quieren sacar los paraguas para cubrirse los
obligará a protegerse de los misiles aguados. A los golpes de la construcción le
hacen eco los truenos, son los mazazos que dejan al descubierto las venas
viejas en formato de caño y el avance de la modernización sobre las viejas
estructuras. Lo mismo le ocurre a las nubes, desaparecen cuando ya a la
tormenta no le sirven y considera que el mensaje ha quedado claro. Por si acaso
una pequeña llovizna sigue cayendo sobre los tejados en torno a la alguna vez
estación. Todavía su fachada recibe el agua de este día gris, algunas gotas se
meten por las ventanas abiertas para recibir el alivio después de dos días
imbancables. En este continuo caer del agua la tormenta deja en claro que de
ella depende que venga más y más de esa frescura, pero no la suelta en su
totalidad. No sea cosa que nos acostumbremos al hecho de que el calor se haya
ido, era apenas una cuota, una porción que empieza a ser cobrada con los
intereses respectivos. Afuera todo sigue su curso aunque cuando el agua llega
eclipsa cualquier sonido, es una bestia que apaga todo lo demás y tan sólo
cuando los pájaros canten se habrá terminado. Ahí la señora abandonará la mesa
del café, la cuenta pequeña ha sido saldada tras lo cual se abocó a ver los fragmentos
de la historia llamados noticias. No se percató de las demás vidas que la
rodean ni de la repetición del partido pendiente, esas líneas erradas la
confundieron.
Ending (epílogo)
Para terminar, este diario viajó
muy al norte pero también muy al sur. Fue testigo de varias emociones derivadas
de esos momentos vividos y vívidos, pasó por las playas de Océano, La Perla, el
oeste y el este de las tierras de los mexicas. Sobrevivió al hecho de tener que
lidiar con adolescentes y varias formas de prepotencia, a algún invierno frío
que ya no abunda por estos lados reemplazado por la lluvia (reiterativa) y la
humedad (aún más repetida). Al final de una época, la liberación de las rutinas
al convertirlas en escritura y a volverse un diario de viaje. Los preparativos
previos, los miedos, todos ellos fueron registrados de manera involuntaria o
tal vez no tanto. Más de una vez se vino conmigo asomando entre la ropa de esa
escapada y llenándose de los granos de la arena, el tiempo que corre.
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