Lo bueno es el registro de viaje, por poco que sea permite
resucitar sensaciones y alejar por algunos momentos todo eso que hacemos a
diario. Veo lo qué sentía unos años antes, repito el hábito de detenerme un
instante y escribirlo. Luego dejaré la estación ya que estoy de paso, para
adentrarme en las entrañas de la bestia que duerme afiebrada en este febrero
caluroso. Es el clima el que mantiene lejos a las personas, obligando a hurtar
cualquier pedazo de sombra y no abandonar esa posición sino cuando las
estrellas den la señal. Hasta entonces hemos de mantener la resignación, pero
el hecho de esta visita no planeada hace que se torne llevadera la situación.
La tinta no sabe de detenerse, el calor parece no afectarla.
Cuaderno 2, 11.
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