En un intento vano al hombre se le ha dado por detener al
mar, primero se paró frente a él e intentó frenarlo con sus dos manos. Luego
simplemente empezó a apilar piedras armando gruesos muros por cuyas fisuras el
agua amó a la arena. Vuelta la piedra en granos el ser humano siguió peleando
una derrota inamovible, olvidando que si dejaban de sacar los médanos para
levantar las edificaciones que el tiempo derrumbará, simplemente nada de esto
pasaría. Pero ahí están los rascacielos como prueba de la estupidez, intentando
mostrar su estado elevado por encima de los demás y no recordando que cuando se
pongan vetustos han de ir a parar a la misma pila de materiales triturados,
base de los siguientes monumentos faraónicos que no son más que tumbas y silencio.
El oro ya se lo llevaron otros.
Cuaderno 2, 15.
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