Los tambores anuncian la llegada del carnaval, aunque aún
quedan unos días hasta llegar a la celebración. Sin embargo desde la tarde
suenan sin pausa, un coro potente de redoblantes que ha ensayado a lo largo de
enero. La noche se llenó con esos estruendos, la tormenta de ayer recibió un
tributo por haber aliviado el sufrimiento. En cada golpe sacan la angustia y
como alquimistas la tornan en una especie de liberación, será en otro momento
que deberán volver a sus habituales vivencias. Por ahora todo se reduce a
preparar el ambiente, el fin de semana largo se presta para permitir los
festejos sin nubes negras cerca. Esto no es sino una excusa para no estar
pendiente de aquello que es lo de siempre, lo de todos los días y podemos dejarlo esperando afuera aunque sólo sea por un rato.
Cuaderno 2, 14.
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