Pues, ni bien la primera nube fue corrida por un rayo de sol
desapareció la tormenta y cesó la lluvia. Entonces el anciano observó por el
periscopio la superficie apenas agitada de la mar, el mundo conocido se había
esfumado. La tripulación aguardaba las órdenes así que a los fines de que no
cundiera el pánico el viejo realizó un sorteo. Era necesario mandar un emisario
a solicitar audiencia a los moradores de tierra adentro, el elegido resultó ser
un miembro de la elite de los cuervos de las tempestades. Un grupo famoso por
adueñarse con facilidad de cosas que no le pertenecían, la cuestión es que
transcurridas varias jornadas el embajador no regresaba y esto inquietaba a los
ocupantes de la nave. Así que sin previo aviso las aves negras designaron una
comisión, cuyos integrantes partieron antes del alba en la misma dirección que
su hermano y tampoco se supo nada nuevo. Harto de la espera el capitán eligió a
un miembro de su diplomacia más especializada y la mandó con cargo de volver si
transcurrían más de veinticuatro horas de viaje. La avezada piloto, conocida
como la paloma, regresó unas cuantas horas después y dio buenas noticias. La
tierra estaba cerca, pronto los que tenían pezuñas podrían dejar sus huellas
debidamente legalizadas por aquellos que se arrastraban y por las que soltaban
los restos de la cena anterior. Lo que ignoraban era que el cuervaje había
tomado el control del continente por medio de un artilugio mágico, la ley
escrita. En su artículo primero disponía que todos los seres vivos eran
iguales, excepto los plumíferos negros a quienes les había sido concedido el
honor y deber de guardianes de las normas. Dado que eran pocos decidieron
pedirle a las gaviotas que se pintaran de negro a los efectos de que en los
discursos del supremo cuervo parecieran miles. De esta forma lograron el
control de las masas, poniendo al ser humano en el final de la lista de
importancia. Al viejo esto no le importó, construyó una casa y se dedicó a
cultivar uvas para diversos propósitos. Esperó a la primera lluvia, ahí se les
borró la pintura a las aves disfrazadas por lo que tomó una madera a modo de
garrote y de un golpe mandó a dormir al ave en jefe. Los cuervos insistieron en
que debían indemnizarlos, pero el anciano se limitó a chumbarles el perro y
asunto terminado. O eso dicen.
Un día más tarde de ese acto de justicia el viejo recibió una
carta documento entregada por la ahora paloma mensajera. El servicio
diplomático había sido desmantelado y reemplazado por un ave negra en cada
puesto clave. El texto rezaba lo siguiente: “Por la presente intimo a que en el plazo de 48 hs. proceda a indemnizar
los daños y perjuicios ocasionados a la persona de mi defendido, al interrumpir
el discurso de adoctrinamiento que éste impartía como todos los lunes cuando
usted le asestó un golpe seco que le ha provocado pérdida de la memoria. Como
consecuencia ahora se cree un loro. Mismo plazo indemnice a las adeptas por el
borrado de tintura y se abstenga de acercarse al círculo negro de manera
indefinida. Caso contrario se le iniciarán acciones legales. Queda el Sr. Noé
debidamente notificado y emplazado. Ceso intercambio epistolar no sin antes
fijar domicilio legal en calle Truchada Nº 667, Estudio Jurídico del Dr.
Malavida y Asociados, teléfono 09122018”.
Noé tomó el pesado cayado, la valija y el sombrero
dirigiéndose al exilio allá en donde el horizonte se funde con el océano. En
ese lugar no hay leyes excepto la mirada del de arriba, el chamuyo no sirve de
nada y las malas intenciones encuentran tumbas de sal. Tal vez él haya encontrado una de esas o la paz de una llanura infinita, poblada de amigos y
rostros conocidos. En las ramas de los árboles no hay aves negras, apenas una
leve brisa que balancea a las flores. Ningún graznido, sólo silencio.
Cuaderno 2, 8.
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