La señora se hace la desentendida
mientras la procesión deja el último
lugar de descanso por la otra puerta.
La vida sigue, la farsa también
detrás de una mueca payasesca
y una careta que esconde
una sonrisa siniestra.
La señora evita tocar el tema,
los lacayos aplauden,
los cipayos esperan
los sicarios ya han actuado
y siguen vendiendo la farsa.
Es el cuento del lobo
jugando a ser la víctima
y disfrazada tras un atuendo blanco.
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