martes

Eternos

Escena I).

Cerca de un feriado de julio, recorrimos la costa desolada en busca de un cementerio de caracoles. Éramos una expedición al fin del mundo, sin señal de celulares y con sólo el sol como referencia. El invierno le había restado poder a sus rayos, así que pronto sentimos el frío de la tarde y la luz comenzando a desvanecerse detrás de la línea de los médanos.
Esa noche intentaríamos pescar algo, aunque lo único sería un frío mayor que el anterior.

Escena II).

Me fui a dormir al lado de la chimenea y el can se acurrucó en mis pies, el olor a la leña quemándose lentamente invadía la atmosfera. Nada se oía en la casa, concurrida pero desolada, a esa hora de la noche del invierno. 
Pero era tan cálido que aún hoy puedo cerrar los ojos y sentirlo, algo que sólo he encontrado entre amigos. 

Escena III).

En la madrugada previa al partido contra Bélgica, comienza a llover y las gotas golpean sobre el techo nuevo. El viento aúlla en las calles de Mar del Plata, Lola se ha acomodado al final de la cama y la he descubierto cuando la tormenta comenzó.

La lluvia ha comenzado a amainar a media mañana y me ha despertado un mate amigo.

Escena IV).

El fuego limpia el metal de la vieja parrilla, la copa de vino yace esperando al igual que el pequeño bloc de notas. Poco a poco las historias surgen, pensamientos hechos letras y anécdotas de otras épocas se vuelven algo que contar.
Así, mientras la noche fría de verano cae sobre Reta es que empiezo a darle forma a las líneas de éste blog.


Escena V).

Es domingo, parece ser que lloverá al final de marzo y eso me ha quitado el sueño. La vieja cafetera comienza a calentarse, vierto su contenido en sendas tazas y me dispongo a despertar a mi huésped. 
Ha llegado la hora de una batalla al viejo Warcraft.

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