Ni una brizna de pasto, ni un poco del viento de la mañana,
todo parece haberse vuelto de plástico.
Es así que nadie lo nota,
en medio de éste paisaje urbano materialista de fin de año.
Y del resto del año.
Ningún lugar en dónde respirar aire puro ha quedado,
todo se ha vuelto adquirible en una gran vidriera
en la que se rematan como fin de temporada sueños y esperanzas.
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