I) Corrompiéndonos.
Quítate que me estorbas,
debo ver el brillo del sol
proyectándose sobre mi
grandiosa sombra
y que a ti te queden sólo
las sobras de nuestro banquete.
Bebe todo lo que puedas,
toma lo que sobre,
rompe todas la reglas
que a nadie le importan
tus códigos, podemos inventar otros
en esta noche de excesos
y luego que la resaca nos reciba
en la mañana que es únicamente eso,
algo por lo que no hemos de
preocuparnos mientras tengamos
todo a nuestro alcance.
II) Héroe anónimo.
Cae la noche
en alguna parte una sirena anuncia
la prisa con que la vida se va,
lidiando con tantas heridas
por tan poca paga
pero eso es lo que elegiste.
Gastando las suelas de a poco
a veces tanta calle termina
cansándote, pero ahí vas de nuevo
otra de esas mañana frías.
El sol viene desde el otro lado
de la ruta, parece ser la única caricia
que recibirás en esta mañana gris.
Y así la mañana ve pasar
a otra persona que le da sentido
a todo esto cuando a los demás
parece importarles
nada más que su ombligo.
III) Que se sequen.
Que se sequen los versos,
después de todo renacen
en el mar de tus besos
cada amanecer compartido.
Que cuando falte la tinta
habré de escribirlos con sangre,
pues no hay mayor sacrificio
que amar sin importar cuánto.
Que si me falta el aliento
y las sombras crezcan
fenezca en tus brazos
amor mío.
IV) Moriquendi.
Las flechas volaban,
un tendal de enemigos
en el medio del bosque,
mientras él las recogía
siguiendo adelante.
Cuando no le alcanzaba
con el viejo arco,
tomaba las dos pequeñas
espadas que portaba
trazando un círculo rojo,
que dejaba más enemigos
aniquilados en el atardecer.
Manchado de sangre,
buscando venganza,
sabiendo que jamás
vera las luces de la
tierra de los Dioses.
Extendiéndose,
fuego purgador
hijo de la noche,
para que los invertidos
caigan ante el
mientras el único
permanece perdido
a la espera de desatarse
la sombra final.
Nota: la palabra moriquendi pertenece al Maestro, J.R.R. Tolkien, y se refiere a los elfos que jamás vieron las luces de Valinor, la Tierra de los Valar o Dioses.
V) Mundial.
Tras el balón van los ojos
y el nacionalismo encuentra
nuevos adeptos cada cuatro años.
Si pusiéramos la misma pasión,
en tantas otras cosas,
no estaríamos tan ciegos
cuando la realidad cambia
en torno a nosotros y el saqueo
continua, mientras esa bola
se clava en un ángulo.
VI) Una fortuna.
Una fortuna hecha a través de los despojos
de los que cayeron en la travesía,
deja atrás los restos y escapa de ese mundo
gris hacia el color de los materiales.
No importa cuántas lágrimas hayan hecho
falta para poder llegar a esto,
incluso si venían del río de los lamentos
ahora estás demasiado sordo para darte cuenta.
Acallando la conciencia como una emperatriz
deslumbrada por el oro, hasta el sol no te detendrás
aunque sea calcinarte en vida sigues adelante.
La barca se fue, llevándose a los tuyos
a los que no conoces en éste momento
de infinita perdición a la luz de las velas.
VII) I.
El hombre dejó su lecho y salió a ver el sol brillar,
abajo los de la otra casta aparecían atareados
mientras el cerraba un nuevo trato.
Mucho más abajo, un puñado de personas
en harapos vivía preocupada con el agua
llegándole a las rodillas y los hijos a cuesta.
Al que vivía en la punta de la pirámide
no le importaba eso, más allá de alguna
colecta de fondos que destinaban a mantener
todo igual y parecían esforzarse.
Así, pese a todas las declaraciones, derechos
y garantías, siempre parece existir uno
que digita cómo han de vivir los demás.
VII) II.
Lo primero que aventé fue la botella,
la que estaba vacía, luego siguió el
pesado diccionario y una silla a la que
le faltaba una pata.
La reposera que trajimos de la otra costa,
la colección de corchos, la lata que usábamos
para guardar el azúcar, la pequeña parrilla,
los bidones de diez litros y hasta el tacho
de los residuos.
Aun así eso no detuvo el avance de la horda
de orcos que invadió mi casa esta madrugada,
tuve que acostumbrarme a vivir con ello
y compartir mi vino con la bestia interior.
VII) III.
Dejó a un lado el libro, las hojas parecían adheridas
unas con otras producto del tiempo y esa
situación le molestó bastante.
Su nieto lo perseguía con toda la tecnología
pero él seguía con el viejo papiro,
su angustia podía describirse en pocos caracteres
aunque era demasiado grande.
Rechazó la tableta, la nueva computadora
y todo lo que fuera digital, parecía un plan
premeditado para imponerle algo.
Así que se aferraba a su obstinación y negación
como un náufrago a un madero en la mar.
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