Los niños corren por las calles
que los adultos dejamos agrietarse,
entre los restos de los árboles
que nos dieron sombra de pequeños
y los despojos que conforman
todo lo que ya no nos sirve.
Vemos al mundo a través
de un cristal opaco,
ellos lo miran con esos dos faroles
inocentes de quienes aún
no han perdido las ansias de jugar.
Y así van las cosas,
artífices de una nación
de la que esperamos no dejarles
sólo los restos de tantos naufragios.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario