Me has embrujado cuando era más joven
y ahora que han pasado varios otoños
no puedo evitar seguir escuchando tu llamado.
La niebla se corre por un instante
así es como atraes a los incautos
y los embriagas hasta que no pueden
sino vivir del néctar que aflora en cada
rincón, en cada calle paralela al océano.
Puede que todo vaya mutando
que los lugares que conocíamos cambien
pero tú sigues siendo la misma,
perpetuando el abrazo final con Alfonsina
en una de tus tantas curvas
y dejando desdibujada esa vieja torre
en donde los cuatro nos hemos conocido,
encontrando a aquellos a los que llamar amigos,
los de esa época que son los de toda la vida.
Incluso el tiempo puede que cambie
varias cosas, pero vos seguís ahí
aguardando nuestro regreso.
Esta obra está licenciada bajo la Licencia Creative Commons Atribución 2.5 Argentina conforme se describe en la página intitulada "Creative Commons". "No hay nada como escribir. Todo lo que haces es sentarte frente a la máquina de escribir y sangrar" (Ernest Hemingway).
sábado
Madre soltera
Ella se desliza a través de la pista, entre tragos y risas.
Es una noche en la que todo vale,
nada más es cuestión de descuidarse un rato
y dejarse llevar por la música que resuena tan dulce.
La mañana trae sus consecuencias,
entre náuseas y resacas
enciende un cigarrillo.
Nueve meses, nueve,
alguien ha de pagar por los excesos
del verano y cargar con la condena social.
Motivos para hablar mal sobran
lo que falta siempre es alguien que se haga
cargo del peso que ella ha de soportar,
aliviándolo como a Atlas para buscar
una de esas manzanas.
Pero no existe tal cosa,
si la manzana mordida y
la madre haciéndole frente a todo
incluso a éste mundo impiadoso
que señala desalmado
dejando sus cicatrices
más allá de las estrías del embarazo.
Es una noche en la que todo vale,
nada más es cuestión de descuidarse un rato
y dejarse llevar por la música que resuena tan dulce.
La mañana trae sus consecuencias,
entre náuseas y resacas
enciende un cigarrillo.
Nueve meses, nueve,
alguien ha de pagar por los excesos
del verano y cargar con la condena social.
Motivos para hablar mal sobran
lo que falta siempre es alguien que se haga
cargo del peso que ella ha de soportar,
aliviándolo como a Atlas para buscar
una de esas manzanas.
Pero no existe tal cosa,
si la manzana mordida y
la madre haciéndole frente a todo
incluso a éste mundo impiadoso
que señala desalmado
dejando sus cicatrices
más allá de las estrías del embarazo.
Página 30
Laura espera a que la última de sus amigas entre en la habitación y luego cierra la puerta con llave. Son las siete de la tarde de un viernes como cualquier otro, abre el libro en la página número treinta iniciando el juego.
Pronto todo a su alrededor parece irreal, las auras contrastan con las sombras que apenas se ven disipadas por las llamas de las velas dispuestas en círculo.
Cada una de sus hermanas de la infancia toma su lugar en uno de los cinco puntos del pentagrama, el manuscrito yace en el medio junto con una copa de vino.
Nunca han llegado tan lejos en su juego, mazmorras y castillos han quedado atrás. Ahora están a mitad del camino, en una tierra que sólo puede visitarse en los sueños.
Sin embargo, a medida que sus personajes se deslizan por el tablero cada una de ellas va experimentando sus temores más profundos. Algo parece querer sacarlas de esa prisión de carne, Laura nota que su respiración se agita.
Puede ver la lucha que sostienen sus hermanas con cada uno de esos demonios que se han soltado en medio de éste juego, puede verlo y sabe que la salvación está en la última carta que toma.
De pronto su mente se siente liberada, debajo queda el cuerpo inerte. Sus enemigos se han percatado de esto, van a su encuentro y ella se vale de su alma para destruirlos uno a uno.
Cuando las luces regresan, sus amigas yacen desvanecidas. Una a una se irán marchando y ya no volverán a cruzarse, no recordando nada de lo acontecido.
Únicamente Laura sabrá de los peligros que esconde la página treinta de ese libro.
Son las once de la noche de un viernes cualquiera.
Subterra
Un viaje debajo de la ciudad, en donde las amazonas viven y los hombres caen en la tentación.
Todo es joven cada mañana, podemos probar esos placeres una vez más hasta saciarnos. Lo que no podremos hacer jamás es tratar de mostrarles a otros el camino que lleva hacia ese lugar.
Seremos expulsados enseguida, si tan solo lo pensamos y volveremos a la superficie convertidos en vagabundos sin techo, viviendo de los restos de los de arriba.
Allí la memoria nos jugará una mala pasada, cuando en sueños tengamos todo aquello que hemos perdido.
Fiori (Flores)
De pequeños nos refugiamos bajo el lecho de nuestros padres,
los que han partido en el invierno pasado y sollozamos
deseando regresar a casa, bajo la nieve que recubre
ese lugar en el que nacimos.
Deseamos, una lagrima por vez, volverla a ver,
agitando la cola en señal de despedida
mientras su recuerdo se funde como la nieve
bajo el sol de Vecchiano, allá a lo lejos
en algún lugar de Pisa.
Y así los años se van, las distancias se hacen
enormes mientras de éste lado un pequeño retoño
color café recibe el nombre de aquel ser que se
quedó con una parte de nuestros corazones.
los que han partido en el invierno pasado y sollozamos
deseando regresar a casa, bajo la nieve que recubre
ese lugar en el que nacimos.
Deseamos, una lagrima por vez, volverla a ver,
agitando la cola en señal de despedida
mientras su recuerdo se funde como la nieve
bajo el sol de Vecchiano, allá a lo lejos
en algún lugar de Pisa.
Y así los años se van, las distancias se hacen
enormes mientras de éste lado un pequeño retoño
color café recibe el nombre de aquel ser que se
quedó con una parte de nuestros corazones.
Sobre la colina
Sobre las colinas que rodean el valle, al pie de las enormes montañas mora un antiguo habitante de esos parajes. A diferencia de sus hermanos no busca tesoros bajo la tierra, sino que cultiva el fruto de la vid mientras cuida a sus rebaños.
Su pequeño tambo produce lo necesario para su subsistencia, incluso para más de un viajero cansado que llega por esos lugares.
El no usa su enorme barba como marca de las batallas, en cada nudo de las trenzas que la adornan lleva la cuenta de la cantidad de vacas, ovejas y cabras que tiene a su cuidado.
Tarea para la que cuenta con la ayuda de un enorme huargo, al que rescató de la furia de los aldeanos que moran allá abajo.
Por eso será que a los humanos del valle no les agrada su presencia, aunque él se ha vuelto parte de las leyendas que el viento atesora.
No posee martillos, escudos o espadas forjadas por Tyr, apenas una pieza de artillería que en la víspera del año nuevo de los enanos (veintiuno de junio) saca para hacer sonar y recordarles a los demás que algunas cosas no son sólo susurros en el viento.
Por la noche entona canciones junto a la fogata, acompañadas del aullido de su inseparable compañero.
Abajo, en el valle, los habitantes miran temerosos el resplandor que se observa sobre las colinas. La única vez que osaron pisar aquel lugar con malas intenciones, recibieron una andanada de parte de ese viejo cañón.
Así se curaron del espanto.
Matrimonio
El pueblo está de fiesta, de las colinas suena la música hasta el río que esta noche parece manso. Incluso algunos forasteros han llegado para los festejos, todo es dicha, copas y recuerdos.
En unos ojos morenos encuentra el cielo nocturno, perdiéndose en la noche y buscando un lugar en donde pasarla.
Por la mañana un par de brazos lo sacuden, recibe varias patadas y golpes. La plaza está llena de rostros hostiles, la música se ha ido y el sol le provoca un fuerte dolor en la cabeza.
La ofensa debe ser vengada, los hermanos reclaman la sangre del profanador.
En eso el tano sale de la nada, de un puntapié derriba a uno y se interpone entre los captores.
- No eres quien para inmiscuirte en nuestros asuntos.
- Su muerte sólo traerá desgracia sobre todos vosotros. Si hay alguien que quiera tomarla primero se las verá conmigo. Yo respondo por él.
Las únicas que aparecen impasibles son las mujeres, las más viejas han parido, criado y visto partir a demasiados hijos. Ahora, las cosas parecen irse de nuevo de control.
El tano sabe que le ha dado a su amigo una segunda oportunidad, ve el rostro asustado de éste y juega su carta.
- Como dije, su muerte sólo traerá pena para ustedes. Pero sin embargo se me ocurre algo para resolver el problema.
El silencio que sigue a sus palabras suena como una sentencia de muerte.
- Cásenlos y tendrán un par de brazos jóvenes.
Su amigo parece haber salido del sopor de la noche anterior, mira para todos lados buscando una salida.
Pero sólo ve rostros perplejos, esto hasta que uno de los hermanos de la mujer pronuncia el veredicto:
- Traigan al sacerdote.
La ceremonia es sencilla, de pronto su amigo se ha ido llevándose el vehículo rentado colina arriba y la estela de polvo es agitada por el viento.
Entonces el gallego se encuentra con la mujer de la noche anterior, su esposa. Todo parece haberse calmado, al igual que el río allá abajo.
El bar del infierno
Al final de la calle Marano yace el bar del infierno,
las sombras de alrededor ocultan malas cosas
y las borracheras de más de uno las han traído fuera.
El cantinero ve la vida desde atrás de la barra,
unos golpes y el vaso vacío se vuelve a llenar,
no necesito otra magia esta noche.
La mujer de rojo fuma apaciblemente,
su vestido se desdibuja entre el humo y las sombras
esos labios carmesí contienen otras cosas además de veneno.
La mesa de billar muestra los rastros de la pelea de la noche
anterior, manchas de tiempo y de sangre marcan el paño
verde que es lo único semejante a la esperanza.
Esperanza,
qué ironía buscarla en éste pedazo del sol azteca
que ahora se escurre entre mis entrañas y sacude todo
alrededor, a la espera del amanecer que parece lejano.
las sombras de alrededor ocultan malas cosas
y las borracheras de más de uno las han traído fuera.
El cantinero ve la vida desde atrás de la barra,
unos golpes y el vaso vacío se vuelve a llenar,
no necesito otra magia esta noche.
La mujer de rojo fuma apaciblemente,
su vestido se desdibuja entre el humo y las sombras
esos labios carmesí contienen otras cosas además de veneno.
La mesa de billar muestra los rastros de la pelea de la noche
anterior, manchas de tiempo y de sangre marcan el paño
verde que es lo único semejante a la esperanza.
Esperanza,
qué ironía buscarla en éste pedazo del sol azteca
que ahora se escurre entre mis entrañas y sacude todo
alrededor, a la espera del amanecer que parece lejano.
Druida
Se detuvo sintiendo la brisa del viento, el mar y éste eran las únicas cosas más antiguas que la raza de los druidas. Sus hermanos habían considerado todo aquello una locura, jamás osarían hacer lo que él estaba a punto de concretar.
Dejó a un lado su cayado, derramando su sangre sobre el suelo y enterrando las manos, cientos de visiones pasaron ante él. Vio el nacimiento de ríos, los que aún corrían hacia el viejo océano y sintió el latido de la tierra de la que provenía.
Escuchó los susurros del bosque, cientos de espíritus se presentaron ante el viejo druida.
Entonces de a poco comenzó a dormirse, un hormigueo lo invadió cuando se enraizó con su madre. Un estremecimiento, los pequeños brotes comenzaron a salir a la luz y el joven sol los recibió, la brisa acarició la nueva vida que llegaba.
El enorme fresno apareció en la cima de aquel lugar, rodeado de siete círculos de álamos, permaneciendo allí hasta el día de hoy. El resto de los druidas acude a buscar la sabiduría que encontró quien se sacrificó, dejando esa prisión de carne y convirtiéndose en fuente de vida.
Herradura
La casa aguardaba la vuelta, tocó las viejas teclas de la Remington y esta sonó como antaño. Sus pasos se unieron a los de los otros moradores, el viejo árbol no quiso perderse el espectáculo y se aferró a la vivienda.
Dejó a un lado la vieja época, yendo por el sendero nuevo en el que contrastaban el pasado y el presente, hasta el muro que los dividía. Allí crecía un árbol de granadas, tomó una y regresó a su infancia.
Recordó la vieja casa en el campo, a su madre llevando la ropa hasta el aljibe y el sol trepando lentamente sobre el este, hasta acariciarle el rostro cuando iniciaba sus labores diarias.
Y a la herradura que había encontrado enterrada en el patio, tirarla hacia atrás trae suerte. Así lo hizo, sintiendo un sonido de vidrios rotos y poniéndose a llorar mientras la mano bondadosa de su madre lo consolaba.
Guerra
Las trincheras surcaban la tierra
como venas, cubriéndose poco a poco
de la sangre de los hermanos.
Traídos del continente negro,
muriendo al pie de las armas
incandescentes, unidos en ese final
los de un lado y los del otro.
Las municiones que dejan de llegar
para detener la marea que se lanza
sobre las líneas de defensas,
haciendo a un lado a quien
en esa mañana esperaba junto a ti.
Sentados a lo lejos, viéndolo
desde un lugar seguro ellos
esperan que el humo que cubre
el campo de batalla se disipe,
para poder ver realizados
sus anhelos de poder,
mientras un barco con
nombre de mujer
parte hacia otro lado,
lejos de la devastación.
como venas, cubriéndose poco a poco
de la sangre de los hermanos.
Traídos del continente negro,
muriendo al pie de las armas
incandescentes, unidos en ese final
los de un lado y los del otro.
Las municiones que dejan de llegar
para detener la marea que se lanza
sobre las líneas de defensas,
haciendo a un lado a quien
en esa mañana esperaba junto a ti.
Sentados a lo lejos, viéndolo
desde un lugar seguro ellos
esperan que el humo que cubre
el campo de batalla se disipe,
para poder ver realizados
sus anhelos de poder,
mientras un barco con
nombre de mujer
parte hacia otro lado,
lejos de la devastación.
Montañas y bosques
Cientos de ojos en las colinas
temen la maldición de los guijarros,
nada los preparó para enfrentarse
a los excavadores de rocas.
Nunca sabrán desde donde llegan
los señores de granito,
apenas un leve aroma a tabaco
vuelve dulce el aire
un instante antes que
la avalancha empiece
coronada de relámpagos,
forzándolos a replegarse
hacia los bosques
en donde los primeros nacidos esperan.
Flechas certeras o el martillo cayendo,
el destino del orco será el mismo.
temen la maldición de los guijarros,
nada los preparó para enfrentarse
a los excavadores de rocas.
Nunca sabrán desde donde llegan
los señores de granito,
apenas un leve aroma a tabaco
vuelve dulce el aire
un instante antes que
la avalancha empiece
coronada de relámpagos,
forzándolos a replegarse
hacia los bosques
en donde los primeros nacidos esperan.
Flechas certeras o el martillo cayendo,
el destino del orco será el mismo.
Guardianes
La noche llegó,
algunos demonios
quebraron las barreras
entre los mundos
y se internaron en el bosque
del norte, buscando la sangre nueva.
La aldea de los hombres de guerra
parecía una fortaleza,
sin embargo llegaron con la niebla
tras la sangre de la pequeña niña.
El enorme salón de escudos
estaba en silencio,
apenas unas débiles llamas
daban alguna señal de vida.
El hogar de la pequeña se encontraba
lejos de aquel lugar,
los tres demonios se detuvieron
en el umbral topándose con
un par de ojos dorados.
Se multiplicaron, en un instante
eran cientos de llamas
petrificando a las criaturas,
el viento soplo volviéndolos
polvo y entonces Bola de Nieve
regresó a dormir cerca de ella.
algunos demonios
quebraron las barreras
entre los mundos
y se internaron en el bosque
del norte, buscando la sangre nueva.
La aldea de los hombres de guerra
parecía una fortaleza,
sin embargo llegaron con la niebla
tras la sangre de la pequeña niña.
El enorme salón de escudos
estaba en silencio,
apenas unas débiles llamas
daban alguna señal de vida.
El hogar de la pequeña se encontraba
lejos de aquel lugar,
los tres demonios se detuvieron
en el umbral topándose con
un par de ojos dorados.
Se multiplicaron, en un instante
eran cientos de llamas
petrificando a las criaturas,
el viento soplo volviéndolos
polvo y entonces Bola de Nieve
regresó a dormir cerca de ella.
martes
Versos
Juan toma la bigüela y la hace llorar,
el atardecer se ve inundado de los
recuerdos que vuelven en forma de notas.
Regresan como las bandadas en ese cielo
violeta, que según su Madre anuncia
al viento de la siguiente mañana.
A Juan la pena lo consume cuando rasca
las cuerdas de esa vihuela, rostros de
personas que ya no están, risas, alegrías
y tristezas, amores que han pasado ante
un testigo mudo que hoy se descarga
en todo su esplendor.
Juan pone el alma en cada nota,
mientras la tarde baja el telón
se inicia el concierto,
el mate amigo espera para la ocasión
y así las horas se vuelven eternidad.
Juan sabe que está dejando una parte
de sí en la composición, algo que lo
sobreviva cuando se convierta
en parte de ese lucero eterno
que yace sobre todos nosotros.
el atardecer se ve inundado de los
recuerdos que vuelven en forma de notas.
Regresan como las bandadas en ese cielo
violeta, que según su Madre anuncia
al viento de la siguiente mañana.
A Juan la pena lo consume cuando rasca
las cuerdas de esa vihuela, rostros de
personas que ya no están, risas, alegrías
y tristezas, amores que han pasado ante
un testigo mudo que hoy se descarga
en todo su esplendor.
Juan pone el alma en cada nota,
mientras la tarde baja el telón
se inicia el concierto,
el mate amigo espera para la ocasión
y así las horas se vuelven eternidad.
Juan sabe que está dejando una parte
de sí en la composición, algo que lo
sobreviva cuando se convierta
en parte de ese lucero eterno
que yace sobre todos nosotros.
Viejo marino
Cae la tarde invernal, a eso de las cinco
el sol comienza a dejarnos a oscuras
y desde la puerta de casa veo el lento
andar del pescador hacia la mar.
Su sombra proyecta su enorme presencia,
caña en mano rumbo a sortear ese
obstáculo de la naturaleza.
Así los días pasaban mientras se dirigía
al encuentro con el océano,
rumbo al infinito.
el sol comienza a dejarnos a oscuras
y desde la puerta de casa veo el lento
andar del pescador hacia la mar.
Su sombra proyecta su enorme presencia,
caña en mano rumbo a sortear ese
obstáculo de la naturaleza.
Así los días pasaban mientras se dirigía
al encuentro con el océano,
rumbo al infinito.
Una baldosa
A mitad de la vereda sólo soy una baldosa más,
incluso el tiempo me ha jugado una mala
pasada al quitarme una parte de mis extremos.
Dicen que se me ha aflojado un tornillo
y algún incauto maldice cuando pisa la superficie
recibiendo el golpe del agua que se acumula
debajo desde la última lluvia.
Ello hasta que las maquinas vienen
teniendo la dicha de no culminar entre los escombros,
alguien se apiada de la experiencia de la piedra
dejándome en un lugar estratégico.
Ahora puedo ver a las personas en el momento crucial
del día, entre el juego de luces rojas, amarillas, verdes
y la cortina sobre ruedas que se despliega
al compás de las mismas, cruzan como hormigas
sobre el infierno de asfalto.
Y yo soy su plataforma de despegue
en tal trascendental momento.
incluso el tiempo me ha jugado una mala
pasada al quitarme una parte de mis extremos.
Dicen que se me ha aflojado un tornillo
y algún incauto maldice cuando pisa la superficie
recibiendo el golpe del agua que se acumula
debajo desde la última lluvia.
Ello hasta que las maquinas vienen
teniendo la dicha de no culminar entre los escombros,
alguien se apiada de la experiencia de la piedra
dejándome en un lugar estratégico.
Ahora puedo ver a las personas en el momento crucial
del día, entre el juego de luces rojas, amarillas, verdes
y la cortina sobre ruedas que se despliega
al compás de las mismas, cruzan como hormigas
sobre el infierno de asfalto.
Y yo soy su plataforma de despegue
en tal trascendental momento.
En viaje
I)
El sonido del viento
golpeando contra la nave
me ha adormecido.
La noche lentamente
comienza a cubrir la verde llanura.
Vuelvo a la ciudad de plata,
esa que espera tras la niebla
como un gigante dormido.
Regreso a casa,
portando mi armadura
ya que mañana habremos de batallar.
Pero vuelvo
y sólo eso importa.
II)
Al fogón nos hemos arrimado,
a oír la guitarra sonar
mientras la carne se asa
y las copas se llenan.
Bajo un cielo frío
cubierto de luceros,
las llamas nos arropan
y nos vamos acompañando
a la copla que ha de volver
algún día entre la bigüela
y un abrazo amigo.
III)
Cuando el viento acaricie
los surcos abiertos en los campos
y las gaviotas vuelen
reclamando su festín,
allá donde los arroyos
se juntan, la copla ha de
traer de regreso tu nombre
mientras el bombo repiquetea
al igual que cuando éramos jóvenes.
Y esa huella del arado,
pampa tierra de mi alma
ha de seguir dejando una marca
igual a la que nos obsequiaste
con tu presencia en esta vida.
IV)
En las ocurrencias de Clara,
en los besos de una madre,
en cada amanecer y en el
vuelo de los pájaros
sobre el cielo violeta,
hay un suspiro tuyo.
En los consejos de Ana,
en la calidez de mi vieja
y en los ojos extraviados
de quienes abandonamos
en la calle, hay una parte de ti.
En los versos de Horacio,
en la guitarra de Angus
y en el oleaje del mar
se halla tu presencia.
En el correr de los días,
en las estrellas en el firmamento
y en el recuerdo de los seres
queridos ahí estás tú.
En la palabra dada,
en un te quiero
y en las lágrimas que derramamos,
en el alma que nos diste,
en el vino, la tierra
y en cada omisión que cometemos,
te encontraré inevitablemente.
El sonido del viento
golpeando contra la nave
me ha adormecido.
La noche lentamente
comienza a cubrir la verde llanura.
Vuelvo a la ciudad de plata,
esa que espera tras la niebla
como un gigante dormido.
Regreso a casa,
portando mi armadura
ya que mañana habremos de batallar.
Pero vuelvo
y sólo eso importa.
II)
Al fogón nos hemos arrimado,
a oír la guitarra sonar
mientras la carne se asa
y las copas se llenan.
Bajo un cielo frío
cubierto de luceros,
las llamas nos arropan
y nos vamos acompañando
a la copla que ha de volver
algún día entre la bigüela
y un abrazo amigo.
III)
Cuando el viento acaricie
los surcos abiertos en los campos
y las gaviotas vuelen
reclamando su festín,
allá donde los arroyos
se juntan, la copla ha de
traer de regreso tu nombre
mientras el bombo repiquetea
al igual que cuando éramos jóvenes.
Y esa huella del arado,
pampa tierra de mi alma
ha de seguir dejando una marca
igual a la que nos obsequiaste
con tu presencia en esta vida.
IV)
En las ocurrencias de Clara,
en los besos de una madre,
en cada amanecer y en el
vuelo de los pájaros
sobre el cielo violeta,
hay un suspiro tuyo.
En los consejos de Ana,
en la calidez de mi vieja
y en los ojos extraviados
de quienes abandonamos
en la calle, hay una parte de ti.
En los versos de Horacio,
en la guitarra de Angus
y en el oleaje del mar
se halla tu presencia.
En el correr de los días,
en las estrellas en el firmamento
y en el recuerdo de los seres
queridos ahí estás tú.
En la palabra dada,
en un te quiero
y en las lágrimas que derramamos,
en el alma que nos diste,
en el vino, la tierra
y en cada omisión que cometemos,
te encontraré inevitablemente.
Otras historias
EL LIBRO ROJO.
Parte I)
Accedí a un ejemplar del tomo rojo, el que simplemente se materializó anoche en mi habitación. Estaba buscando mi teléfono cuando noté que encima de mi lecho había algo que yo no dejé allí. Las crónicas me dieron la pauta de que no estábamos solos, no necesitaba ver el cielo de esa noche helada para saberlo.
El cronista se deslizaba a través del tiempo, mostrando como todo no era más que un plan organizado para poder tener el control. Aunque en ese momento no comprendía la gravedad del asunto, me llenaba de conocimiento pero sólo si sabía interpretarlo y la ignorancia muchas veces era un manto protector cuando los enemigos acechaban.
Los intereses de los involucrados en cada acto de saqueo, asesinato, guerra, sabotaje, montaje de pruebas, etc., obedecían a llenar las arcas de un solo culpable.
Alguien que desde las sombras los manipulaba para que a cambio de una pequeña dádiva pusieran a millones a merced de él, su nombre permanecía en el anonimato pero me resultaba más que lógica esta deducción.
Así el amanecer me encontró fumando de nuevo, hacía años que no encendía mi pipa pero siempre tenía una provisión de tabaco. Entonces escuché una frenada, la reja rechinó un instante y supe que venían por mí.
El libro se desmaterializó, abriéndose en su lugar un portal que simplemente me engulló mientras a mis espaldas escuchaba maldiciones en una lengua que no era la de mi lugar de origen.
Entonces caí de bruces, a lo largo de la noche de los tiempos e inicié éste viaje para evitar que aquel manipulador siga saliendo victorioso.
Parte II)
La chalupa deja atrás el océano, internándose en los pantanos. Aún siento el olor de la sal en mis fosas nasales, el mar siempre ha olido a libertad.
La explosión sacude la calma que reina en la noche, los pájaros en los arboles cercanos huyen asustados.
Descargamos lo que obtuvimos en la bodega de aquel navío, algo hace que me aleje del círculo de luces un instante antes.
Una ráfaga termina con la vida de mis compañeros de viaje, luego alguien ordena hacerse con nuestro botín. Puedo entender su lengua, aunque nunca me la hayan enseñado.
Y entonces, el libro rojo se abre comenzando a desdibujarse la escena. Otra más en éste plan premeditado, entrando nuevamente en el portal con la esperanza de volver a casa.
Parte III)
Siento la caricia del sol mientras floto por el espacio, ni siquiera sé cómo he llegado aquí. Abajo, en la superficie gris se encuentra la vieja base estelar. Un montón de hierros asentados en el fondo de un enorme cañón.
Lentamente me acercó, los propulsores me llevan hacia mi destino. Sin embargo algo no anda bien, veo la base desintegrarse antes mis ojos.
El planeta azul yace lejano, un cometa cruza el espacio rumbo a nuestro hogar dejando una estela de destrucción a su paso.
Entonces se incrusta en la Tierra, generando una enorme explosión que se ve a lo lejos.
Todo es silencio mientras el planeta se consume y nuevamente soy arrastrado por el portal.
BABEL.
Preludio).
La espada no busca la venganza,
sólo es una ilusión, hasta que pruebas
el acero forjado en ese lugar oscuro
del alma que no puede morir.
Caen de a cientos, a todos los cegó
el mismo brillo maldito llamado ambición,
la corriente roja se los lleva hacia un lugar
de llamas y desolación.
Hoy los perros del hombre han sido acabados
por el lobo que ha vuelto a reclamar su paga,
en esta noche oscura en la que la luna se ha
negado a salir para no verse color carmesí.
Y es así en todas partes, encolumnados detrás
de su ambición de poder creyeron que jamás
les tocaría rendir cuentas, hasta ese día maldito
en el calendario.
Un toque imperceptible, otro bastardo más
debe pagar y su sangre forma el río
por el que atraviesan quienes son sometidos
a juicio en esa noche.
Las almas de los que fueron víctimas aguardan
clamando justicia desde lo profundo de la tierra,
mientras arriba la espada se mueve enviando
más y más seres a enfrentarse con cientos
de miradas inquisidoras.
I)
Y en el último lugar del mundo llamado civilización yace Babel, en donde la oscuridad reina y apenas una tenue luz de lo que antes era el bien subsiste débilmente aunque hayan querido apagarla durante siglos.
Las calles se ven sucias, llenas de corrupción pero la niebla, la oscuridad, el materialismo de los que gobiernan cubren todo esto de los ojos de los demás. Los perros van de acá para allá, famélicos y agresivos, un anciano que ha visto tiempos mejores observa con sus cansados ojos fotos veladas, recuerdos de épocas mejores y apenas ve al viajero que atraviesa la lluvia hacia el corazón negro de esta ciudad de perdición.
Los que se han vuelto poderosos, a costa del sufrimiento de los otros, permanecen inconscientes de que aún en ese manto que le han puesto a la ciudad que duerme alguien más fuerte los observa.
II)
Y la única luz venía de la pequeña capilla, el último resquicio de esperanza, el camino de adoquines conducía hacia ella a través de las lápidas y las estatuas de los ángeles que custodiaban a los que habían partido.
La puerta emitió un chirrido cuando el penetró en aquel salón, las velas encendidas se agitaban levemente, tomó asiento en uno de los bancos del fondo apoyando la espada contra el respaldo.
Cuando despertó ya era medianoche, el sacerdote lo observaba y sin mediar palabras los dos contemplaron la luz que desde el cielo se reflejaba sobre el altar.
Sin decir nada el viajero se dirigió hacia la parte de atrás del pequeño templo, volviendo a perderse en la oscuridad rumbo hacia la torre que como un pilar deformado se extendía a lo lejos.
III)
Hogueras, los desposeídos las han encendido para huir de la inclemencia del tiempo y del desarraigo de aquellos a los que les ha sido quitado todo excepto la vida.
Una sombra se mueve rápido, reflejándose en las paredes, un rastro de destrucción siembra a su paso. Cualquier objeto sirve para lograr el fin, botellas rotas, hierros extraídos de las derruidas construcciones, huesos de la última cena de alguien que huyó de prisa, pedazos de vidrios, picos, mazas y palas.
No hay piedad esta noche, muchas veces esperó a que volvieran al camino que marco desde el comienzo de los tiempos y ahora simplemente los pecadores deben pagar.
IV)
Dentro de la torre la indolora sonó ominosa, cientos de casquillos se esparcieron por el suelo sucio, emitiendo un haz de luz y destrucción, marcando las balas las paredes, destruyendo los recuerdos, la risa del asesino se mezclaba con la cacofonía de los disparos.
Su respiración se oía agitada cuando dejó de apretar el gatillo, el olor a pólvora inundaba aquel lugar, las gotas de agua repiqueteaban contra el piso y el puñal voló de la nada dándole en la garganta, matándolo antes de tocar el suelo.
Se inclinó sobre la ametralladora, emitiendo un último estertor mientras el viajero se dirigía hacia arriba dejando un camino de cuerpos a su paso, la espada parecía ser una prolongación de él.
V)
Pecador el hombre, pecadora la mujer, el utilitarista, ella materialista, no hacía falta la confesión, nada escapa a sus ojos.
Las personas les servían a sus fines de encumbrarse, los bienes la mantenían cómoda y sus lacayos le endulzaban los oídos con adulaciones sobre su belleza.
El cayó primero, un leve movimiento del brazo del viajero y se terminó su existencia. Ella huyó aterrada atravesando las cortinas de la habitación, destruyendo los vitrales en su viaje hacia el pavimento.
El viajero contempló la oscuridad, viendo por primera vez como la luz comenzaba a crecer.
VI)
Las calles están silenciosas, lentamente las personas vuelven a recuperar el control de sus vidas, ya no hay sometimiento ni humillaciones, un bebé llora cortando la calma de la mañana.
La niebla ha comenzado a disiparse, la lluvia viene para reemplazarla lavando los pecados del mundo y la campana de la iglesia llama a sus hijos una vez más como un faro guiando a las naves a salvo de los colmillos del abismo.
Shiu se aleja caminando en la lluvia, esta pronto ha de cesar y el sol comenzará lentamente a iluminar aquel lugar con su fuego eterno. El alma yace resguardada tras la espada o en ella misma.
VII)
Siempre hay alguien esperando el momento en el que hacerse con el poder y la caída de los Señores de la Torre marcó el comienzo de ello. Los grupos de malvivientes abundaban, soldados sin amos, mercenarios y asesinos siguiendo a alguien más violento que ellos mismos.
La aldea yacía desierta, se observaba que no hacía mucho tiempo sus moradores cultivaban para sobrevivir. Ahora sólo quedaban casas chamuscadas, rastros de sangre e indicios de una matanza.
Encontró a Marko sentando en la entrada de lo que quedaba de su herrería, portando un enorme pedazo de metal que le recordó a los troncos que su abuelo solía cortar en lo alto de la montaña.
El herrero se había ocupado de una parte importante de las fuerzas que ese día asesinaron a los suyos, empleando las armas que el mismo forjó. El metal y la carne se habían fusionado, concentrando la energía del sol para devastar a la horda de asesinos, una tumba común de víctimas y victimarios.
Así en el atardecer emprendieron la marcha rumbo al enorme desierto, en busca de la última estación por la que el gusano que lo recorría habría de pasar hasta llegar a la ciudad en las orillas del viejo mar.
El herrero se calzó su viejo yelmo, portando tan solo “aquel brazo armado” y uniéndose a la espada que el viajero llevaba.
VIII)
El tren viene, como un gusano de metal moviéndose por las tierras devastadas de éste planeta. En su interior se esconden placeres que traerán la perdición, la razón por la cual la torre fue construida y cayó.
La razón por la que la espada busca venganza, algo se ha perdido en esta lucha sin cuartel y él lo sabe más que nadie.
Esperando en esta estación vacía, solo había demonios y esbirros a los que vencer, poca paga para la sed del acero.
Además el herrero también quería cobrar alguna ofensa, ambos esperan. Unas gotas de la lluvia acida se filtran por las grietas de la vieja estación, pronto el tren llegará y entonces se desatará la batalla final.
Pronto el acero beberá hasta saciarse.
EL ALTAR DE PIEDRA.
Depositó la urna sobre el altar de piedra, ningún ornamento decoraba el mismo, señal de la simpleza que recubría a aquel pueblo. Todos los deseos materialistas quedaban encerrados allí, de esta forma aquella civilización subsistía a través de los siglos.
El comercio con las naciones vecinas se desarrollaba por medio de las naves dragón que cruzaban el ancestral océano, hacia cada una de aquellas islas solitarias. Al norte de la ciudad se encontraba el desierto, que guardaba la memoria de un pueblo desaparecido varios milenios atrás.
Ellos habían sido los primeros en forjar objetos preciosos y armas de destrucción, su riqueza era tal que la ciudad brillaba bajo la luz del sol. Por la noche se veía un resplandor emergiendo de entre las paredes de aquel lugar.
Un día la codicia lo destruyó todo, fueron víctimas de sus anhelos inmensos, de la ambición desmedida y la arena los sepultó en un abrir y cerrar de ojos.
Así, los nuevos habitantes de aquel mundo emigraron a la costa en donde levantaron un nuevo hogar. Encerraron en una urna de piedra todos los deseos impuros, iniciando una época de prosperidad en base al trabajo en conjunto.
Sin embargo, el viento cálido del desierto aún guarda la historia de los primeros moradores.
VIVIENDO ENTRE ORCOS.
Sintió que flotaba, como si su cuerpo se hubiera desvanecido y sólo quedara la conciencia.
No supo cuánto tiempo estuvo así, hasta que sintió un dolor intenso en las costillas y lamentablemente fue traído de regreso a la realidad.
Una larga caravana de esclavos lo esperaba, los tratantes tenían cara de pocos amigos y unas manos enormes se cerraron en torno a él levantándolo por los aires.
Para cuando reaccionó se encontraba marchando como uno más, sumando su andar cansado al de los demás pero la mirada en alto mientras todos a su alrededor parecían estar vencidos.
Uno de los guardias montaba una de ésas feroces bestias de carga, parecidas a otro ser con el que a veces soñaba mientras lo perseguía por la sabana de algún remoto lugar que quedaba escondido en la mente.
Sintió un latigazo en la espalda y se volvió para ver como uno de sus captores lo miraba con desprecio; y eso fue lo último que alcanzó a distinguir.
Una enorme sombra cubrió el cielo, gritos, sorpresa, destrucción y fuego; todo comenzó y terminó demasiado rápido para poder saber cuánto tiempo pasó.
Y entonces se encontró solo frente a la enorme oleada verde que bajaba de las colinas, mientras el dragón lanzaba un alarido triunfal que cubrió como una sinfonía de destrucción el aire de la mañana.
Los orcos no eran nada amistosos con los humanos y muchos menos con los esclavos, a los que consideraban menos que escoria; lo dejaron en una de las chozas que formaban el improvisado campamento, todo era así al parecer en esta sociedad de guerreros que vivían en constante movimiento y eran difíciles de rastrear.
De dónde había sacado toda esa información no tenía ni la más remota idea, pero así era como estaban dadas las cosas y él lo aceptaba; era el único que no había sido tocado por el fuego del dragón, los demás sucumbieron frente a la huida de las bestias de los esclavizadores o muertos por las armas de estos en cuanto intentaron hacerlo.
De los tratantes no quedó ni el rastro, los orcos los dejaron sin vida en un abrir y cerrar de ojos; al parecer era el único humano vivo por aquellos lugares. Fue confinado a ese lugar maloliente hasta que un día se acordaron de él y lo arrastraron frente al piel verde más grande que hubiera visto hasta entonces.
Tras una larga charla con el Jefe de los orcos, éste decidió usarlo para reparar los techos y alimentar a los enormes lobos negros que los guerreros usaban para moverse; uno de ellos era un cachorro que le causaba problemas constantemente, al hurtarle parte de la comida de los demás y provocar peleas entre estos y la madre del indisciplinado cachorro.
Un día tuvo que abrirle la boca a una de ésas enormes bestias para soltar al indefenso lobezno y se ganó unas cuantas heridas al pelear contra el atacante, mientras los demás orcos miraban sin intervenir; al final el Jefe dejó que cuidara al cachorro, al que llamó Brisa Nocturna dado que lograba meterse en su choza sin que los guardias lo vieran llegar.
Una noche el joven lobo lo llevo fuera de su prisión, rumbo hacia el lugar en donde residía el Jefe de los orcos.
Eludieron a los guardias sin problemas, dado que él había aprendido a moverse con su hermano como si fueran uno solo.
Cerca estaba el depósito en donde los orcos guardaban las provisiones, así que los dos se dirigieron hacia ahí a darse una panzada; y entonces el humano vislumbró un destello a su derecha.
Alguien más se movía entre las sombras rumbo hacia el lugar en donde moraba el Señor de los orcos; y pese a que habían tratado de disimular sus aceros alguien se había equivocado y la luna delataba el brillo.
Tomó uno de los cubos con los que le daba de beber a los lobos y derribó al primero de los atacantes; los otros dos salieron despedidos por la puerta y detrás de ellos surgió el enorme orco armado con dos pesadas hachas.
Al verlo allí junto con Brisa Nocturna y a sus guardias totalmente dormidos decidió tenerlo a su lado; eso sí, el cachorro de lobo se quedaba afuera.
La noche corre de prisa, y mientras hemos hecho un alto finalmente en nuestra guerra contra los esclavizadores del este, he decidido dejar asentadas mis memorias como una muestra de que estuve aquí.
No recuerdo de dónde es que vine, por eso sólo tengo el camino que se abre adelante y la magia que me ha sido conferida sirve para ayudar al que ahora es mi pueblo.
Los orcos, fuera de los relatos tradicionales, son seres llenos de honor y con una enorme disciplina; los he visto cargar a los heridos mientras siguen peleando, reparar los pueblos que la raza de los tratantes arrasa a su paso y tener una enorme conexión con los dragones de éste mundo, aunque sólo he visto uno y en una única ocasión.
Tras varios años de estar aquí, he descubierto la magia o ella simplemente se despertó, cuando en medio de la batalla mi noble amigo y compañero, había caído herido y estábamos rodeados por enemigos.
Sentí una enorme furia crecer dentro de mí y mientras mis nudillos perdían todo rastro de sangre, volviéndose blancos como la nieve de mi mundo una descarga brotó de mi ser para derribarlos y enviarlos hacia la oscuridad.
Después de ello me tomó varios días poder saber qué era lo que había pasado, pero desde entonces el lazo con los orcos se ha vuelto indestructible.
Sé que hacia el norte se encuentran los humanos, aunque el relato sólo habla de arrogancia y desinterés por todo aquello que no ocurre en la gran ciudad amurallada, aunque noto un gran poder allí; y es mi curiosidad la que me llevara a acercarme para saber de qué o de quién emana el mismo.
El amanecer llegó y entonces el hechicero dejó a un lado la pluma para poder descansar un poco, al lado de su fiel compañero y a la espera de lo que vendría; no tenía apuro, podría seguir maravillándose con éste mundo mientras aquel del que venía desaparecía entre los recuerdos borrados por la lluvia del tiempo.
domingo
Burbujas
La luna emerge roja desde el océano,
su brillo es ahora color carmesí
y el caballo de guerra que viene
de ese lugar cabalga por la orilla.
Sus cascos encienden la costa
el mar tendrá trabajo para apaciguar
las llamas de ese andar furioso.
Somos eso, burbujas yendo hacia
la superficie en ese azul infinito
que es nuestra existencia.
Sin saber cuándo el mar
la volverá un recuerdo en el oleaje
que ahora combate las llamas.
su brillo es ahora color carmesí
y el caballo de guerra que viene
de ese lugar cabalga por la orilla.
Sus cascos encienden la costa
el mar tendrá trabajo para apaciguar
las llamas de ese andar furioso.
Somos eso, burbujas yendo hacia
la superficie en ese azul infinito
que es nuestra existencia.
Sin saber cuándo el mar
la volverá un recuerdo en el oleaje
que ahora combate las llamas.
Paintkiller
Despedazando cuadros,
acaso hay otra forma de contar
estas historias que no sea viviéndolas.
Así ha sido,
desde un lejano enero
en el que el mensajero llegó
y desató la tormenta de acero.
Así será,
viviremos en los versos que creamos
mientras el tiempo pasa
y ellos se vuelven imperecederos.
acaso hay otra forma de contar
estas historias que no sea viviéndolas.
Así ha sido,
desde un lejano enero
en el que el mensajero llegó
y desató la tormenta de acero.
Así será,
viviremos en los versos que creamos
mientras el tiempo pasa
y ellos se vuelven imperecederos.
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