martes

Vuelve

Vuelve,
se me pianta una lágrima murmurando mis versos
cerca de tuyo y que no me vengan con que no
puedes oírme, sé que aún estás aquí
pese a que alguien apagó casi todos tus latidos.

Vuelve,
las noches de invierno aún esperan
igual que cuando llevabas a esa enana en el vientre
o cuando perdió su primer diente cerca de la primavera.

Vuelve,
estoy harto de oírlos decir que no hay esperanza
me importa un carajo lo que ellos opinan.

Vuelve,
su ciencia no sabe de lo que siente un corazón
cuando enfrentas una pérdida como esta.

Vuelve,
no me importa cómo, así podemos discutir
aunque jamás terminemos peleándonos en serio.

Vuelve, hermana, vuelve,
que acá están esas dos enanas esperándote.
Eso y un perro que vino de la calle,
igual que yo antes de conocerte.

Vuelve.

Eternos

Escena I).

Cerca de un feriado de julio, recorrimos la costa desolada en busca de un cementerio de caracoles. Éramos una expedición al fin del mundo, sin señal de celulares y con sólo el sol como referencia. El invierno le había restado poder a sus rayos, así que pronto sentimos el frío de la tarde y la luz comenzando a desvanecerse detrás de la línea de los médanos.
Esa noche intentaríamos pescar algo, aunque lo único sería un frío mayor que el anterior.

Escena II).

Me fui a dormir al lado de la chimenea y el can se acurrucó en mis pies, el olor a la leña quemándose lentamente invadía la atmosfera. Nada se oía en la casa, concurrida pero desolada, a esa hora de la noche del invierno. 
Pero era tan cálido que aún hoy puedo cerrar los ojos y sentirlo, algo que sólo he encontrado entre amigos. 

Escena III).

En la madrugada previa al partido contra Bélgica, comienza a llover y las gotas golpean sobre el techo nuevo. El viento aúlla en las calles de Mar del Plata, Lola se ha acomodado al final de la cama y la he descubierto cuando la tormenta comenzó.

La lluvia ha comenzado a amainar a media mañana y me ha despertado un mate amigo.

Escena IV).

El fuego limpia el metal de la vieja parrilla, la copa de vino yace esperando al igual que el pequeño bloc de notas. Poco a poco las historias surgen, pensamientos hechos letras y anécdotas de otras épocas se vuelven algo que contar.
Así, mientras la noche fría de verano cae sobre Reta es que empiezo a darle forma a las líneas de éste blog.


Escena V).

Es domingo, parece ser que lloverá al final de marzo y eso me ha quitado el sueño. La vieja cafetera comienza a calentarse, vierto su contenido en sendas tazas y me dispongo a despertar a mi huésped. 
Ha llegado la hora de una batalla al viejo Warcraft.

Delator

Todo queda revelado en un día tan aciago,
las luces se han apagado o al menos
parecería que hay menos brillo 
en el sol de la mañana.
Amanece gris, delatándonos.
Amanece, 
pero es como si nunca fuera a aclarar.
Delatándonos,
sacando un recuerdo de cada nota de un genio.
Delatándome,
he dejado una parte de mi vida en ese sonido.
Delatándote,
esas faldas azules hacen juego con tu mirada helada.
Te has ido y estás,
que contradicción de sentimientos.
El corazón lo muestra todo,
al alma se le suman las penas 
cuando los sentimientos nos delatan.

Gracias Gustavo, hasta pronto. 
Has dejado tu marca en unos cuantos de nosotros.

(In)Civilizado

I) Civilización.

El ser civilizado recibió las ascuas y las estudió complacido,
los fuegos debían permanecer encendidos eternamente
hasta que descubrieran como manipularlos.
Obra de los dioses dijeron los alfiles,
hasta montaron un espectáculo de veneración
en cada estación del año y cobraron por ello.
Sólo los más ricos podían realizar ofrendas,
a los de las clases bajas se les permitía ver
pero sin que sus voces fueran oídas.
Y el patriarca analizaba aquella masa ígnea,
mientras su pequeño hijo lanzaba una barca
al mar interior de donde los trirremes
partían en busca de nuevas tierras.

II) Bárbaros.

Navegando a través de océanos embravecidos 
encontraron el paraíso y le pusieron precio
a la vida de sus habitantes.
Mancharon con la sangre de los pueblos pacíficos
aquel templo de la creación,
drenaron los recursos que allí existían
hasta dejar una cascara vacía.
Cercenaron los miembros de los que reclamaban
la piedad de esos dioses que traían la salvación
y con el elemento primitivo dejaban sólo
llamas detrás de su paso conquistador.
El pequeño que jugaba en el mar lejano
se convirtió en general de esos emisarios,
tiñendo de rojo el mapa de la conquista.

III) Liberador.

Existo porque hago la guerra,
mis balas son más fuertes que cientos de palabras
y mis armas el respaldo, el único, que necesito.
Vengo a liberarte de tu cultura, tus tradiciones
y a instalar un servicio de comida rápida
que refleja nuestros más altos valores.
A cambio sólo te pido que me dejes usar
los recursos que yacen debajo del suelo que pisas,
ese por él que ahora corres libre gracias
a nuestra justicia infinita.

IV) Insurgente.

Recluido en una prisión, en medio de nuestra propia tierra,
sin juicio ni defensa alguna, todas las presunciones están
en mi contra y mi único crimen ha sido proteger mi casa.
Ellos vienen en medio de la noche con su modernidad
a destruir tradiciones y violar humanidades,
danzando como las marionetas de un titiritero
que sólo le responde a grandes intereses.
Nos llaman rebeldes, insurgentes y resistencia,
cuando únicamente hemos tratado de defendernos 
de una agresión no provocada.
La razón la tiene él del arma más grande,
el resto del mundo civilizado mira hacia un costado
y sigue con su vida mientras nuestra sangre es vertida.

V) Esperanza.

Veo un mundo de paz, tal vez no sea éste,
en donde el único fuego es el de un sol eterno
y los arboles resplandecen de verde
como la esperanza que anida en la pequeña mano
que acompaña el andar de la madre y del padre.
Tal vez en algún lugar quede algo de ello,
tal vez un día la única arma de destrucción masiva
sea la sonrisa en tu rostro con la que despiertas
cada una de esas mañanas.

N

La señora sonríe para el protocolo, muestra las fotos del último cumpleaños de su can y los cipayos aplauden como si fuera un partido de golf.
La señora se ha despertado más tranquila esta mañana, el silencio parece ser lo más saludable según su consejero.
El consejero permanece en las sombras, pero mueve los hilos y los demás lacayos saltan de acá para allá.
Ya no hará falta de todas maneras, han montado una escena y nos quieren vender a bajo costo las entradas.
El consejero sonríe para sí, todo parece estar yendo como lo ha planeado. Las regalías llegarán pronto y podrá distribuirla entre el ejército de zombis que han hipotecado su vida a éste proyecto.
Los que aún conservan algo de razón y de conciencia de clases se quedarán callados ante la escena, contemplando el macabro espectáculo.
Las palabras se quedan en el tintero, aquel que portaba la luz de décadas de silencio y complicidad yace muerto en circunstancias extrañas antes de poder llegar al refugio de ñoquis antes llamado congreso, ahora devenido en un conclave de corruptos que trabajan poco y se suben el sueldo rápido. 
Su muerte es una ofensa igual o peor que el atentado del 18/07/1994 en pleno corazón de la capital de la República y también bajo un gobierno de fascistas. 
La banshee desgraciada se irá al final de aquel año siendo destronada por un desconocido pero volverá escondida para poner a un títere pensando que así la olvidarán, dado que la justicia es inexistente en la Tierra de los Parias. 

Hasta que llegó la tormenta

Aún recuerdo aquel día, la llave descendió tantas veces
que al final su tono naranja se volvió rojo.
Y así es como pagué por aquella vida segada
en el fragor de un altercado, podría haber sido tan distinto.
Era un miércoles como cualquier otro,
apacible hasta que me encontré con su rostro.
Recordé lo que había hecho,
como una simple decisión arruinó mi vida
y sin dudarlo eché mano de la venganza.
De naranja a rojo, 
esa llave cruz sería la perdición de ambos.
El llorado por alguien, si existía,
frente a una lápida fría.
Y yo recluido en una prisión
parecida a una tumba, porque allí
pasaría el resto de mi vida.

Hasta que llegó la tormenta.

La tempestad me arrastró de regreso a aquel día,
como si fuera un mal sueño me encontré
viajando de prisa a encontrar a mi enemigo.
Perdí el control de la nave en la confusión que me invadió,
di vueltas hasta que todo se volvió silencioso.
Y desperté en medio del lago que corría paralelo
a aquel camino, vi partes de mi vehículo esparcidas alrededor.
Pisé la llave al caminar por el lecho de aquel espejo,
la tomé entre mis manos y la arrojé lejos.
Luego me sumergí al tiempo que una gran explosión
envolvía mi nave, borrando toda señal de mi existencia
y dándome un nuevo comienzo.

Salí de aquel lago sin más que lo que tenía puesto,
hasta eso dejé a un lado mientras me internaba
en la selva que se abría frente a mis ojos.
El sol del oeste me despidió,
el del este me dio la bienvenida
acariciándome el rostro y la barba que me había
crecido en todo ese tiempo en el que abandoné
aquella vieja ropa, para nacer una vez más.

Pupitre

Qué sabía del amor, apenas de juegos de uno
y algunas noches de copas revelando
cómo es sentir el pecho arder ante tu presencia.
El corazón no sabe de artimañas
pero te juega una mala pasada
en cuanto menos te lo esperas.
Yo escribía mis versos en cualquier lado
pero tú los ignorabas, era como amar
a la luna que esconde el brillo del sol
en su lado más oscuro.
Así fue que escribí sobre el pupitre
una oda de despedida, los años la fueron
borrando pero la madera quedó tallada
y ha sobrevivido en algún rincón
del viejo depósito en donde los bancos
se apilan, como los recuerdos que cada
tanto afloran mientras uno sigue ese
camino invisible que se trazó hace tanto ya.

No todo

No todo tiene que tener un orden,
así que lancemos por la ventana 
lo que nos sobra quedándonos 
con los besos y las botellas
que aún no descorchamos.
Afuera la noche está congelada,
encuentra un antagonista 
en los abrazos que nos unen.
Sobran las palabras
cuando hay tantas brasas para atizar,
que el reloj en la cocina siga con
su compas aburrido esperando el amanecer.
El sol ya salió para nosotros.

Hastiado

Esculpida desde los huesos,
quién te mandó a ver todo 
desde afuera mientras esas 
piernas parecen talladas
por un Dios irónico y burlón.
Cae la lluvia en éste pueblo desolado
pero tú solo tienes la mente fija en una 
cosa, en un frenesí que te niegas
a desatar por temor a tener que hacerte
cargo de lo que venga.
Y así,
la única tormenta es la que ahora
golpea la calle vacía.

Súbito

Era una de esas oficinas lúgubres, cuyos empleados desaparecían ni bien uno entraba. Cerca de las once de la mañana me disponía  a terminar el recorrido de ese lunes tedioso. Lo primero que me llamó la atención fue el silencio que imperaba en aquel lugar, por lo general las personas que trabajaban allí se encontraban hablando entre ellas y te ignoraban por completo.

Pero ese día no había un solo sonido que indicara la presencia de los “ocupados” laburantes, al cabo de un rato de espera me asomé por detrás de la mesa de entradas y para mi asombro vi que uno de los trabajadores se encontraba tirado en el piso.

Me acerqué sin darme cuenta de que podía haber alguien del otro lado esperando, el hombre presentaba un golpe en la cabeza. Escuché una discusión que provenía del otro lado de la puerta que indicaba el despacho de un superior.

La puerta estaba entreabierta, alcanzaba a ver la figura de otro individuo sosteniendo por el cuello a una mujer. El hombre le apuntaba con algo filoso, ella respiraba con dificultad. Antes de pensarlo dos veces, tomé el cenicero que encontré afuera y me acerqué rogando que las bisagras no estuvieran oxidadas.

El atacante no me escuchó, le descargué un golpe que hizo sonar su cráneo en una forma bastante extraña. Luego siguieron una serie de hechos que me dejaron desconcertado, la policía, familiares de los empleados, el esposo de la víctima, preguntas y más preguntas.

De pronto era de noche, estaba fuera del destacamento policial viendo como al sol lo reemplazaron un montón de estrellas. Incluso vi una que se precipitaba, encendí un cigarrillo y regresé a la paz del hogar.

La casa vacía me recibió, la misma que deje atrás a la mañana siguiente.

Cuando los días se ven inmersos en esa rutina enfermiza, uno no toma magnitud de que alrededor todo cambia. No noté entonces que ella se acercaba, al principio me costó reconocerla pero al cabo de un rato me di cuenta.

Era la mujer a la que habían tratado de pasar a mejor vida, radiante como una mañana soleada tras la lluvia. Dijo que me agradecía lo que había hecho por ella, caí en la cuenta que hasta el momento era la primera vez que me dirigía la palabra. O al menos podía responderle sin los monosílabos que emplea quien ha ido a cumplir con un trámite.

- Si existe forma de pagarte lo que has hecho por mi dijo ella.

Le pedí algo que jamás hubiera soñado con proponerle a un monumento de mujer. Dejamos el café sin probar y nos perdimos en algún lugar alejado de la ciudad.

Lo que recibí no fue nada comparado con lo que descubrí, nunca hubiera dado dos centavos por poder probar aquel placer y mucho menos que pudiera repetirlo hasta el hartazgo. 

Sin embargo, tras cada ocasión cada quien volvía a su vida. Era como la situación que vivimos, algo súbito, violento y pasajero.

Nada a lo que llamar amor.

Subterfugio

No necesito excusas
simplemente bebo mi vino
y escribo mis odas,
que son las barcas que han
de sobrevivir en el mar del tiempo.
Lo que pienses y hagas 
no es de mi incumbencia
en tanto no trates de imponerme
tu filosofía de vida, 
si es que podemos llamarla así.
No hay seres perfectos
excepto por quien duerme 
en el patio trasero,
así que podemos juntar
nuestros defectos y virtudes.
Del resto que se ocupe la zaranda,
enviando cuesta abajo
a los réprobos.

VERO

Que te digan que existí, aun cuando mis huesos
no sean más que polvo y de los demás sólo
queden sus pasos vacíos.

Que nuestras huellas son arena que el viento alisa,
pero los actos de esta vida se prolongan en la eternidad
incluso si le echas la culpa al otro.

Esta alma es sólo mía
y al final lo único que vale conservar,
aunque el resto vea como normal
la corrupción, la decadencia y las ansías de
poder con el que forjan su existencia.

Veneno

Él tenía un veneno distinto para cada plaga,
las hormigas eran sus acérrimas enemigas
y sus rosas su preciado botín.
El alcohol era su veneno,
acuñar bienes materiales su enfermedad,
y en esa mañana cuando descubrió
que los pétalos jóvenes habían sido 
consumidos la noche anterior
estalló en ira y vació todo el contenido
de los envases que había guardado
a lo largo del jardín.
No pasó mucho tiempo hasta que notó
el error que cometió, ya que las plantas
empezaron a morirse ese mismo atardecer.
Durante su vida acuñó cuantiosas riquezas
y muchos enemigos, en su locura no se percató
de la cuerda que se alojaba en torno a su cuello
comenzando a apretar mientras él contemplaba 
estupefacto como su jardín se deshacía de a poco.
Al final la casa quedó rodeada de una niebla
espectral y hay quienes sostienen que se lo escucha
murmurando mientras busca a las hormiga,
aún en la eternidad.

Esperando la tormenta

La tormenta yace lejos de nosotros, 
pero el viento frío que la precede
se hace sentir en esta noche de verano.
Veo los resplandores sobre tu ciudad
los mismos de los que tú buscas reparo
y sin embargo no le temo a lo que viene.
Las hojas que se desprenden de los árboles
azotados cortan como navajas, caminando
sobre el borde nos volveremos a encontrar
y entonces veremos cuan profundas
son las heridas que nos infligimos
en el pasado, que como esa tormenta
está lejos pero latente.

Segadores

Cruzaron la tierra
dejando un escenario
gris y rojo,
reduciendo a cenizas
aldeas y cultivos,
bebiendo sus filos
la sangre de los débiles.
Una plaga,
ejército oscuro
sobre corceles oscuros,
arribaron al valle
en donde todo resplandecía.
Verdes prados,
agua fría,
un puñado de almas
aguardando en los sembrados.
Los hombres de armas llegaron
a tomar lo que querían
en su paso arrasador,
que esta vez encontró lobos
ocultos tras la piel del cordero
para caer sobre ellos purgándolos.
Un tendal de escudos rotos
las monturas esparcidas,
espadas quebradas
devorados por el fuego,
mientras en lo alto
las fogatas en los cuatro puntos
sirven de guía para los desposeídos.

Sed

El agua fría de la montaña,
el mejor Malbec allá donde
el viento sopla suave,
no han conseguido apagar 
nuestra sed por la batalla
guiándonos a través de 
la tormenta de acero y sangre 
cuando los relámpagos cubren
el manto negro y nos aprestamos
a la carga contra nuestros enemigos.
Martillos, espadas y escudos,
todo fundido en una escena
eterna mientras la gloria
aguarda dormida a que la 
reclamemos en su blanco castillo.

Luces en el manto

He mirado tantas veces el cielo
donde las noches frías convierten
esas luces en helados cristales,
tantos o más que los espectadores
que como uno ven hacia el manto eterno.
Soledad, es sólo una palabra,
acaso el mar incesante no nos une,
no sopla el viento hace tanto que
la memoria lo ha olvidado
y la luz del sol acaricia los rostros
de los que están al otro lado
de la oscuridad del mundo.
Entonces deberíamos maravillarnos
de estar vivos, tratando de ser mejores
cada día que vivimos, dejando de lado
tanto consumismo e hipocresía y que no
nos dé lo mismo contemplar las atrocidades
que los humanos cometemos, 
como a un montón de marcas rodando tras el balón.

Esperándote

Voy a quedarme aquí
en esta calle vieja
mientras el sol le cede
su reino a la luna
y vuelve a surgir otra vez.
En esta vereda llena
de baldosas irregulares,
una muestra de lo diverso
que es nuestra existencia,
esperaré a que vengas
y finalmente nos encontremos.
La lluvia me acompañara,
como siempre ha estado ahí,
todo ocupará el lugar que debe
en el curso de esta vida
como bien ya lo sabes.

Destellos

El sol caía sobre el frente de la casa, haciendo resplandecer el cabello del más pequeño de los tres.
Sus hermanos mayores, gemelos ellos, cuidaban de él como si fuera un juguete de carne y hueso.
Sus progenitores les habían prohibido cruzar más allá de la vieja cerca de madera, que los separaba de la vereda marcada por las raíces de los árboles.
La tarde se iba y con ello llegaba la noche, los tres contemplaban desde la ventana como el pequeño árbol al otro lado de la calle refulgía.
Un día los gemelos se fueron a la escuela dejando al pequeño solo, vigilando desde su atalaya como el árbol seguía allí llamándolo.
Una noche en la que sus padres estaban distraídos abrió la puerta de la casa, cruzó la cerca de madera y puso un pie sobre la vereda.
Vio a las estrellas llamándolo como el faro guía a las embarcaciones y atravesó corriendo la calzada.
Se acercó a la reja de la casa vecina contemplando como una cinta que se había alojado en el árbol ondulaba al viento, reflejando la luz y emitiendo destellos.
Volvió presuroso hacia el hogar y buscó cobijo en su lecho, portador ahora del secreto que los demás habían ignorado.

MNW

Todo yace en calma
éste mundo es demasiado joven aún,
por eso los hijos del fuego lo toman
no dejando que la vida termine de florecer,
y así es durante miles de años
una agonía sobre la tierra.
Al final el cielo se desborda, 
naves negras, escondidas tras las nubes,
traen la poderosa lluvia 
señalando el choque definitivo.
Las huestes del averno se aprestan
para la batalla, en sus ojos sólo 
hay un abismo eterno.
El trueno y el relámpago
marcan el comienzo de esta guerra,
un tambor sonando ominoso.
El manto se cubre de marcas,
los cuatro han surgido armados 
de martillos de acero,
golpeando a la marea roja
que retrocede impotente
para que éste amanecer
la luz reine sobre las tinieblas,
mientras los Reyes vuelan a Asgard.

¡Manowar, Manowar living on the road!. (“Kings of Metal”, Manowar).