Estimado
Palenciano: ya nadie escribe por este medio así que me ha parecido un buen
momento para romper el maleficio del tiempo que se ha puesto excesivamente
consumista.
Lejos han
quedado las calles de la simpleza, las noches de probar estrategias y esos
tipos arriesgando su vida mientras nosotros nos lastrábamos los grisines. O la
búsqueda de esos antros de buena vida en los que te daban un puñado de
felicidad consistente en diez fichas. Pues resulta que ahora intentan venderte
lo último de lo último que es más de lo mismo pero cambia la generación que lo
adquiere sin chistar entregando el sudor del futuro que se disfraza de tarjeta
de crédito o certificado de esclavitud si prefiere un eufemismo. Raros aquellos
que no cargan con dicho documento, bizarro dirán los modernos sin saber lo
valiente que se debe ser para no caer en las trampas del laberinto diseñado
para que ninguno salga. No hay Asterión como tampoco ovillo que nos permita
salir ya que la prisión es mental de forma tal que la llevamos a todas partes. Hasta
nuestros sueños son grabados de manera de vendernos aquello que no necesitamos
pero creemos lo contrario siguiendo con la adoración de estampitas que les ha
resultado a algunos bastante bien en estos dos milenios y contando. El espía
que se encuentra con nosotros jamás podrá descifrar el mensaje que hoy escribo
dado que no sabe el significado del lenguaje que empleo y desconoce el método
elegido. En caso de que accidentalmente lo descubriera recurriré a los glifos
sobre la coraza de los vagones bastando con que usted siga su rastro en
bicicleta así no queda registro alguno de la proeza que le encomiendo. De ser
considerado un loco recuerde que lidia a diario con el repartidor, el cajero y
el jefe, todos ellos tienen algo de familiar pero seguimos intentando descubrir
qué. La misión creo yo no presenta mayores inconvenientes siendo que es un
avezado en el arte de cruzar la vía para entregarle las cuentas a más de uno,
muestra clara de que la correspondencia ha sido degradada pero no el oficio en
sí. Al recibir la epístola observe la expresión de su compañero, seguro ha de
respirar profundo cavilando el asunto para concluir con estas palabras.
—¡QUÉ CARAJO
ES ESTO!
La ausencia de
signos de interrogación obedece a que la Remington no los tiene completos en
una clara muestra de inculturación, forma bonita de llamar a la invasión del
anglicismo.
Atte.
PGF
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