23/03/2020
A las 8:01 horas me di cuenta de que algo no iba bien, demasiada demora incluso para un sábado en eso de quitar la traba y permitirme salir para entrar al paraíso verde en el que puedo tener un atisbo de libertad hasta darme de bruces con la realidad del cerco. La humanidad se esconde del resto de sus congéneres pero los caninos vagan libres, los dueños de las calles y del agua que la lluvia deja como mensaje de renovación en los cordones, ríos que se secarán cuando la tormenta pase. Un minuto más tarde apareció él arrastrando la fatiga de la semana sobre sus pies descalzos, me observó con una extraña expresión incluso para alguien que está a medio despertar y desandó el camino volviendo con el adminículo haciendo equilibrio sobre el tabique además de las ojotas. Detrás cayó ella quitándolo del medio, la misma expresión se dibujó en su cara y luego ambos desaparecieron para que la pequeña se asomara al cubil llamando a su hermano quien en una muestra de sensatez quitó el cerrojo permitiéndome huir ante la urgencia del llamado de la naturaleza. El brillo de la mañana cercana a las nueve me dio de lleno, dibujando burbujas en el aire a mi alrededor aunque enseguida el espejismo se evaporó cuando el hocico me guió como una brújula en la noche cerrada, dejando a los humanos preocupados por encontrar la respuesta al chaleco rojo y violeta semejante al ocaso anunciando el viento siguiente, olfateé un aroma que se escurrió enseguida pero ya me dirigía raudo al fondo de la casa dando con Pedro sentado debajo del álamo que a su lado lucía joven. El humo de la pipa ascendía al cielo, dibujando aros que eran una prohibición para su hija pero se hallaba lejos intentando encontrar a un detective que resolviera el misterio de aquel ropaje tomado sin dudas de alguna historieta acorde a los comentarios del can vecino, sin embargo el símbolo del héroe estaba demasiado borrado para poder descubrir el origen. Las personas en la casa pasaron por alto ese detalle incluso cuando llegaron los comensales dejando a un lado los fideos caseros, abocándose en la tarea de determinar al autor de la colección y sin que la sospecha recayera en aquel que sentado afuera sigue pitando viendo al este. Por ahí piensa se ha ido su amor, sobrevivieron a las bombas pero el tiempo vino finalmente dejando el vacío, semejante a un cráter en él que el dispositivo estalló y el vidrio sobre el marco ha quedado agrietado por el recuerdo. Son pocas las cosas que ahora vienen a su mente con lucidez, la oscuridad del olvido ha confundido la ubicación de los hechos así que me llama con el nombre de un ancestro al que intenta cobijar del frío en la montaña allá al otro lado del océano. El crisol es uno de los tantos episodios en los que la memoria logra dar en el blanco, después yerra generando la aflicción en los que lo rodean haciendo que se olviden de la prenda que porto sobre el lomo y llevando la conversación hacia la necesidad de ubicarlo en un lugar con mejor atención mientras la pasta comienza a hervir lanzando columnas de vapor sobre el cielorraso hasta que alguno activa el extractor que las manda rumbo al oeste, justo en donde veo partir al disco anaranjado en el comienzo del otoño. La reposera se ha ido para el interior junto con su usuario, en el borde de la ventana ha quedado abandonada la chimenea igual que mi osamenta a la espera de que alguno invierta el proceso matutino y me permita entrar.
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