Sentado en el depósito que hace las veces de sala de profesores, Flavio sorbe el café en tanto espera la llegada del resto de la humanidad antes de que el sol asome por entre los árboles de la plaza. La portera es la primera alma con la que se encuentra, el resto viene posteriormente hasta que llegan los actores principales, no hay acto posible sin ellos razón por la cual anhela que la audiencia esté completa. Una mezcla de roles, el del observador que se vuelve partícipe hasta que la campana suena anunciando que es hora de terminar con el ensayo. Ahí el docente vuelve a su realidad, mirando al mundo que cambia constantemente encontrándolo siempre un paso más atrás, pero en cierta forma sabe que no hay prisa alguna. Para qué andar corriendo contra el mundo que sigue girando, es mejor abandonar esa idea loca centrándose en cuestiones más importantes aunque viendo alrededor descubre que hay varios pilotos profesionales, a los que sólo les interesa alcanzar las posiciones de arriba del todo. Olvidan que el 1 es un casillero para una solitaria alma, así que será difícil que todos puedan ganar, ahí surgen las frustraciones de saberse en el segundo lugar lo que equivale a una especie de derrota. Algo que no se puede aceptar así nomás, al mundo se le muestran los grandes éxitos, simplemente lo mejor de lo mejor. Una sonrisa ante la cámara vacía, el ojo del espectador presente en todas partes que refleja una especie de control semejante a un gran hermano hecho realidad, lamentablemente no nos hemos dado cuenta a tiempo y así están las cosas. La necesidad de ser los primeros de los primeros, algo imposible por cierto, nos fuerza a tener que estar presentes en el centro de la escena compartida. El recuadro puesto sobre la cara sonriente, al menos las preocupaciones se han ido un instante en cuanto el flash nos da en los ojos, luego sigue la historia desdichada hasta que encontremos algo que compartir. Al mundo tampoco le agradan las noticias tristes, en una especie de autodefensa contra lo inevitable se han creado espacios de confort debidamente amueblados con los más gratos momentos, que las lágrimas se queden afuera junto a los perros de la calle. No hay lugar aquí para los fracasos, todo debe verse imperecedero aunque volvamos a los tonos sepia que serán aggiornados y traídos al presente al agregarle colores vivos. De esta manera se tratan todas las cosas por igual, se busca una felicidad eterna cuando hemos sabido que esto es más bien una quimera, pero quién está mirando en este momento eso. No es importante, la disfrazaremos así podremos estar a tono con el mundo que nos devuelve un me gusta en complicidad absoluta, es medio difícil que los pulgares estén siempre hacia arriba. Necesariamente debe haber una víctima, caso contrario el sistema carecería de sentido alguno y habríamos encontrado el paraíso digital, con nuestros nombres puestos al tope de la tabla de posiciones del exitismo. Ahí estamos de nuevo, mostrando a la victoria que nos sonríe en medio de la batalla aunque realmente no pueden ganar todos, es un premio demasiado pobre para que le toque a cada uno de los mortales. Pero por algún motivo olvidamos que es así, no nos importa en lo absoluto en tanto podamos sentirnos a gusto con esta existencia que no muestra el vacío en ese cuarto, ahí en donde ahogamos nuestras penas pero no las exhibimos a nadie.
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