I
El
océano eterno va y viene, repasa los hechos que ocurrieron para luego dejarlos
grabados en la memoria que le falta a los que viven rodeados por él creyendo
que jamás serán alcanzados por sus brazos que son bastantes visibles. Una nueva
historia es traída a la orilla, en la tarde será vieja para aquellos que viven
apurados sin mirar a su alrededor perdiendo el brillo de todo ese mundo que se
desarrolla bajo la mirada atenta del sol que regala sus caricias a cualquiera,
aunque en ocasiones son más bien besos ardientes que dejan las manchas rojas
del deseo sobre la piel de los incautos que se descubren ante su presencia. Una
huella ha quedado sobre la arena levantando un reclamo de parte del
omnipresente azul hasta que finalmente también ella es alisada, yendo a parar a
la enorme lista que en el archivo del fondo se guarda la que equivale a granos
de arena en lo que hace al racconto. Luego la espuma se levanta extendiéndose
por el viento sobre el desierto seco, la franja húmeda ha quedado a miles de
kilómetros en la cuenta de granos que se amontonan como anécdotas en las que se
vuelven las vidas que discurren ahí afuera en la tierra, importantes en los
aspectos de dejarle una marca al otro que comparte el viaje y que se traduce en
memoria. Pero esta a la larga se disuelve cual fortaleza construida de la misma
materia con la que los dedos hídricos fabrican un ábaco a los fines de tener
los documentos actualizados, empezando por la cantidad de pasos que se dieron
sobre la orilla y la última vez que la frecuentamos. La extensión del vacío
entre un momento y otro habla de la poca importancia dada a simplemente andar
sin tanta carga encima que al final de una estación nos habrá doblado por el
peso innecesario que se lleva, para que entonces vengan las dos líneas cruzadas
marcando el final de ese cuento que implica haber estado pero no vivido. Se
vive a partir de experiencias, de golpes que uno recibe para curarse y seguir,
de caricias que vienen en diversos formatos, cuanto más uno envejece mucho más
mira a esos momentos cálidos en los que la preocupación por ese asunto
intrascendente no existía. Entonces como obsequio el mar te larga un recuerdo,
una pista apenas que te lleve a regresar a ese lugar ahora lejano en el que
tres hermanos buscan almejas que como hojas son arrojadas por la marea de su
escondite. El único testigo es un viejo
barco enterrado hasta la chimenea, vuelto una mancha deforme que hace difícil
pensar en un navío con todas las letras salvo por una crónica perdida entre
diarios amarillentos que alguien intenta no sean expuestos, porque se desharán
enseguida tornándose nada más que una reminiscencia. La que ahora aflora
volviendo a una mañana soleada con los pies pequeños dejando el camino de
hormigas y la presencia mayor que trata evitar el desbande de esa hueste de
tres personas.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario