I)
La tinta se me ha de secar
pero el vino no ha de faltar,
ni el esfuerzo ni las ansias de
salir adelante en medio del océano.
Que lo que digan los demás
sea solo el graznido impotente
de los cuervos, vividores de despojos
y de los restos del festín.
Que mis suelas den cuenta de los
pasos apresurados bajo el sol
del verano, buscando juntar
las monedas para que en la mesa
no falte nunca algo de morfar.
Y ay de aquel que se atreva
a meterse con mi cena,
ya que tengo un jefe que es
un hereje, al que nada satisface
excepto recibir día a día
su cuota alimentaria.
II)
Yo te amo nena,
pero no es igual para los dos
y por eso he caído bajo,
en un mar nublado
de whisky y tabaco.
Yo escribo mis versos
sobre tu espalda
tostada por el sol,
pero otras manos los borran
como los dibujos
en la arena de la playa.
Me ves a los ojos
y ni siquiera soy un recuerdo,
tu sonrisa no es la misma
que la del primer día.
Así que no queda más
que éste blues, el que escribí
en el mar dorado
del humo y del alcohol.
III)
En la era de las espadas chocamos
hace demasiado tiempo,
pero aún puedo sentir la fuerza
que se generaba cada sábado en la tarde.
Esa es la metáfora de nuestra amistad
acomodando las piezas en el tablero
para iniciar de nuevo la partida
independientemente del resultado.
De eso se trata esto
de aprender del otro y respetar
los actos, reconociendo el momento
en que nos equivocamos.
Aunque pedir disculpas
pueda ser una carga tan pesada
envuelta en un silencio ominoso
que desaparece al decir perdón.
Gloria al guerrero que ha venido,
aclama y acomete hacia la victoria
sólo los que desisten de intentarlo
un vez más, fracasan.
IV)
Todos hablan muy bien
pero por lo bajo esconden otras intenciones,
violaciones psicológicas de los condenados
a obedecer tras la forma de un recurso
no sea cosa que alguien piense
que no hicieron lo necesario.
Hipócritas, infelices de mierda,
tras el traje y la cortesía
no son sino bosta secándose
bajo el sol de una ciudad cualquiera.
Dile a tus hijos que es correcto
y que no, pero has lo último
valiéndote de la impunidad
que te da el poder, educado poder.
V)
Un segundo,
logro batir a la bestia.
Otro segundo,
el veneno empieza a hacerse sentir.
Un segundo más,
el mazo finalmente se suelta
del cuerpo de la bestia que aún coletea.
Otro segundo,
veo la sombra del lobo abalanzarse
sobre nuestro Padre.
Un segundo más,
envío el martillo en esa dirección.
La bestia se ha ido
y pese a caer en batalla,
sin importar el costo
nuestro linaje se ha salvado
al final del Ragnarok.
VI)
Trazos sobre el papel
una parte nuestra vive en ellos,
la otra se desliza cubriendo
líneas de éste presente,
viendo hacia atrás un poco
atento a lo que viene.
Un blues suena triste y melancólico,
una bocanada al aire,
todo se ve tan claro ahora,
tambores de batalla suplantan
esta atmósfera azul.
En un instante se ha ido,
rápido y explosivo éste momento,
algo más guía la pluma,
una línea única de otros tiempos
juntándose en un todo,
mientras la inspiración
impulsada por las pasiones
se extiende haciendo arder
aún más nuestras existencias.
VII)
Me percaté del paso del tiempo
viendo que tras la reja no esperaba
el viejo Cerbero, aunque si encontré
a mi amigo de la infancia.
Todas las tardes sin falta
pasaba por la casa de Martín
a buscarlo para irnos a jugar
al potrero, justo al otro lado
de los silos.
El can se quedaba moviendo
la cola hasta que regresábamos,
entonces comenzaba con
sus ladridos de guardia.
Siempre fue así,
incluso cuando empezó
la época de la facultad y emigré
regresaba en forma periódica
al pago, encontrando una paz inmensa.
Y Cerbero que tenía un enorme olfato
aguardaba, hasta que llegaba a la reja
descolorida para darme la bienvenida.
Después de él Martín no tuvo
otro compañero,
me contaría más tarde que ahí
en donde los niños juegan ahora
cerca de los silos viejos, duerme
bajo la sombra de los álamos.
VIII)
Mañana posterior a una tormenta, el sol es un retaso en el cielo que trata de imponerse al aire fresco. Sentado en el viejo banco junto a la bajada a la playa, al amparo de un tamarisco solitario, el anciano espera. Tiene años y paciencia, la que le ha permitido transitar en éste mundo acelerado. Es curioso que al llegar a viejos no se considere a estas personas, como si vivir no fuera una experiencia hermosa y simplemente te tildan de vetusto.
Pasado de moda diría él con una mueca mientras se toma otro sorbo de café, fue allá en Valeria en otra parte de la costa, donde se hizo adicto a la cafeína y cada mañana antes de salir de su casa enroscaba la vieja máquina aguardando el punto de ebullición, mientras juntaba las hojas que el otro anciano, el viento, le dejaba en su patio.
La bestia negra lo observaba desde el refugio esperando que el portón se abriera como si fuera una señal de largada, para ir a esperar en la reja verde a los transeúntes. En su caso el efecto era el mismo, nadie se acercaba a él como si simplemente no existiera.
Así están las cosas, muchos celulares y varias maravillas tecnológicas pero nada de comunicación, una pura ostentación de nuestros tiempos, pendientes de lo que hace el otro sólo para competir. Y éste block de notas es tan rústico, primitivo como la vieja Olivetti que cada tanto saca del armario para imprimir sus recuerdos, lo que se queda en el papel no se pierde, todo lo demás es fútil, sólo una imagen.
Recuerdo que vi a dos chicos jugando en una vereda, con esas máquinas repartidas por el estado y uno le dijo al otro: “¿dónde estás?, no te veo. Estamos tan cerca y no nos vemos.”
IX)
El fuego se había apagado,
los lobos dormían
como el resto de la aldea.
El anciano cargó su viejo escudo
y la pesada espada que antaño
le sirvió en las batallas
contra los sajones.
Cruzó la desolada aldea
hacia el mar que lo llamaba
una vez más.
El viento soplaba suavemente
como una melodía a punto
de convertirse en una cacofonía.
Desplegó la única vela de la vieja nave
y entonces una mano invisible
hizo andar la embarcación
hacia lo desconocido.
Primero fue un destello de plata
cruzando el cielo,
luego una cálida lluvia
que mojó su cansado rostro
y finalmente sólo
las estrellas titilando.
Un día seguiría esa senda,
por ahora necesitaba
una aldea que saquear.
X)
Vivo cerca del peaje,
a un costado de la ruta
tengo mi rancho
y esa silla desvencijada.
Mi compañía son esos tres canes
que vienen puntuales a buscar
los manjares que quedaron
de la escasa cena anterior.
Tras el día vuelvo a casa
con el lomo cansado de
andar arando la tierra de otros,
por no haber nacido hijo legitimo
del patrón me ha tocado mendigar
mi sustento más de una vez.
La única luz que ilumina el hogar
es la de los autos que cruzan
previo pago a ese que nunca está.
Lo único cierto es el alba
y que si algún hijo puta viene
con malas intenciones
hay una fila de colmillos
esperándolo en la noche.
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