sábado

C

I)

Un correo electrónico en la bandeja de “no deseados”, debí haber imaginado que por algo estaba ahí. Eso en lugar de embalarme, pensando cómo sería la gloria literaria.

Así es que envíe dos heraldos, bajo la forma de cuentos breves y sorpresivamente uno de ellos logró llegar al castillo del Rey Diamante.

La editorial Abigail remitió otro correo, informándome que debía confirmar mi participación en el concurso.

Había pocos antecedentes de ese sello editorial, pero su supuesto director dejaba un rastro de cheques voladores aludiendo que se los habían hecho firmar un montón de abductores extraterrestres.

Pero eso seguía sin convencerme del todo, la niebla de la gloria me había cegado por completo y levanté el teléfono.

Del otro lado me respondió una voz siniestra, a todo me decía que sí pero eso no fue lo peor. En un instante estaba hablando con el Rey en persona, sólo podía calificar esto de un ascenso meteórico. Eso fue lo que me terminó de decidir.

Colgar y luego devolver los correos a su lugar de origen, fue lo mejor que he hecho.

II)

Un golpe tras otro,
un mar de astillas,
la savia esparcida.
Detrás de los pasos del leñador
sólo desolación y vacío,
un centavo por cada gigante abatido.
El tiempo no curó las cicatrices,
el agua lavó el suelo
drenando la vida,
dejando sequía.
Al final el hacha se desafilo,
contempló la noche
que cayó sobre el
y cerró los ojos,
uniéndose al sueño
eterno de sus ancestros.
Y en el lugar de su última morada
un joven árbol creció,
el único recuerdo del
bosque que destruyeron.

III) 

Llegar segundo y último
es lo mismo dijo el exitista,
irse uno a cero abajo
se asemeja tanto al baile
de un cuarteto y eso que ahí
nos llenaron la canasta.
El que pensó eso es parte
de una humanidad que valora
los triunfos, absorbe los recursos
de un continente y los vende
como piedras preciosas,
para luego lamentarse porque mueren
personas de hambre mientras viven
viendo que comprar en una de esas urbes.
Todo lo demás no existe sino está
en una tonta red o en un celular
última generación.
El humano podrá clonarse
pero el alma no se replicará jamás
y de ahí que al final sólo queden 
cáscaras vacías consumistas.
Tal vez entonces tener tanto poder
y fraguar excusas no sea necesario,
cuando solo seamos vidas dibujadas
por alguien que pensó que puede
jugar a ser Dios.

IV)

Te quiero así,
con aciertos y errores
después de todo 
¿a quién le importa
lo anterior?.
Quiero tus días buenos
junto a aquellos de tormenta,
tu sonrisa en la mañana
y la tristeza que te invade
cada cierto tiempo.
Tus rezongos, el llanto,
las veces que pierdes la paciencia
y hasta las ocasiones en la
que envías a medio mundo
a volar un rato.
¿Si no te quisiera así,
qué sentido tendría todo esto?.

V)

Sentado en un banco 
de la plaza sin nombre,
esperando llegar a viejo.
Un lujo demasiado grande,
ya es difícil alcanzar 
el treinta de cada mes.
Luchando un día tras otro
para luego 
tener que demostrar que vivo
y mientras los planes funcionan.
Más vida,
más pobreza,
menos trabajo,
menos educación,
menos de todo.
Tierra noble esta
que en tantas crisis 
todo lo absorbe
y nada pide a cambio.
O tal vez,
un poco de memoria.

VI)

Deja toda esa carga,
la que has arrastrado a través
de las últimas décadas y
quédate con lo único que me
interesa, tus besos y tus caricias.
Incluso ese lazo etéreo que
te mantiene prisionera
ha de desatarse en medio
de un mar de sabanas
y así olvidarnos de
cómo hemos llegado a éste
lugar, tan solo amémonos
una vez más como en el pasado
cuándo no  teníamos ese
símbolo de pertenencia, 
tan sólo el uno al otro 
en cada amanecer.

VII)

Has estado siempre ahí
sobreviviéndonos cuando 
nuestras presencias se fueron.
Tormentas y tardes apacibles
han pasado, mientras tus brazos
se extienden al cielo
haciendo gigante tu sombra.
Esta taza reposa en el regazo
marcado por los años,
cada vena uno más.
Algunas huellas en la base
muestran la estupidez,
pasos vanos.
Tus raíces penetran en la tierra
sintiendo el movimiento
de los días, mientras las hojas
amarillentas se deslizan
hacia la eternidad.

VIII)

Algo en el aire tal vez
o ese imán que siempre tuviste
para atraerla, caprichosa señora
de todas nuestras alegrías y tristezas.
Un mar de lanzas tratando de evitar que pase,
pero vos vas con la fe y la voluntad hacia adelante
sabiendo que al final una te iba a quedar,
para que aquel lugar que no es otro que la casa
de nuestro hijo perdido, grite tu nombre
en medio de esa lluvia torrencial.
Parece que hasta Dios se emocionó
en esta última arremetida,
quedándose afónico de tanto gritar
mientras renacías, una y otra vez
una tarde de sábado lluviosa 
y llena de sorpresas.

IX)

La sangre de la cosecha anterior
se evaporó en un instante,
el humo cubrió el aire de la aldea
arropándose junto al fuego,
nada mejor que el lecho
en un lugar al que llamar hogar.
Sería un invierno crudo
las bodegas rebosaban de vino,
nada de esperar a que se añeje
mal presagio si no lo sirves esta noche.
Las historias llenan la oscuridad
mezclándose con las risas
pronto llegara la nieve,
la escena se repetirá en el refugio
esperando que al alba
el sol les dé un respiro,
cortando la niebla para calentar
la helada planicie invernal.
Los caminos desaparecerán de a poco
como el líquido que llena los toneles,
mientras los días vuelan
con las hojas del otoño,
pareciendo una eternidad blanca,
contrastando con el calor
en el interior del salón
donde los escudos cuelgan
y las espadas se mantienen aceitadas,
alimentando las almas
risas, recuerdos y un mar rojo
corriendo entre nosotros.
El aullido del lobo marca
el punto más frío de la noche
mientras los tizones se niegan
a ceder, todo es silencio ahora.
Una atmósfera de paz cubre
el gran salón, esperando que el hielo
se quiebre marcando el comienzo
de una nueva incursión.

X)

Se levantó dejando a un lado
un pesado cartel que le dio
de lleno tras la explosión,
la nube de polvo se había disipado
ya nada quedaba del estadio.
Nadie más había sobrevivido
ni jugadores, ni dirigentes,
el hostil público se evaporó.
El viejo técnico, convertido
en delantero ese día
ante la necesidad de resultados,
miró los restos de la roca
que cayó del espacio
y se dirigió dolorido hacia
donde había estado la salida
alguna vez.
Nunca más volvería
a dirigir allí.

Tributo a J. O. Palenciano.

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