sábado

E

I)

Admiro los viajes de Verne, las fantasías de Cortázar, los versos aún candentes de Gustavo y la ironía de Michel de Sofos.
Las mil formas con las que quitar todos los velos de tu cuerpo hasta dejar descubierta esa alma
de guerrera, amante y madre, sabia como la tierra misma por venir del barro en tanto las rocas ígneas  llamadas hombres se precipitan en tu búsqueda.

II)

Cae la noche en una tierra lejana, sus calles se han pintado 
de los colores traídos desde más allá del Atlántico
y no son solo banderas, varias almas también han venido.
En una esquina se han cruzado,
al igual que del otro lado del charco
son cientos, son miles los que allí se juntan
entonando el mismo himno que Ricardo
alguna vez cantó, la marcha triunfal 
de los Santos de Boedo
y por aquí no sopla ningún huracán.
Tanta espera ha terminado,
finamente esa estrella está donde debe
decorando las vitrinas de una historia eterna
justo como Ricardo hubiera querido,
viéndolo todo desde una esquina en el cielo
ahí donde San Juan y Boedo se juntan.

III)

Ayer, un domingo cualquiera de octubre,
recibiste un mensaje nuestro,
de cada uno de los que ha sido estigmatizado 
durante demasiado tiempo.

Ayer, te diste cuenta que nada es eterno
que la soberbia y la verborragia en cadena
sólo conducen a que nos cansemos
deseando algo distinto.

Ayer, todo lo demoraste para no admitir
la derrota que ya cubría tu cielo de papel,
en esa misma forma es que le respondemos
a tus interminables cadenas.

Ayer, hoy te vuelves eso
porque la verdad 
ya es hora de otra cosa
y tu silencio, es sin dudas
lo mejor que has hecho hasta ahora.

IV)

Tras la cacería, la degradación, el saqueo
y miles de subterfugios para drenar 
los suelos del paraíso, construyeron
enormes edificios de piedra
extraídas por los esclavos del nuevo mundo.
Más alto el templo, mayor la ignorancia,
mientras las masas se mueven detrás 
de ídolos llevados en andas
y sus catedrales son la entrada a los
cementerios, donde los que han sido
masacrados en nombre de quien murió
en la cruz claman venganza.
Sus hijos desposeídos de todo,
de la dignidad y de la tierra,
han sido condenados al olvido que trajeron
las carabelas un día que no es para
nosotros sino otra más en el calendario.

V)

El árbol había estado ahí, siendo
mecido por el viento, desde
que las estrellas fueron
puestas en el cielo.
La enorme águila moraba
en la parte alta del fresno,
criando a sus hijas,
custodiando la entrada.
Debajo, en el lugar más
oscuro del mundo,
el dragón aguardaba
impaciente que su mensajero
le trajera la respuesta
de la gigantesca ave.
El roedor llegó y le susurró
al enorme reptil lo que
éste esperaba.
El dragón enfurecido
comenzó a subir hacia
la superficie.
¿Cómo se atrevía a llamarlo
lagarto echa humo?.
El águila lo aguardaba
junto a sus hijas,
la pelea entre los dos
estalló en las alturas.
Un tremendo relámpago
quebró el cielo, obligándolos
a cesar la confrontación.
No se veía el carro corriendo
por el cielo, otro era el que
invocaba al trueno. 
El dragón volvió a su guarida
comenzando a comer las raíces
del árbol, pero estas resurgían
y al cabo de un rato cesó
en su intento de derribarlo.
El árbol siguió meciéndose,
cobijándolos a la espera
de la inevitable batalla.

VI)

Todo es silencio,
una calma que nunca se ve 
interrumpida ni alterada.
Cada paso que das
es acompañado de la misma paz
que tienes cuando descansas,
ni siquiera la tormenta espantosa
que se ha desatado esta mañana
puede perturbar tu existencia silenciosa.
Y es que ves todo, al igual que el resto
de los que moramos en éste mundo apresurado,
pero ningún sonido llega a ti.
Sin embargo no parece que eso te detenga
mientras cada día que pasa
te diriges hacia esa rutina de oficina,
como si recién estuvieras empezando
con algo nuevo.
Haces todo tan sencillo
que contrastamos demasiado,
precisamente porque mi alma
es ese trueno resonando ominoso
y vos, la lluvia cuyo sonido no te puedo describir
porque de tanto oírla las palabras
se han ido en medio del torrente
que ahora empapa las calles,
mientras espero que vuelvas a salvo
cada tarde de éste otoño.

VII)

Las calles no demuestran el progreso
tan solo el abandono al que nos sometemos,
el mismo que recubre a los canes que
pujan por una gota de agua
y sufren el olvido indiferente de nosotros.
La reja verde separa los dominios de la loba,
negra como la noche en la que te encontraron,
y le sirven de refugio a esa indiferencia
impiadosa que rodea a sus congéneres.
Si con ellos empezamos
así tratamos a muchos otros,
recibiendo lo mismo
de los que están tan cerca nuestro,
pero separados por esos muros que
construimos para aislarnos.

VIII)

El océano se volvió rojo
en éste viaje hacia un horizonte
violeta, anunciando al viento
que no tardará en llegar a nosotros.
Las estrellas cubren el cielo
es una helada noche del año
pero no siento nada de todo eso,
ataviado en está armadura roja
que bombea la maquinaria de guerra.
Las pasiones empujan a la pluma,
una bocanada de humo vuela hacia 
el manto negro que pende sobre 
la nave que con gracia se mueve en
la tempestad desatada al fin.
Roja es la batalla,
roja esta bebida
que se ha ido de mi copa 
hacia el mejor recipiente
del mundo, para traerme recuerdos
que empañan la visión.
La lluvia se ve eclipsada,
tu recuerdo aún sigue vivo
corriendo por la cascada carmesí
que surge desde el corazón
y golpeando como una canción de batalla
mientras me voy hacia el horizonte.
La atmosfera se ve cubierta de tintes
de vino y tabaco, mezclados con
una añoranza por otro puerto
que se quedó atrás en la estela de esta vida
mientras esos dos faroles azules
cortan la oscuridad, quemando como
el vino que me he bebido esta tarde
para traer de vuelta tanta nieve del pasado.

IX)

La ciudad sigue aquí
testigo de alegrías inmensas
y penas que el mar ahoga.
Aún la luna se mira en
ese inmenso espejo,
mientras trae las voces
de todos los que hemos estado
en éste lugar antes.
Las cosas ahora se ven distintas,
los problemas de aquella época
son gotas de lluvia en ese inmenso,
silencioso mar, atesorando cada instante como
un eslabón de la cadena de recuerdos
que han de traerte a vivir 
con más intensidad al presente.
No es volver la mirada atrás,
sino evitar que esa memoria se pierda
en todo éste caos que nos consume día a día.
Deja de lado las malas cosas,
esas caras falsas deben ser quitadas
para que sólo quede el calor
de los recuerdos más hermosos.
Veo la ciudad a través de un rectángulo,
el cartel rojo ha quedado sin reparar
y la estación yace vacía, pero todo
vivo en la memoria que nunca perderemos.

X)

Caminó,
llegó un momento en el que no sentía los pies,
el sol abrazador lo quemaba y así siguió
durante una eternidad.
Mala época para estar sin un centavo en el bolsillo
y un crío en la casa esperando a que el padre vuelva,
antes al menos tenía trabajo y un techo que nunca
fue suyo, algo al menos no había cambiado.
Un día el recorte,
un adiós estampado en el portazo
mientras ella se dirigía a lo alto de la fábrica de muebles
y ahora al entrar irónicamente a ese lugar,
formando la fila de los hijos de la calle,
vio a quienes eran sus jefes.
Ella buscaba una cómoda,
hacía juego con su persona,
el jugueteaba con su vástago
mientras buscaba efectivo.
Al final los perdió de vista y se encontró
rodeado de la madera, de nuevo con dignidad
y un futuro mejor.
Luego una noche las sirenas,
las tres sombras se recostaban sobre las llamas
ella maldecía, él no sabía hacia dónde correr.
Todo vuelto cenizas,
la ambición y el materialismo
fuego y madera serán,
así el sol abrazador de diciembre
los encontró caminando por la misma senda.

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