jueves

Día 20 (Búnker)

Día 20: un sábado eterno, ayer las imágenes se asemejaban a que alguien hubiera abierto el grifo liberando la pestilencia sobre todos ellos que por incautos y por necesidad se agolparon en la calle. Las filas interminables, la desorganización puesta sobre la mesa y adiós a tantas precauciones después de catorce días desde que arrancó la cuarentena dichosa. Las muertes que se suceden, las que vendrán, el mundo que responde tarde y qué esperar del tercer planeta dentro de la tercera roca si no las muestras de los desastres que se pretenden esconder atrás de cortinas de papel. Lo que no pudieron las declaraciones y pactos de la posguerra en cuanto hacernos iguales realmente, lo está logrando la pandemia. No discrimina, no le importa lo poderoso que te creas o lo débil que seas, vendrá a golpear la puerta pero nadie escuchará el llamado sentándose en la mesa junto a tus problemas de cada día que son más o menos la misma porquería que los que pensaba eran importantes y se meterá en esa bocanada incluyéndote/incluyéndome en la lista. El tiempo dirá si hemos de sobrevivir, si veré de nuevos gran parte de esos rostros cuya fotografía descansa sobre la bandeja de la impresora que emite el mismo sonido lastimero de siempre cuando las palabras saltan de la pantalla al papel. Las sonrisas se pierden en un julio de hace dos años que parecen miles de millones de eones por no decir los días previos a los que viene a cubrir una salida y partida del globo solar semejante a esas grabaciones en las que todo se acelera, la ropa se seca enseguida teniendo apenas el trabajo de quitar las espinas que se clavan en la piel igual que tales recuerdos. Días difíciles estos, de aulas vacías y de ausencias que alguien siente pegando como piedras levantadas por la máquina que cercena el pasto igual a las vidas de aquellos que no supieron ver venir al enemigo hasta que finalmente empezó a cobrarles el canon con cada respiro. La secuencia se repetirá mañana deseando que en esta lotería no le toque a uno pero otros no serán tan afortunados si eso ocurre, flamea el fuego de nuestras existencia en medio de una tempestad que no detendrá ningún chasquido, escudo o armadura quedando la vulnerabilidad de cada ser humano expuesta como el corazón arrancado y puesto sobre una mesa de metal esperando que esa presencia omnipresente se apiade girando rápido el mundo para pasar a mejores momentos. Por ahora el ritmo cansino de las manecillas que en ocasiones se atascan es lo único que parece moverse, hasta las hojas han dejado de agitarse cuando la noche viene a poner su manta encima de nuestras cabezas.

Día 14 (Búnker)

Día 14: dejé atrás el portón corredizo, la seguridad de este rectángulo que nos ha cobijado las últimas semanas con más fuerza que los anteriores cinco años y recorrí una calle casi desierta a excepción del perro que salió al encuentro con el ladrido aflorándole de la garganta hasta ser llamado a cuarteles de otoño. Después vino la avenida, el aviso que bajaba desde el cielo, algunas almas deambulando por las calles, la puerta del supermercado a medio abrir y el chango propio que me acompañó hasta el interior. El de la carnicería no usaba barbijo, las cajeras y los explotadores del comercio sí al igual que el tipo de la verdulería cuyas manos se encontraban manchadas por la tierra que envuelve a alguno de los productos. Recorrí las góndolas esquivando presencias, la distancia sin embargo se achicaba desde el otro lado desandando pasillos y efectuando el recuento de víveres para terminar cargando veinte kilos más en envases azules además de las verduras. Los billetes recibieron una ración de desinfectante, el plástico se agotó hasta nuevo aviso, el sendero de vuelta fue bastante más tortuoso que a la ida deteniéndome unos instantes para cambiar la carga de posición y continuar por la calle más silenciosa que antes. En la reja actuó el desinfectante, debajo del alero y en los picaportes, la ropa terminó en una bolsa oscura, antes de esto las zapatillas sobre un trapo impregnado de lavandina, el agua cubrió los brazos quedando el olor ácido en el ambiente así como en la vereda que rodea la casa. Luego la lluvia sobre la cabeza, la mesa que antes ocupaba el jardín en los días cálidos sirve de plataforma de depósito del contenido que ahora suelta el changuito, previo paso por la aduana que la desinfecta y tras ello los vegetales han ido a parar a la conservadora que actúa como pileta finalizando con el escurrido de cada una de las piezas. Las manos enceradas pueden finalmente sorber el mate a la sombra, el mundo afuera sigue contando los días del encierro con mensajes que se escuchan hasta entrada la noche dado que muchos aún lo desoyen. El que se acercó buscando golosinas, el sujeto de afuera viendo espantado la máscara que portaba, las dos mujeres saludándose con un beso y otros dos dialogando en medio de la calle, el contraste lo puso la cara de enojo de la veterinaria que mantuvo la distancia. Los recaudos han sido tomados, no sé si serán suficientes pero es lo máximo que puedo hacer cayendo en varios momentos en la paranoia de la extrema limpieza y el temor a dar el siguiente paso fuera de este marco en el que pintamos una parte de la historia que en otros lugares es un punto rojo producto de la sangre que han dejado los que pelean en el frente de batalla.

Día 10 (Búnker)

Día 10: esa voz anónima llega traída por el silencio que hay en la calle, apenas interrumpido por el mensaje y algún que otro graznido. No pensaba que escuchar la lluvia anoche me fuera a reconfortar, sin embargo tampoco concilié demasiado bien el sueño hasta que el mundo desapareció despertando con el reloj anunciando dos horas y media menos que la realidad. Una llamada entró, otra salió al rato, voces que siguen lejanas igual que esas imágenes que llegan desde afuera aunque alguna refiera a un sitio no tan distante como Pinamar y la misma disnomia de siempre que se ha acentuado ante la urgencia del caso. Mensajes en rojo y blanco, alertas, urgencias, últimas noticias que dejan desubicadas a las que tenían hasta hace un rato ese rótulo volviéndolas viejas en los partes cada treinta minutos igual que a las cifras de enfermos. Cada tres días el número se ha duplicado aunque ayer se disparó la cantidad de casos, incluso ya no ha respetado a los que parecían los más vulnerables y se dedicó a expandirse en franjas etarias más jóvenes. No hay corona valga la ironía que proteja a los poderosos de la enfermedad que extendió su fúnebre crespón sobre el mundo, dejando el adiós en la puerta que se cierra en el rostro de aquellos que ya no verán a esa presencia que en solitario se va. No es que haya una diferencia en el hecho de pasar de largo en cuanto a irnos solos pero las palabras finales y los besos se han tenido que quedar apretujadas con la impotencia haciendo un nudo en la garganta, para eso no existe medicina alguna excepto la mitigación del tiempo. Otro día discurre en soledad, pese a que algunos tenemos la suerte de no estarlo del todo sigo con esa extraña sensación de fatalidad rondando cerca de la boca del estómago, una suerte de calambre pos carrera de resistencia de esas que se quedaron lejos en la adolescencia. Un par de fotos de un sábado antes de la final en Rusia son como maderos flotando después de que el acorazado se ha ido a pique y lamento las pocas palabras de afecto que les he dedicado a los involucrados en ese rectángulo repleto de sonrisas. La voz que viene del bulevar parece sacada de una película de ciencia ficción, los ladrillos se han mojado como en cada otra tormenta, las canaletas gotean esas lágrimas que alguno ahí arriba soltó y los brotes verdes se extienden en medio del camino que las invasoras de negro se empeñan en mantener abierto como canal de comunicación. Las ruedas aguardan a un costado del sofá poder besar algún día las toscas, el pavimento y las líneas que marcan el rostro de la calle en la que los únicos dueños son los perros que van y vienen, siguiendo con esa extrañeza de encontrarse tan a sus anchas ante la escasa presencia de seres humanos que de pronto se han marchado igual que los restos finales del verano. 

Día 8 (Búnker)

Día 8: la brisa golpeaba ese rostro al montar la bicicleta sobre la calle cuyas piedras pequeñas se estrellaban contra los rayos del carruaje que ahora junta polvo en un rincón de la casa, las noches se siguen viendo estrelladas pero hay demasiado silencio incluso para este lugar que se precia de dicha cualidad. El móvil pasa al atardecer con la sirena enloquecida alumbrando un poco los costados, las almas no vagan fuera del cerco a excepción de algún que otro perro que sabe interpretar esa calma que se ha extendido como un manto sobre la tierra habitada pero temerosa. No hay bombas en el cielo, tan solo es otro ataque etéreo que se cobra nuevas vidas y pone en la fila a varios que parecían en un momento invulnerables, mensajes por doquier en la distancia que ya asusta un poco. Voces que se extrañan metidas vaya a saber uno dónde, esperando que oigan la advertencia en lugar de seguir por el camino de siempre que ahora yace abandonado agrietada un poco más la vereda. La loma en la que los pinos le marcan el territorio al asfalto, la diagonal bajo un sol que sigue dándote un abrazo en eso de abrasar y ellos tres que se han separado ahí por diciembre sin la oportunidad de deambular una vez más por allí. Tras esto la calle de arena, el consultorio con el cartel de advertencia por si alguno no se ha percatado del asunto, un teléfono que sirve en casos normales y el susurro entre los hilos de alambre del terreno baldío que ha comenzado a ser limpiado aunque los siguientes trabajos deberán esperar a que el capítulo termine. Vuelta a la casa, al lugar del que generalmente huimos por rutina o por voluntad propia, paredes que escuchan con atención esas palabras de aliento que vienen desde los rincones del cosmos y siguen flotando en la noche en la atmosfera de la paz que se ha instalado por vez primera en la tierra. Aunque la batalla, una de las tantas de esta guerra, se siga librando mientras los defensores tratan de que las grietas que han comenzado a aparecer no se vuelvan un desmoronamiento. Aguantar un poco, las manos que se encuentran lejos suman su esperanza a esa metáfora, deseando que el contador no ascienda demasiado deprisa porque sino vendrá el desborde del río sobre los valientes defensores. Anónimos ellos, posiblemente los hemos cruzado incontables veces pero nuestra atención estaba en la ida apresurada o la vuelta lenta cambiando juntos de colectivo a bondi para distanciarnos con apenas un par de cuadras, ciertos lugares frecuentamos sin conocernos nunca. Ahora las vidas que penden de un hilo llamado incertidumbre son puestas bajo su ala protectora, los rectángulos de los alambrados rodean la construcción que acusa un lustro desde la inauguración y el postigo se da de bruces contra la pared a la que el pasto recién cortado manchó en señal de protesta. Sangre verde, si fueras la única que se derramara sería todo más sencillo. 

domingo

Día 6 (Búnker)

Día 6: el mensaje baja desde los altavoces, un miembro por familia, la fila a un metro de distancia, las tres de la tarde marca el final del horario de compras y el comienzo de la restricción, la patrulla dobla en Luro rumbo al bulevar iluminando por un instante lo oscuro de este asunto. La llamada del otro lado del océano, de un lugar remoto que apenas puedo ver en un mapa y ese rostro aún más lejano con un cuarto de siglo encima desde la última vez. Los camiones desfilan, el adiós será solitario con una plegaria que se pierde entre las paredes del refugio, la foto se marchita igual que la vida tras el avance de la plaga y la falta de conciencia, la reacción tal vez salve a alguno pero las cenizas quedarán flotando en la oscuridad. El único fuego que realmente debería haberse quedado en una metáfora de alguna historia vieja, traída en un tomo que ilustra la batalla final entre el héroe y la serpiente que lanza el veneno desde su trono dorado. No hay recurso que pueda frenar el embate, de haberlo el poderoso se quedará solo para descubrir que quien lo cuida afuera del domo se ha ido debilitando hasta que ya nada le llegue y entonces tendrá que unirse al resto, a los meros mortales que aguardan la suerte en la ruleta producto de todos los que no sienten empatía alguna por los demás. La oscuridad sobre la vieja civilización es el ocaso aquí, estirando el rayo final de sol el momento de que finalmente las sombras vengan y tal vez esas empalizadas resistan un poco ganando días para reducir los daños. El problema sigue estando en el boicot interno, aquellos que no han guardado su lugar tomándose esto como si fuera un fin de semana eterno y deambulan por la vía pública, la disnomia no podía quedarse fuera del espectáculo que se desarrolla desde hace días. Lejanos tiempos los de viajar hasta San Romano, recorriendo el camino a la orilla del mar que se encuentra más lejos aún, una postal pegada en algún rectángulo de los que forman el alambrado agitada por el viento y descolorida por Febo que ha vuelto. Tras la supresión de las horas apretujadas la salida un par de minutos para levantar provisiones sabe extraña, una especie de sueño que en cualquier momento mutará a pesadilla y esos dos faroles que han pasado indagando accidentalmente sobre una nueva bolsa de desperdicios que ha sido dejada como mensaje de existencia. Luego la repetición, las ventanas que recibieron la luz de la mañana yacen cerradas aguardando la caricia del rocío, todo se ve normal excepto la sensación del principio que apenas puede ser diluida por el hecho de estar ocupado esculpiendo ideas en el teclado, cosa de dejar algún registro de todo este pandemonio.

Día 5 (Búnker)

Día 5: dejando atrás la seguridad del hogar, si acaso se puede confiar en ello hoy, todo yace detenido igual que el paso de las horas del confinamiento obligado producto de un enemigo que ha llegado a sentarse en la mesa esperando que su aperitivo se le acerque en bandeja y desatar la destrucción provocando un colapso que en otras partes se traduce en camiones  llevando féretros. No habrá despedida por el momento, el tiempo dirá igual que ahora contando los pasos hasta el cesto de basura que marca la vuelta forzada a la seguridad de los barrotes que no es tal. La perra recorre el perímetro, la música viene desde otra dimensión en la que los náufragos como nosotros se refugian esperando que no les llegue el veneno, mismo método de destierro para las hormigas en lo que se asemeja al huésped invisible que aguarda el llenado de las copas con ese océano que recorre nuestras arterias. La soledad del exterior, la canilla cuyo goteo ya dejó de ser un sonido más y se ha vuelto la manera moderna de contar ovejas, el androide no sueña con ellas porque se encuentra recargando y saltando sus propias vallas burlándose de nuestros intentos de poder conciliar el sueño. La repetición llamada rutina marcaba ciertos aspectos consolidados, pero acá no hay nada de ello, las barreras de los horarios han desparecido y reducen todo a quedarnos tranquilos viendo las horas pasar. Cualquiera podría volverse loco pero no hay nada más que hacer, dejando la pantalla encendida por si en una de esas finalmente alguno aparece admitiendo que esto no ha sido más que un capítulo nuevo de un engaño bien diseñado. Nada de eso, las cifras siguen en ascenso, la desolación planta una bandera que no flamea y sepulta la esperanza de llegar pronto a un final de este momento bajo toneladas de ansiedades que se vuelven letras frente al procesador de textos. Vendrá el día, la tragedia seguirá su curso, los insensatos nos condenan a la extinción de seguir por ese camino, las barreras son levantadas en sitios que antes nos recibían con los brazos abiertos. La misma imagen se repite, montículos, iracundos, hacinamiento, inconscientes, desbordes, algunos muchos que se tomaron esto como una comedia y no vieron el cartel de tragedia encima de todo firmando la salida apresurada para tomar una ruta que los ha conducido a la exposición innecesaria. Pero dejan en evidencia la falta de humanidad, el todo vale con el que se han criado hasta poder tomar decisiones que son siempre culpa de los otros por haberlos primeriado y las exhiben como el mejor de los logros. Los metros sobre el concreto se asemejan a un patio amurallado, la única diferencia está en que podemos decidir permanecer allí tranquilos dejando de lado todas esas preocupaciones y darnos una chance más grande de salir de esta enorme tormenta que cubre nuestro momento aquí en el mundo de los vivos.

Día 4 (Búnker)


Nota: las primeras medidas fueron anunciadas el 15/03/2020, cuatro días después vino la cuarentena en la República Argentina y un cambio tajante en nuestras vidas. La crónica parte de ese primer anuncio un domingo de marzo.

Día 4: tengo esa extraña sensación de que algo viene, no es angustia sino una especie de nudo en la boca del estómago que encuentra su justificación en la cantidad de información que llega respecto a la pandemia. Deduzco que hubo una subestimación del asunto en otras partes y acá generalmente se corren los problemas desde atrás, como el último hombre tratando de detener al nueve que ya eludió al cancerbero dirigiéndose sin oposición a la red. El problema es que por más defensa que tengas si estás bajo ataques constantes a la larga el escudo se perfora, empezando el sangrado que deja de ser una metáfora tornándose algo concreto a juzgar por la cantidad de caídos en esta batalla que el mundo no vio venir sumido en el consumismo, en la reina economía y en alguna cuestión materialista más. Aquel que quería únicamente el sol ahora lo ve desde una ventana lejana, aislado bajo sospecha o por ese mecanismo de protección que uno intenta negar llamado miedo, pero en su caso este último será el que nos dé una oportunidad de sobrevivir. Ha caído la lluvia dejando su rastro de espejos sobre las veredas, en algunas calles nos obligó a tener que besar el pasto o jugar al equilibrista sobre los cordones deambulando por una línea blanca amarilla con la greda a un lado y el agua estancada al otro. Luego les cobrará peaje el sol, llevándose la carga hídrica que se deshará en el aire esperemos que con los restos también del visitante invisible que aguarda en la impunidad de lo microscópico dar el salto terminando con esa resistencia tan endeble. La peste no distingue, rico, pobre, bien vestido, con harapos, instruido, desnutrido, consciente de lo que ocurre a su alrededor o sin que ello le importe, lo único parecido a esto es el tiempo sobre todo porque roe hasta los sueños que por andar ocupados en rutinas interminables dejamos a un costado. Desaparecidos los horarios, las cargas de andar yugando, los límites impuestos de manera vertical para que los roles asignados antes de nacer sean cumplidos y la importancia del riesgo país, quedan únicamente los seres de carne y hueso que le pondrán nombre a los capítulos por escribirse. Lo demás ahora es apenas una anécdota, carbón mojado después del banquete que vimos de lejos, silencio y óxido, el pasto crecerá bajo esos despojos hasta que venga la guadaña naranja a quitarlo permitiendo que pueda iniciar de nuevo el ritual de mandarle señales de humo a los que anden cerca. La envidia deberá irse unos segundos después de que el fuego bese con su lengua roja la superficie del papel, acelerado el asunto por alguna de esas trampas que permiten la combustión casi al instante y ponen así a salvo al cartón que conserva su integridad. Un resto de la misma caja no ha tenido tanta suerte, se arruga luego de servir de abanico sobre la pila negra que pretende volverse volcán que dorará la carne, uno de los pocos lujos que se nos permiten hoy.

sábado

Fórmula


Hace un tiempo en un lugar lejano y al que el sol le daba siempre de costado existía una pequeña sociedad de individuos que habían superado los obstáculos que el tiempo les ponía en el camino con una fórmula mágica. El descubridor de la solución definitiva para todos los males humanos recibió el estatus de salvador del mundo conocido, que no se extendía más allá de lo que un individuo puede ver con los dos limitados ojos que le han sido provistos al nacer. Aclamado por lo bajo y alto, abucheado en ocasiones ante la reprimenda severa de los oradores de turno que se deshacían en elogios por aquel al que conocían gracias a los libros de historia que lo pintaban como el único iluminado, Altvater latino que encontró la panacea poniéndole su sello en cada una de las ediciones con las que el siguiente monólogo era esparcido a los cuatro vientos y llevado sobre los cascos imperecederos como muestra de la pertenencia de esas tierras que nunca conocieron otras voces. Esculpidos los retratos con diferentes momentos de la vida del ídolo que dejó a uno de sus discípulos las llaves del cofre que esconde la solución ante cualquier contratiempo, cosa de que se llegue a buen puerto pese a tener los vientos en contra y sin necesidad de esperar a que la rosa nos dé una manito. De la historia anterior al momento de ese triunfo rotundo sobre las sombras del mundo poco se sabe, se lo ha visto cruzar abismos y conquistar otros lares tan sólo con el poder de su presencia. Dueño de todo lo conocido, por eso la multitud aclama los logros sin cuestionamientos al señor del paraíso que sólo conoce de la presencia de Nike en las fotografías que lo exhiben rebosando de vitalidad aunque sean en blanco y negro, irradian el enorme convencimiento que generaba incluso en los paganos que negaron la existencia del mismo hasta que les llegó al corazón. Tintineo metálico, flor dorada que quita lo malo de las conductas y esconde el fuego que debe arder para oponerse a la barbarie, déspota que se mantiene altanero cuando alguien ha osado dirigirle una mirada de reprobación. Murmullo descuidado que se convierte en grito de indignación, en la derrota se atreven a confrontarlo pero bien que no dijeron nada cuando las arcas estaban llenas y la luz invadía vuestros hogares. Veo que aún mantienen no obstante ciertas costumbres, ponderan los triunfos pero se mantienen alejados de las derrotas como de a un leproso que ha cometido la osadía de pasarles cerca con la armadura negra y roja puesta. Critican, opinan de cualquier tema, desconocen la mayoría de lo que expresan pero tratan de parecer que saben mucho del asunto y al final emplean el arma favorita la cual me pertenece por ser su descubridor, qué digo descubrimiento, invención por la que he merecido el mayor de todos los premios. Y ahora por si alguno no cayó todavía lo revelaré, es algo bastante simple, fácil de utilizar al igual que respirar o caer en la dimensión del opinólogo que habla de cualquier tema, conoce todos los idiomas pero en caso de pifiarle se hace el desentendido al recibir una llamada salvadora.
El secreto es echarle la culpa al otro, que este se haga cargo.

Allá en el sur


Su cabello se ha puesto como la arena pero cada tanto larga uno de esos tonos marrones que siguen flameando como bandera en ese viento salvaje que nunca cesa, recibiendo el beso frío en los pies descalzos sobre la playa desierta excepto por ella vuelta faro y estandarte en esa batalla silenciosa contra la ignorancia que la llevó a enclaustrarse salvando a cuanto bajito anduviera dando vueltas cerca con esa luz del salón que jamás se apagó. Transfirió el fuego de esto de interpretar gestos y momentos para volverlos letras que se esculpen sobre el papel aunque he sabido que algunas pueden perforar las rocas de esas montañas ancestrales, dientes de gigantes caídos entre rayos y centellas para darle forma al mundo conocido en algún mito. Leyenda que encierra algo de cierto aunque lo magnificado del asunto hace que no sea creíble, excepto en lo que respecta a volcarlo en una historia con la imaginación desplegada como un águila proyectando su sombra sobre la tierra que yace quieta ahí abajo. Se agita la llama, la hoja tiene renglones, líneas, márgenes y ciertos colores, la mueca en el rostro se torna sonrisa, los ojos le dan vida a esa cara que una mano calmada dibuja justo en la hora que cree libre mientras el resto se dedican a tratar de resolver alguna de las consignas, tarde notaré la ausencia de la persona y su habilidad para ese arte que he visto en otras ocasiones en lugares lejanos pero unidos por el mismo hilo de darle a algo un significado que muchas veces las palabras requerirían de un enorme repertorio. Pero al fin puedo sacarlo a la luz, aunque sea en formato de nota breve, esquela, oda, poesía que no rima nunca, anécdota y crónica de tantas jornadas que hemos pasado desde que vino la patada inicial lanzando al esquife al lago que mutó en océano para que esa barca cambiara a trirreme cortando la oscuridad ahí en donde una mano confundida con el destino pretende dejar a cada quien en una ceguera permanente de manera tal que se pueda manipular esa existencia. El espolón cercena los hilos, las marionetas mascullan improperios contra el titiritero hasta que los vocablos se vuelven gritos iracundos sin disimulo alguno, fuego sagrado llamado expresión que tiene sentido una vez que se la suelta iniciando la composición que deviene en texto. Imagen descripta, cuadro que se pinta mezclando colores y surgiendo escenas, lienzo invadido por el sol y la luna, caballo que espantado se escapa de los trenes a los que ha engendrado, palancas y botones accionando la maquinaria que sale en su persecución vueltos los controles de un arcade que resplandece entusiasmado al reconocer a un viejo amigo que ha vuelto. Nada de ello y todo a la vez, un oxímoron, contradicción que acompaña al ser humano en todo ese viaje vaya a saber uno a dónde pero manteniendo la chispa inicial. Las enseñanzas de esa docente que se trasladan hasta el infinito, entendiendo que esas letras unidas tienen un significado únicamente porque alguien se ha tomado la delicada tarea de hacérnoslo comprender allá en el sur de la provincia en un lugar llamado Océano.

jueves

Fichines

Botón rojo para el salto, con el amarillo usa la espada y el azul no hace nada, al menos no hasta conseguir el ítem mágico que permite invocar esa pequeña ayuda consistente en hacer desaparecer a todos los personajes que intentan detenernos en el avance hasta la pantalla final. Recuerdo haber estado ya en esta sala desierta en la que los fantasmas se materializaban danzando sobre mi cabeza, para que me diera cuenta que el escudo era sólo una decoración perdiendo una vida. Tras varios intentos se llegaba al puente que unía un nivel con otro para simplemente encontrarnos con que no habíamos juntado cada una de las piedras de color rojo que permitían cruzar a salvo. Si el mago aparecía en el medio de este podíamos seguir avanzando, obteniendo de recompensa un blasón que servía de vida de refuerzo en nuestra justa contra las fuerzas del mal. En el caso contrario apenas una pantalla negra con la inscripción “GAME OVER” para luego escuchar las risas del jefe del juego y sus secuaces quienes se seguirían burlando en la vuelta a casa. Alguno de los vecinos de la cuadra contaba cómo era el final de ese viaje, las peripecias que uno debía atravesar para llegar a la última fortaleza. Un castillo con pinta de derruido, telarañas y muchas grietas que aseguraban que esas paredes se nos vendrían encima de un momento a otro, lo peor era el escenario en el que peleábamos contra nosotros mismos al reflejarnos en el enorme espejo. Pero finalmente la luz triunfaría, podríamos poner las iniciales de nuestro nombre en la última pantalla, tras esto danzarían los personajes diciéndonos adiós pues en el mundo de afuera tocaría empezar otras etapas. Varios años más tarde, sin tanto cabello y con menos vista encontré la máquina que me trajo de regreso a la infancia en un instante. Lo único que los botones estaban bastantes maltrechos, al caballero la barba le había crecido llegándole a la rodilla y cada salto le costaba horrores, hasta los fantasmas se veían un tanto avejentados. En el otro extremo del nivel el antiguo boss esperaba como siempre, pero al llegar allí los dos personajes tiraron las armas y se abrazaron en un llanto compartido. Después silencio, un montón de signos y números conformaron la pantalla que marcaba el bloqueo de aquella maquinaria ya ancestral para los de afuera, excepto para los dos viejos ojos que la veían con cierta nostalgia. Una lágrima apenas rodando hasta la palma de la mano, volviéndose una ficha con tres ranuras en su cuerpo y todo el brillo de otras épocas sin tantas presiones del mundo externo. La ranura recibió como la vez primera aquella solicitud de bajada del portón del renovado castillo, las banderas flamearon, el héroe había vuelto y con él los peligros más allá de las murallas. Un paisaje florido lo esperaba, unos cuantos acertijos que debían ser resueltos para dar con la última misión en la que el villano levantaba una bandera blanca al mismo tiempo que el personaje principal. Después todos unidos saldrían a agradecerle a quien les permitía seguir conservando la inocencia que con el tiempo se va, como partes de una construcción que se llena de marcas y pierde recuerdos. Ahora la máquina sigue ahí en un lugar de la costa, aguardando que algún piloto avezado empiece con la travesía en búsqueda del botín más preciado como es lograr terminar el juego sabiendo que esos minutos son únicamente de uno. El tiempo aquí se detiene, las palancas sienten la caricia de unas manos pequeñas que vienen acompañando al navegante en su vuelta al hogar en algo tan simple como un videojuego. El score final tendrá las iniciales de esa vida que empieza a florecer, los dos se vuelven tres en tanto se alejan en la noche rumbo a la casa vieja que los aguarda. Ahí he empezado a escribir esto como forma de no perder completamente al niño que sigue corriendo mientras el adulto ve la manera de resolver esos problemas que bien podrían esperar un poco más. Un crédito más que jugar.

domingo

Vacío y olvido


En ese día no quedarán más que las paredes
llenas de cicatrices que no son intentos de
alguien de arruinar la pintura nueva en la
que no invirtieron, sino la muestra de que
todo a la larga cae en la decadencia por
culpa de aquellos que se han dedicado
a guardar pedazos de metal en cofres
herrumbrados al que únicamente
las cucarachas se atreven a frecuentar.
Debajo de la pila de libros anaranjados
quedan los dibujos mojados, con colores
que se han fundido en un abrazo
y al pie de la obra el nombre de ese
último prisionero que ahora ha conseguido
vagar por el mundo como un recluso más
al que le machacaron las limitaciones
con eufemismos de felicidad y armonía.
Cree uno que anda a sus anchas
pero si mira con atención descubrirá
al insecto en la baldosa recién lustrada,
aplastándolo con toda la fuerza
que tenga a su alcance dando
luego la alarma para que otros en situaciones
parecidas se dediquen a contener la invasión.
A esto lo sucede el silencio,
la rayuela que se borra en el patio de
comienzos de marzo, los fantasmas desalojados
de los tragaluces y la pesadez de tener
que volver a cargar con todas esas mochilas
que se repite en incontables
ocasiones sin reacción alguna.
Salvo por el hecho de que me he dado
cuenta de lo insano de ello,
empezando con las etiquetas
a los fines de dar con el diagnóstico
de esa enfermedad que implica
ser diferente y no agachar la cabeza.

lunes

Demonios


Los monstruos tienen piel, carne y huesos, están a nuestro lado aparentando ser normales pero afilan sus garras en las sombras esperando el crepúsculo para ya no tener que seguir escondidos. Salen bajo la luna a quebrar las existencias de otros reduciéndolas a fragmentos de lo que iba a ser una vida plena, la víctima sangra sin que se note porque el zarpazo ha llegado a lo profundo del alma y no hay reparación posible. Únicamente el tiempo mitigando el daño físico, pero la mente te golpea con el recuerdo de la agresión agravada con la publicidad de la misma en torno de sorna por parte de los que eran tus iguales aunque no dudaron en lastimar sin remordimiento. Amparados por el silencio de los que te rodean, tal vez un comentario en un muro que contiene las marcas de los hechos como arañazos implorando que el tormento cese. Luego no hay nada, apenas el despojo de mi humanidad expuesta como un nervio a las inclemencias de vivir en esas condiciones. El fuego y los tormentos son sólo metáforas para asustar a los otros, a los impíos no los afecta en nada cubiertos por la inacción de los que no se ocupan cuando deben y salen de garantes de los profanadores. La muerte de la sociedad cuyas reglas se aplican en extremo protegiendo al victimario, matando el alma de la víctima a la que ya le robaron el cuerpo. Las marchas culminan con los desechos, si hubiera sido al revés nos aniquilarían rápido para demostrar que fue justicia pero la palabra es tan vacía como un texto de quien no pasó por los círculos del averno. La instancia es apenas un manojo de papeles en el que el perpetrador es el actor clamando una indemnización por las injurias y el señalado aquel que lo ha perdido todo sintiendo el vacío profundo. El peor de todos ellos, la pérdida del alma.

Agridulce


Nunca me he ido realmente y el café que me acompaña lo sabe, hemos tenido esa conversación de nuevo en torno a la loza que encierra al mediterráneo oscuro en el que el banco blanco se hunde dejando las aguas dulces. La cuchara ha emitido un sonido argentino al ser golpeada contra el borde dejando las gotas que de contrabando pretendía retener. Luego descansa sobre el plato blanco, haciendo juego con la mañana fresca empieza a dormir hasta que la despierta el grifo. Ambos irán a la siguiente batalla, la plateada obrará de catapulta que envía los proyectiles de cristal a recorrer el océano que sirve de teatro para la charla compartida por un rato y después de plataforma de lanzamiento de los sueños que pueden volverse realidad. Aunque sea uno sólo que logre cruzar la tormenta desatada, esquivando los peligros ocultos por ausencia de faro alguno aunque los ojos sobre la superficie vigilen sin descanso. A la larga se relaja dejando que la tibieza se vaya, el fondo resulta cálido y luego la sensación de frío igual a salir de entre las olas. Por eso la metáfora de loa agridulce que puede tener algo de salado también, las mismas sensaciones que al recorrer estas calles antes de que las invadan los apurados de siempre. Un par de billetes viejos cuidan la tabla sobre la que el recipiente sigue vacío y entonces llega esa nave brillante en la que los náufragos son trasladados a tierra firme. Más tarde tocará volver a hacerse a la mar, ahí seguiremos con este tema.  

Ría


Poniendo la mente en otra parte mientras el cuerpo sigue adelante, la inmensidad del viaje se presenta como una boca enorme en la que el mar penetra con olas pequeñas por el momento. Se mecen los sueños sobre la cubierta llena de vida que recorren ese tramo, luego como los cangrejos con la marea han de separarse. Dejan la playa desierta cubierta de agua que emula al tiempo que se termina, vuelta a los traslados buscando mendrugos y vino que se pica rápido, apenas fue in instante esto de asomar como las lisas para despedir al transeúnte. Tras ello el sol se pierde entre las nubes que le sirven de telón, cosa de no mostrar que sigue cobrando por la obra en otra parte ya que no le alcanza para llegar al final del mes. Un beso a los barcos que flotan esperando el momento de regresar hasta la baliza que yace abandonada, el musgo la acompaña a recibir todos esos besos que la corriente le da. Tapa con un cálido rayo los restos de las barcas que apenas son armazones de un pasado que se ha vuelto, ría, biguá y venado fundiéndose con el paisaje. Pastizal y talas emergiendo entre el barro, arenas blancas repletas de guijarros lamidos por la espuma que arriba en dotaciones pequeñas. Un sonido espanta al morador de ese lugar, apenas las voces de aquellos que se apiñan a babor para poder contemplar al último de su especie que escapa de las miradas indiscretas.

domingo

Viajo

Viajo, ¿acaso no es lo de siempre? Pasan las estaciones al igual que la noche sucede al día y el farol de plata pende de un hilo, se balancea sobre el mar como una luz trémula en la noche apacible. La brisa dibuja monstruos con el humo que cruza, en la oscuridad el verde cazador da cuenta de los chupasangres y apenas se mecen las cañas. Luego vendrá el silencio de la casa, los sueños extraños y la respiración suave hasta que el frío de la madrugada nos saque de la comodidad. Vuelta a la escena, un boleto más con idéntico destino tan sólo alterado por los rostros de los demás viajeros. Las hormigas se mudan sobre la cinta azul que se pierde en la lejanía, apenas un par de balizas naranjas detienen el andar pidiéndole al mundo que se aparte ante la comitiva real que viene a exigir los privilegios del estío. Después la nada, las líneas blancas desaparecen como un registro que se borra para no recordar que la escena suena a repetida. Las filas estarán vacías en el otoño, dejando de agolparse en las dársenas en las que quedarán las marcas de sus pasos apiladas en los contenedores que se vacían una vez al día permitiendo que en la siguiente jornada no suene tan trillado. Apenas un recuerdo vago de esos dos niños que cruzaron por el hueco del alambrado para poder alcanzar los juegos de madera, desgastados igual que la estación que esta noche yace vacía. Las luces que se apagan, los trabajadores que se marchan, el colectivo aguardando al último estudiante que desciende para luego irse con un solitario pasajero al otro faro que está llamando desde lejos. La postal del invierno que aparece nuevamente a la venta en alguno de esos locales de recuerdos, variando tanto menos que el tique de acceso al último bondi rumbo a la ría.

sábado

Pez

Ondulaciones, luego un impacto al borde que se irá a formar parte de la marea de barro igual que el muro derruido. Las vallas de contención son juguetes para que aquel que mora en la ría los desgaste hasta llevarse el botín. Lo mismo para las líneas que intentan darle caza al pez gordo, él que en su mundo de sombras y sirenas está rechoncho. Ya no se contenta con esas carnadas, los espineles siguen en la soledad sorbiendo lo dulce y la sal que se mezclan en esta correntada, del otro lado del continente los brazos azules separan los pastizales en los que los venados se ocultan. El otro habitante de estos humedales asoma su corona ahí en la ribera, confundida con un brote de talas que se alzan como las flores del lugar recibiendo la caricia del viento que viene desde la boca rozando el pilote enclavado en medio de la corriente que marca la entrada antigua. Después únicamente el vaivén de las olas que empiezan a sacudir las embarcaciones, los cangrejos han abandonado la sombra de las barcas tras recibir el abrazo de la marea que empieza con su danza a hacer bailar a todos aquellos que se atreven a quedarse cerca. Sol naranja y rojo te vas detrás de una nube, la noche tiende el manto como si fuera la puesta a punto de la mesa en la que ha de ponerse al corriente de todo lo sucedido en su ausencia diurna. El faro con su luz trémula atraviesa la bruma marina dándole al enorme pilote la sensación de no estar solo, la otra señal de vida viene del sur sumándose al vuelo de las lisas que otean a los habitantes de la superficie. La estela es un camino blanco sobre el espejo que enseguida éste alisa, a la brisa se le da por jugarle una mala pasada generando pliegues que en tropel se precipitan sobre la playa de conchilla y la verde manta que puebla esas orillas. Restos de embarcaciones le dan la alarma a aquellas que aún flotan, alguna ha empezado a hacerse lugar en el lecho viéndose apenas el mástil que en épocas no tan lejanas sintió el flameo de la bandera con el escudo de un tiburón venido de más allá de la curva. Tiempos lejanos que se esconden debajo del oleaje, la tarde toca a su fin y es hora de volver a casa dejando a la enorme presencia escondida en soledad debajo de ese otro mundo que paralelo corre al nuestro.

 

lunes

Escalera

Todo lo que se echa a perder con el tiempo excepto el recuerdo de nuestra existencia plasmado en aquel al que hemos ayudado de una forma cualquiera, con retazos de nuestras horas dado que es lo único acotado y ese que muchas veces no está disponible por andar cargando pesos innecesarios a través de un camino empedrado, la única muestra de alguna que otra existencia que se deshizo igual que esos bustos en tributo a ídolos de carne y hueso. Si aquello que uno llega a tener por un instante, aquel en él que se encuentra respirando, no sirve para dejar una marca en los demás que implique un cambio en la situación que viven pues habremos desperdiciado la oportunidad. Intentando en la mayoría de los casos despeñar al que viene al lado todo el camino cuando el brillo en la cima te engaña pensando que la fortuna se encuentra ahí, no importa cuántos rostros tengan que irse antes del buen día empujados por la ira que invade a quién encontró una excusa en eso de trepar dejando atrás el destino escrito por fuerzas que son superiores a los simples mortales. Entonces un manotazo lo arroja lejos, sintiendo el temor en la caída a un pozo profundo repleto de los pecados cometidos en esto de subir pisando a los otros y descubriendo que únicamente ahí abajo en el frío eterno existe un camino que da vueltas a esa montaña sobre la que se desarrolla la vida de la humanidad. Teniendo que conformarse con maldecir en vano, la luz solar no llega ahí abajo únicamente las tinieblas y esos fuegos encendidos por almas que usan los harapos de sus ricas túnicas para poder iniciar las fogatas, empujándose para rodar cuesta abajo hasta los abismos del infierno que los aguarda. En el purgatorio no entendieron el mensaje, la escalera cuyos peldaños yacen labrados en la roca se volverá luminosa cuando lo malo haya abandonado el alma de aquel que aguarda una última oportunidad, penitente que comienza a subir rumbo a ese sitio celeste viendo las cascadas que se precipitan sobre la tierra en la que la primavera acontece.

 

domingo

Arcades

Ante la pregunta molesta de la sociedad que insiste con sus estereotipos intentando que no nos apartemos de la casilla he tenido que responder ¡Vengo a jugar!  ¿Qué otra cosa más se puede hacer en un salón repleto de obras de arte? Debería preguntarse lo qué se encuentra haciendo en ese lugar lleno de historias que llaman a retomar las horas olvidadas por tener que volvernos aportadores seriales al mantenimiento de la estructura que no duda en criticar,  tildando de desviada la conducta de aquellos que ya no peinan canas por habérseles volado las chapas que les quedaban y deberían en su caso estar en la fila de espectadores de la cancha de bochas o las rondas de naipes que esconden mentiras, si a esa altura recuerdo alguna. Pero no, he venido a conquistar, a aceptar el reto, a intentar no pincharme en la curva en la que el erizo reposa sobre el muro y encima tiene cartelera propia en el cine de enfrente. Puedo detenerme en la peatonal a contemplar al mundo deambular esperando que el reloj con esos fuegos dorados se encienda y la galaxia explote, los demás seguirán su camino ignorando el llamado de la batalla. El balón se eleva por los cielos haciendo inútil la estirada del portero que juega siempre adelantado, curioso que les ocurra lo mismo a todas las escuadras, un beso a la red que contiene la pasión de la esfera con gajos negros y blancos. La hinchada corea el nombre del once que ha metido ese gol, la de afuera del estadio grita tan fuerte que eclipsa esos cánticos que sólo resuenan en los oídos del veterano jugador número 1 al que la ausencia de la ranura correspondiente no le ha impedido tomar el control de la eterna Azzurra. Después los resultados pueden o no llegar, el empate como buenos perdedores nos dejará a afuera a los dos así que la victoria únicamente es lo que queda aunque ya la conozcamos tanto menos que a la derrota. Un par de créditos, dependiendo del juego, duermen en un estuche que emula el antiguo control de otro monstruo que descansa en las tardes del verano lejano, esperando el momento en que el cartucho sea insertado y nos abramos paso por esos niveles cuya salida requiere detener a toda la flota enemiga que volverá en la siguiente ocasión. Igual que el anónimo que se ha ido hacia el mar esperando que la nave lo lleve a otro puerto, la tarde se ha vuelto noche envuelto en esos sueños sonoros repletos de recuerdos y sensaciones. Así que he venido a jugar, no sé qué estás haciendo vos acá pero la mía es una misión secreta consistente en llegar a esa máquina que resplandece por encima de las demás y dejar la ficha en su seno que obra de fuente de los deseos. Un crédito más, sólo uno más. ¡Estoy en una misión para vencer al FC SEGA, pagano!

 

 

  



Costa Atlántica, ahí en donde Scorpion reconstruye la historia del torneo mortal.


jueves

Escritura


En la oralidad uno puede evadir ciertos obstáculos pero al tener que plasmar una idea sobre el papel queda prisionero de las palabras como si fuera una bestia llevándote a la rastra por un laberinto para terminar descubriendo que el monstruo es uno mismo con una máscara. La trampa está preparada, sortearla depende de la preparación traducida en una guía que nos acompaña un rato del camino para luego alejarse susurrando entre los árboles, que ahora sabemos son tales. Una composición a lo largo de la escalera que precede al laberinto, cada escalón tiene una descripción diferente que nos lleva cierto momento de ese viaje hasta dar con el objetivo de la misión abandonando la montura muy atrás en la noche. Un giro a la izquierda, después derecho hasta el siguiente cruce en el que una flecha nos indica la dirección incorrecta, brújula que gira enloquecida sin poder hallar su norte aunque tras pensarlo un rato no es necesaria. Ninguna de esas señales engañosas pueden evitar la conclusión del capítulo, el riesgo existe por habernos lanzados a recorrer ese campo que podría verse de otra forma y luego de llegar al centro del mismo veremos que únicamente hay un camino delante. Este se forma con cada paso que demos iluminado por el trazo de esa historia que se escribe en los rincones, en los momentos de quietud en este viaje sin línea de llegada que significa existir. Un leño más vuela al fuego trayendo con los chispazos recuerdos que se enfrían perdiéndose en el cosmos, pronto otro de los escalones contendrá esa historia con ciertas variaciones acorde a la manera en la que recordemos influenciada por los estados de ánimos. Después el cuaderno queda a un costado, resguardecido de las inclemencias en el morral que ha tomado formas diversas como compañero de viajes que por inseparable espera ahí al lado de la fogata que las páginas blancas se tornen un mapa nuevo. Dobladas, remarcadas las ideas antes de salir a batallar, forjadas con golpes y risas, las huellas del descubrimiento quedan sobre el polvo del camino mientras el toro da vueltas en círculos extraviado en su propia casa sin poder darle sentido a las indicaciones. La presa se ha escapado porque alguien le ha enseñado a pensar, su nombre es un anónimo más que no verá la obra completa dado que esta se extiende en el infinito.

viernes

Verano


MDQ
De regreso a La Perla del Atlántico, luego de casi un año que no nos dejó respiro. La vida nueva en la renovación de las fachadas, la plaza por repetición se ve diferente anidando bajo los árboles a toda una generación que ha de cubrir las huellas de la nuestra y esta se aleja de la escena menguando como esa danza de luces y sombras.

PLAZA
Quién diría que un día me encontraría al otro lado de la plaza, viendo correr a las personas para escapar de la repetición y de la balacera que desata la lluvia. Apenas es una avenida la que se interpone, sin semáforo o senda peatonal que permita el cruce.
Se quedó al otro lado el pibe y el entrado en años deambula protestando por las baldosas fuera de lugar, antes trampolín de sueños y de las gotas prisioneras luego del chaparrón. Actualmente yendo a la molienda de los recuerdos que vuelven cuando deambulo por aquí.

PERSÉFONE
Oh Perséfone tú que te contentas con ver a los amantes pasar frente al trono oscuro que ocupas conformándote con algún que otro monosílabo cuando un alma extraviada te pregunta si en esa dirección quedan los Campos Elíseos, sabiendo que para llegar ahí hace falta poseer la luz de Febo que por motivos desconocidos se niega a alumbrar el camino de los que transitan allí, iluminándose estos con el fuego fatuo y la desesperación de las sombras vueltas esperanza. Un día verás pasar a los dioses en procesión y te unirás a ellos dejando a Hades consternado ya que no quedarán almas que esperar.