En la oralidad
uno puede evadir ciertos obstáculos pero al tener que plasmar una idea sobre el
papel queda prisionero de las palabras como si fuera una bestia llevándote a la
rastra por un laberinto para terminar descubriendo que el monstruo es uno mismo
con una máscara. La trampa está preparada, sortearla depende de la preparación
traducida en una guía que nos acompaña un rato del camino para luego alejarse
susurrando entre los árboles, que ahora sabemos son tales. Una composición a lo
largo de la escalera que precede al laberinto, cada escalón tiene una
descripción diferente que nos lleva cierto momento de ese viaje hasta dar con
el objetivo de la misión abandonando la montura muy atrás en la noche. Un giro
a la izquierda, después derecho hasta el siguiente cruce en el que una flecha
nos indica la dirección incorrecta, brújula que gira enloquecida sin poder
hallar su norte aunque tras pensarlo un rato no es necesaria. Ninguna de esas
señales engañosas pueden evitar la conclusión del capítulo, el riesgo existe
por habernos lanzados a recorrer ese campo que podría verse de otra forma y
luego de llegar al centro del mismo veremos que únicamente hay un camino
delante. Este se forma con cada paso que demos iluminado por el trazo de esa
historia que se escribe en los rincones, en los momentos de quietud en este
viaje sin línea de llegada que significa existir. Un leño más vuela al fuego
trayendo con los chispazos recuerdos que se enfrían perdiéndose en el cosmos,
pronto otro de los escalones contendrá esa historia con ciertas variaciones
acorde a la manera en la que recordemos influenciada por los estados de ánimos.
Después el cuaderno queda a un costado, resguardecido de las inclemencias en el
morral que ha tomado formas diversas como compañero de viajes que por inseparable
espera ahí al lado de la fogata que las páginas blancas se tornen un mapa
nuevo. Dobladas, remarcadas las ideas antes de salir a batallar, forjadas con
golpes y risas, las huellas del descubrimiento quedan sobre el polvo del camino
mientras el toro da vueltas en círculos extraviado en su propia casa sin poder
darle sentido a las indicaciones. La presa se ha escapado porque alguien le ha
enseñado a pensar, su nombre es un anónimo más que no verá la obra completa
dado que esta se extiende en el infinito.
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