Poniendo la mente en otra parte mientras el
cuerpo sigue adelante, la inmensidad del viaje se presenta como una boca enorme
en la que el mar penetra con olas pequeñas por el momento. Se mecen los sueños
sobre la cubierta llena de vida que recorren ese tramo, luego como los
cangrejos con la marea han de separarse. Dejan la playa desierta cubierta de
agua que emula al tiempo que se termina, vuelta a los traslados buscando
mendrugos y vino que se pica rápido, apenas fue in instante esto de asomar como
las lisas para despedir al transeúnte. Tras ello el sol se pierde entre las
nubes que le sirven de telón, cosa de no mostrar que sigue cobrando por la obra
en otra parte ya que no le alcanza para llegar al final del mes. Un beso a los
barcos que flotan esperando el momento de regresar hasta la baliza que yace
abandonada, el musgo la acompaña a recibir todos esos besos que la corriente le
da. Tapa con un cálido rayo los restos de las barcas que apenas son armazones
de un pasado que se ha vuelto, ría, biguá y venado fundiéndose con el paisaje.
Pastizal y talas emergiendo entre el barro, arenas blancas repletas de
guijarros lamidos por la espuma que arriba en dotaciones pequeñas. Un sonido
espanta al morador de ese lugar, apenas las voces de aquellos que se apiñan a
babor para poder contemplar al último de su especie que escapa de las miradas
indiscretas.
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