Todo lo que se echa a perder con el tiempo excepto el
recuerdo de nuestra existencia plasmado en aquel al que hemos ayudado de una
forma cualquiera, con retazos de nuestras horas dado que es lo único acotado y
ese que muchas veces no está disponible por andar cargando pesos innecesarios a
través de un camino empedrado, la única muestra de alguna que otra existencia
que se deshizo igual que esos bustos en tributo a ídolos de carne y hueso. Si
aquello que uno llega a tener por un instante, aquel en él que se encuentra
respirando, no sirve para dejar una marca en los demás que implique un cambio
en la situación que viven pues habremos desperdiciado la oportunidad.
Intentando en la mayoría de los casos despeñar al que viene al lado todo el
camino cuando el brillo en la cima te engaña pensando que la fortuna se
encuentra ahí, no importa cuántos rostros tengan que irse antes del buen día
empujados por la ira que invade a quién encontró una excusa en eso de trepar
dejando atrás el destino escrito por fuerzas que son superiores a los simples
mortales. Entonces un manotazo lo arroja lejos, sintiendo el temor en la caída
a un pozo profundo repleto de los pecados cometidos en esto de subir pisando a
los otros y descubriendo que únicamente ahí abajo en el frío eterno existe un
camino que da vueltas a esa montaña sobre la que se desarrolla la vida de la
humanidad. Teniendo que conformarse con maldecir en vano, la luz solar no llega
ahí abajo únicamente las tinieblas y esos fuegos encendidos por almas que usan
los harapos de sus ricas túnicas para poder iniciar las fogatas, empujándose
para rodar cuesta abajo hasta los abismos del infierno que los aguarda. En el
purgatorio no entendieron el mensaje, la escalera cuyos peldaños yacen labrados
en la roca se volverá luminosa cuando lo malo haya abandonado el alma de aquel
que aguarda una última oportunidad, penitente que comienza a subir rumbo a ese
sitio celeste viendo las cascadas que se precipitan sobre la tierra en la que
la primavera acontece.
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