sábado

Genes


Antes de haber llegado a este mundo vendrán los operadores de la maquinaria a romper con los estereotipos. Una sección será rosa, la otra celeste o en su versión de macho, azul como una noche helada. Descartada una de las opciones se buscará la etiqueta que colocar, el primer clavo sobre la madera que ha de componer el sarcófago.  Puesta la etiqueta viene el código de barras, si grita puede contribuir pero los primeros tiempos alguien se ocupa de esto. Aunque el hábito se  enseña, miles de seres hacen fila para rendirle tributo a un dios recaudador. Una presencia que no está físicamente, sin embargo alguien usó la fórmula ancestral y debemos pasarle tributo. A cambio él nos dará un pedazo de metal para poder seguir yugándola, bestia de carga con una clave que no define nada. La identidad no está en un número o una imagen plastificada, soy más que un simple papel pese a la farsa de todas esas declaraciones que se olvidaron del alma humana. Al primer grito viene el certificado de supervivencia, bienvenida al páramo helado en el que cada segundo es una batalla contra los elementos. Siempre habrá un estúpido queriendo repetir la conducta de su predecesor, por ello las flores son cosas del otro género y guarda con que te descubran oliendo una de estas al llegar la primavera. No puede haber vírgenes en la nación macha, la edad avanzada sin haber destruido esa fortaleza lleva a que se generen dudas sobre la virilidad. Nada de andar apartado del resto de la manada, uno debe exhibir el certificado en todo momento y cuidarse de que no lo borren los fuegos desde el cielo. En su caso este castigo le corresponde a los del sector opuesto, cuestión de dejar fuera del culto a las mariposas, los amaneceres y el olor a la hierba cortada. Una X puesta sobre un recuadro, el gallo efectivo corre victorioso, a la final del mundo ganada una vez más. Lo contrario es el traje de rarito, justo le vino a tocar eso a esta gente. El padre tan trabajador, suda como yo con una remera negra en pleno verano y la madre, seguro de ella aprendió esos ademanes. La culpa la tiene alguien, si no es de la casa será algún desviado que se aparta de la norma social y se lo condena, en tanto las demás ovejas se embriagan en las bacanales  perdiendo la memoria de un día de excesos. El cuadrado de plástico me limita, no dice nada sobre mí salvo que debo ir a inclinarme ante el poderoso cada dos años. Únicamente eso, caso contrario la ira del ser superior será terrible aunque nos incluye cuando pasa la lista en los meses previos al naufragio electoral. Si alguno supera esto sobrevivirá, el resto será olvidado por esas personas que leen una porción de la realidad en un café paquete. Opinan sobre los desviados, los llaman por otros nombres pero no recuerdan que tienen uno al lado. La señora critica a esta juventud que se ha apartado de los ojos del vigilante, sus marcas están en todas partes incluso en el espíritu de un recién nacido. Autos, soldados peleando, uno recibiendo un tiro por la espalda, naves de guerra, tanques, violencia sobre el caucho. Un motor rugiendo en una pista, el vino descorchado por el más fuerte, esa es la tarea correcta ahora que he dejado de perseguir mariposas y soy uno más entre las bestias fálicas. Que el resto sean los que tengan dudas, acá no hay tiempo para sentimentalismos y andar llorando por los rincones. Ya las balas vuelan.

Cuaderno 1, 9ª historia.

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