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domingo
Los leones insurrectos
Lo sé
pero el espíritu sigue intacto
incluso he tenido que tomar
los lápices que abandonaron
sobre el tejado de metal.
La lluvia, el sol y el viento
clamaban por ello,
así que debí conseguir una escalera
en la hora más calurosa
trepando hacia lo alto
para al fin atesorarte.
Tal vez no haya logrado mi objetivo,
tal vez siga habiendo errores
pero sé que lo intenté.
Y eso es suficiente.
Tecnología
Sufragio (Naufragio)
Poder
El humano entró en conflicto con el resto del mundo tras haberse parado sobre sus dos miembros y darse cuenta de que era diferente, garrote en mano inventó la excusa perfecta. ¡Quiero lo que vos tenés! Y así, en esa forma primitiva de poder, nació todo esto que vemos hoy en día. Aquel que lo detenta tiende a imponerlo, sea por la fuerza o bien por el uso de otro defecto de los seres humanos, la codicia.
La
codicia es la que hace que una persona, si se puede llamar así a alguien
corrupto y arrogante, desee cada vez más y más; ningún precio es demasiado alto
para alcanzar el objetivo. Es entonces en que la codicia se vuelve un móvil,
para él que tiene el poder y para quien se deja corromper.
Si
esto falla está la fuerza en sus distintas versiones, todas ellas justificadas:
armas de destrucción masiva, justicia infinita, agresiones fabricadas, etc. ¿Qué
son las vidas de unos miles al lado de poseer las reservas de recursos para los
próximos cincuenta años?
La
historia no es sino una repetición de eventos, siempre ha habido un bastardo
con una excusa en la mano o un hacha. De allí la noción de seguridad (segur en
mano) y su contrapartida, tan de moda hoy en día. Se recurre al viejo caballo
de batalla cuando no se tiene otro telón, como el balón rodando o las
manifestaciones reclamando lo que se nos niega.
Otro
elemento vinculado al poder es la hipocresía, ella se presenta a diario y en
circunstancias históricas diversas: así, los amerindios necesitaban ser
guiados, obedecer al conquistador, servirles y asistir sin protestar al saqueo
de sus tierras, la violación de sus familias y el asesinato masivo. Claro que
ello no implicaba delito alguno, ya que eran unos bárbaros y aquel que ejercía
el poder no solo tenía la razón y la fuerza, sino las sotanas y las cruces de
su lado.
Es
curioso cómo se ha llamado bárbaro a quien no forma parte de la cultura
imperante, he de suponer que estos no veían con buenos ojos que invadieran sus
tierras, diciéndoles que hacer y a que Dios adorar (de paso le cobramos
tributos también por el hecho de ser infieles). El hereje no era un ser humano,
había que someterlo y quemarlo en la hoguera o torturarlo hasta confesara sus
pecados. La idea de arrojar a alguien atado al río para que si se ahogaba
significara que no era un adorador del demonio, me ha llevado a la siguiente
conclusión: en lugar de preguntarnos si estamos solos en el universo,
deberíamos resolver otra cuestión. ¿Por qué estamos solos?
La hipocresía humana es tal que mientras todas las calamidades que vemos a diario en la noticia le toquen a otro no hay problema. Todo ello sirve para preparar el feudo, la herencia de otro bastardo que seguirá con la misma política y el uso del poder en su elemento más primitivo: una garrote al que piense, hable o dé una idea distinta que no sea una bajada de línea, un garrote al que tenga demasiadas voces para que sólo haya una voz imperante y todos salten al compás de la vieja canción.
¡Qué
grande es mi país!
Repetición
Existencia
Civilización (Bárbaros)
sábado
Hambre
Educación
Dolo eventual
Catarsis
jueves
Terminal, café
Desde aquí, la misma estación viendo hacia la ruta, tanto tiempo después bebo un café. Crucé por la esquina de tu casa, la reja despintada me trajo más de un recuerdo.
Pronto vi el lugar desde donde partí una noche de verano, yendo hacia la vieja terminal y aguardando que en una de esas nos volvamos a ver.
Sin embargo sé que tan solo son los recuerdos de uno, lo tuyo nunca fue la memoria a largo plazo y así visto la memoria alberga fantasmas que cada tanto se sueltan.
Eso y un sabor amargo, igual al que yace al final de esta taza que ya comienza a enfriarse, a la espera de la tormenta que afuera está pronta a golpear.
Sigo aquí, sigo tan solo porque me lo he propuesto y mis zapatos dan cuenta de ello como dos testigos mudos llenos de cicatrices.
Es que al camino le gusta dejar su huella en todos los que cruzamos sin darle importancia, al hecho de que al andar estamos invirtiendo tiempo y sangre.
Adminículo.
Construimos máquinas
pero no sentimientos,
nos alejamos cada vez más
mientras los mensajes
vuelan hacia lo desconocido.
Una carrera rumbo a la
evolución tecnológica
dejando de lado
la carne y las lágrimas,
para arrojar ese adminículo
sobre una pila de sus semejantes
esperando que lo último
de lo último nos traiga
la eterna felicidad
de sabernos poseedores
de aquello que podemos
ostentar por un rato.
Hasta que la caja
nos trate de engañar
por un rato,
pero seguro caeremos
una vez más en esto
de vivir conectados.
Libre
un soplo helado de otro tiempo
me golpea la cara,
esta ventisca tiene el color
de esos dos faroles gélidos.
El fuego crepita
mientras me acurruco a tu lado,
olvidadas las penas en medio
de esa maraña de cabellos
que caen sobre tu espalda
como la lluvia tibia.
Nuestros caminos convergen
en medio de la desolación
formando un muro que frena
tanto materialismo y vanidad.
Así es como debe ser
alejado finalmente de los hilos
invisibles que ahora yacen cortados,
mientras un grito surge desgarrando
al resto de las marionetas
que la emperatriz aún controla.
Llanura
grandes pilares
rugiendo en vano,
esta es mi realidad
combatir durante
un invierno eterno.
Los lobos aúllan,
quiebra su canto de guerra
éste paisaje blanco mientras
parece que no avanzamos nada.
Un movimiento segador
la memoria se desvanece,
recuerdo vagamente
que precipito enemigos
hacia el inframundo,
si es que queda alguien
para recibirlos.
¿Una eternidad o segundos?
¿Qué importancia tiene ahora?
Cuando la llanura se abre
ante nosotros esperando
que la nave atraque
para que dé comienzo
la acometida final.
De los gigantes caídos
no queda el recuerdo,
la espada en la mano
y el resto de los guerreros
a tu lado son ciertos,
el presente es una espera
hacia un futuro rojo
aguardando a nuestros enemigos.
Luces y sombras
La luz descendió de los cielos y el rey salió a recibir al emisario.
Le mostró la grandeza de su palacio, las altas torres y los soldados de armaduras bruñidas.
Los comercios dentro de la ciudad, las estatuas de los héroes y el enorme mausoleo que custodiaba el descanso de los señores de antaño.
El ángel vio al pueblo fuera de las murallas, las enfermedades, los saqueos y a las mujeres llevando a los niños consigo, trabajando de sol a sol para mantener a los de adentro.
Contempló los cimientos de aquella fortaleza, levantados sobre la muerte de cientos de seres y abandonó aquel lugar.
El rey lo observó partir al atardecer, las sombras cayeron sobre él.
II).
El ser alado vio las marcas de la perversión en los ojos de aquella emperatriz, un ejército de cuervos a su servicio, un soberano títere y un montón de alfiles obsecuentes.
Ella movía un dedo y la cabeza de un oponente rodaba, su trono se alzaba sobre cráneos, vanidad y humo.
Apenas soportó esa antítesis de la obra de su Padre, de un manotazo la escena desapareció y ante sus ojos aparecieron otras imágenes.
Lejos quedó el reino de las tierras devastadas, lejos las excusas, la pereza y ese brillo frío que emanaba de sus dos ojos.
III)
Ante el aparecieron los niños corriendo en la plaza, una multitud aclamando a un nuevo elegido.
Pensando en lo que podía obtener, no en los que quedarían atrás. El alma era encerrada junto con el futuro de sus hijos.
Vio las llamas alcanzar el cielo, la tierra muriendo por la contaminación y el mar dejando sobre las costas los despojos de lo que alguna vez fue la humanidad.
Entonces una cortina de lluvia cambió su visión.
IV)
La víctima se convirtió en victimario, asesinando a sus hermanos y excusándose, antes o después, el pecado siempre vivo.
Sobre una franja de sal y de rocas, debajo los recursos abundaban, había para todos los que allí vivían pero alguien lo quería todo para sí.
Los perseguidos morían atravesados por las balas o destrozados con las minas terrestres. Luego todo era silencio.
Una mentira sosteniendo a otras mentiras, la catarata ya no se detenía y los condenaba al olvido.
V)
Vio a un hombre en un páramo desolado, gritándole al viento y eclipsando el sonido del océano. La borrasca que venía del sur cortaba todo lo que encontraba, pero a él no parecía importarle.
Maldijo a su creador por haberlo dejado solo, con apenas un fuego que se negaba a extinguirse y un montón de recuerdos.
Una lagrima rodó cuesta abajo, el ángel pensó que había sido el mar pero al final se percató de que su sufrimiento era el propio.
Entonces el telón volvió a caer.
VI)
La mujer llevaba a su hija a cuestas cada día de la semana. Le enseñaba a comunicarse con sus hermanos, a través de pequeñas señas.
Se le estruja el corazón cada vez que escucha una palabra saliendo de su pequeña garganta, es como si arriba alguien encendiera una fogata a la vez hasta que el cielo tenga el color del sol.
La madre no sabe de rendirse, ni aún vencidos ella continua y su pequeño retoño crece, un poco obstinada tal vez. Pero incluso en la belleza existe la imperfección.
Entonces llegamos a la última escena.
VII)
El ser alado ha recorrido un millón de años luz, ante sus ojos aparece un anciano cuidando un viejo álamo de las hormigas que lo asedian.
El viento inclemente le arranca las hojas, le pega en el rostro lleno de cicatrices y de tiempo, las mismas que vio en los brazos de alguien que se ha quedado de éste lado.
Sus manos enormes acarician la superficie marcada del viejo árbol, plantado por alguien que se fue tras padecer cientos de batallas.
Alguien tomó el estandarte siguiendo su lucha.
El ángel lo ha visto todo, son retazos de esperanza los que recogió y vuelve a lo alto, en donde su Padre espera.
Lazos
a la espera de su hermano,
un lobo gris, famélico por los años,
lleno de las cicatrices
de enfrentamientos.
Una sombra gigante lo cubrió
cuando la bestia negra apareció
cerca de él, contemplando la caída del sol
mientras la cachorra del recién llegado
jugueteaba con la cola del anciano.
La madre emergió de la cueva
llamando a la pequeña,
filtrándose un rayo de sol
que unió a la bestia con su pareja.
Mientras el sol desaparecía
el viejo lobo aulló una última
vez, esperanzado como siempre
que los dos hermanos perdidos
lo oyeran esta vez.
Luego giró siguiendo
al gigante, buscando
refugio de la tormenta.
A Lara, Palenciano y Gonzalez.
MDQ
tus sábados apacibles,
recorrer las calles desiertas
del invierno, la nostalgia
del final de año, la sarrasón,
la luna sobre Alfonsina,
los amigos a los que pude conocer,
las voces acalladas de lo que no fue,
tener veinte e incertidumbres,
batallar hasta medianoche,
escribir poesía y añorar tus besos.
Todo tiene tu nombre
Mar del Plata.
Lavando
eran las cuatro de la mañana
y yo le quitaba las manchas
al pantalón blanco que había usado
en esa última salida.
El lugar se llamaba La Luna,
como muchas otras cosas
ha desaparecido quedando
el recuerdo.
En eso el anciano llegó y comenzó
a reírse de mis protestas,
al parecer el desencanto
combinado con los insultos
que estaba propinando
era algo divertido.
Supongo que esa fue la noche
en la que dejé la crisálida
y atrás quedó el niño
para que la bestia tomara
su lugar en éste mundo loco.
No fue la primera ni la última
vez en que me sentí así,
una constante en esta existencia
mientras los años pasaban
y me cerraba cada vez más
sobre mí mismo.
Nosotros
somos uno solo,
un único pueblo,
una sola bandera
flameando en el viento.
Un estandarte azul,
roja la sangre
en vano no ha sido derramada,
levantándose cuando los demás
caigan pidiendo misericordia.
Una fría venganza
blanca como el hielo,
que nos invadirá
resurgiendo de nuevo
todo vivo, latiendo,
verde esperanza
para los que creen
y luchan hasta el final.
Un océano azul
sacudiendo a la tierra,
sacrificios,
peldaños de acero
levantando a nuestra Patria,
los lazos son un látigo
en nuestras manos.
Nuestra sangre,
nuestro juramento,
nuestra palabra
un grito de batalla,
azul como un cielo despejado
fuerte como la tormenta
que azotó a los que rieron
y que en el atardecer
vieron surgir un pedazo de tierra,
un brazo de la península
al otro lado del mar,
coronada de cientos
de rayos dorados.