El viejo Antonio
Detrás de los postigos de madera, que ya no se abren, el viejo Antonio
escucha el noticiero pese a que a esa altura es poca la información que recibe y
la repetición de eventos seleccionados por aquellos que no informan resulta más
un continuum que un cambio realmente. Terminada la cena se llevará un
viejo teléfono que le sirve como linterna ya que nadie lo llama demasiado
seguido e irá escaleras arriba seguido por la pequeña Pantuflas que es realmente
longeva. Antes de dormirse, intentando vislumbrar los maderos del tejado,
comenzará a emitir un sonido gutural desde la parte baja de la garganta y esto
espantará al pobre can que se dedicará a ladrar hasta entrada la madrugada. En
las penumbras sonreirá el otro morador de la casa hasta que la eternidad lo
reclame y sólo quede el can aguardando un regreso que no se producirá. Hasta
que los sauces de la entrada anuncien la visita del alma que realiza el llamado
habitual para que el ahora joven mastín lo siga, ladrando a la largo del cielo.
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