La
última marca es de la moharra al ser alzada la bandera en el acto de despedida
tocando el cielo en una suerte de extensión de las manos, tras la entrega de
los pergaminos se produce la diáspora quedando apenas los fantasmas en el aula
de arriba a la derecha justo contra la calle. La dispersión deja el vacío
presente con la margarita deshojada en medio de la calle que es apenas una vía
en esta ocasión, lo relevante se ha marchado para regresar en repeticiones de
instantes con otras personas interpretando a un personaje parecido. Incluso al
momento de la vuelta al polvo de toda la edificación seguirán sonando sus voces
pese a que ocupados en los ruidos inútiles no se le prestará atención, pasando
de largo aquella que ha de traer la apoteosis sin las cadenas que la ataban que
yacen oxidadas con el viento susurrando entre los eslabones.
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