Al dios en cuestión le han construido un monumento en
cada hogar del planeta, algo que hasta ahora no había sido logrado por ninguno
de sus competidores a través de los siglos pese a las batallas tomando su
nombre que llevarían a la hoguera a millones. Se dejó de derramar sangre, con
ciertas excepciones, los estandartes se pasearon victoriosos por debajo de las
narices de los ignorantes globalizados que aceptaron sin chistar cada uno de
los términos en una suerte de pandemia. Los efectos pese a la ausencia de
intención fueron bastante nocivos, pronto todos los involucrados hablarían un
lenguaje que llegaría con sus publicidades más allá de las fronteras de esta
galaxia haciendo que los cronistas de otros lares observaran el fenómeno bien
de lejos, cosa de no contagiarse. Por las dudas, para no generarle adicciones a
los que resultan beneficiarios de sus fabricaciones (y por ende condenados) se
les ha ido suministrando la mercancía acorde a sus posibilidades de manera de
rascar el cobre de cada rincón del planisferio. Abandonó las escrituras
sagradas cambiando no obstante las mismas por charlatanes que distribuyeron a
cambio de una suma la palabra divina con el eslogan de lo último de lo último,
con actualizaciones que se incluyen en ocasiones en la tarifa y en otras se
cobran como contenido descargable. Los residuos por su parte se acumularon sin
que se les haya dado demasiada importancia, en el momento de reconocer la
necesidad de no tratar al océano como un basurero elevaron una oración al
altísimo que seguro este no escuchó pero disimularon creando declaraciones que
nadie cumpliría. El cañón apunta a tu mesa así que nada de andar
arrepintiéndose de esa adquisición del presente que será la negación para los
que deben acarrear aquello que uno desperdicia, esperando que simplemente el
grifo nos dé lo que hemos venido a buscar. Satisfacción inmediata, viendo al
mundo desde un anuncio para después unirse a la procesión de los que le rinden
tributo al iluminado que nos ha puesto en la ropa y en la mesa la marca del
ganado. Un usuario con nombre de fantasía aparte de la clave que guarda la
privacidad que hemos regalado, la fotografía tomada mostrando lo mejor de
nosotros y el código de verificación que también nos relaciona con el aparato
de control permanente. Los extremos están cifrados pero al ser una invención
humana seguro se puede hacer trampa, escuchando los silencios de la noche
aunque el mensaje de la canilla les dará nuevas ideas que se aparecerán en el
desayuno haciendo que nos venga la necesidad de tenerlo. Quedarán a un costado
del lecho todos esos trofeos que conseguimos a fuerza de empeñar nuestro futuro
trabajando para cubrir los agujeros que el plástico dej,a sostenido en la banda
magnética una tras otra pasada siendo un embargo camuflado. Sin embargo tales
actos están asociados a la dicha de las imágenes, reiterados los recursos
publicitarios con adaptaciones acorde a determinados cambios sociales pero de
fondo siguen siendo lo mismo. El guión que se vende para que demasiados lo
compren, asegurando la realización de secuelas infinitas dado que siempre habrá
nuevos consumidores que pidan eso que no necesitan pero que los demás tienen,
así que ahí inicia la demanda sin fin. Se adaptan a las costumbres regionales
cada uno de los espejos de colores que se les otorgan a las nuevas generaciones
de incautos, esos que verán extrañados a los más ancianos por ya no ser lo
suficientemente jóvenes para poder entenderlos pero para estos también hay un
pedazo artificial de cielo que se les puede vender. La inculturación hace su
entrada triunfal blandiendo en esos territorios sin límites sus banderas de
triunfo, con personajes de otros lares vistiendo los ropajes autóctonos cuando
no los escudos de ese idioma universal cuyo himno es una palabra breve llamada
gol. Aquí también la felicidad viene acompañada de un sinnúmero de propagandas
desde las cuales conocemos el manifiesto de ese credo del que formamos parte
aunque seamos ateos, las viejas estructuras incluso han adaptado los mensajes
que transmiten a medios modernos que llevan un símbolo del creador de dicha
tecnología viéndose su presencia en los monitores que nunca se apagan así como
en el desfile celestial que opaca a las estrellas. Los santos de esta fe
moderna aparecen en los envases usados en los rituales diarios, portando la
malla que vale vender el sol para tenerla y recibiendo en pago el trato
brindado a los gladiadores ocupados en entretener a una multitud que busca
héroes renovando a los mismos cada cierto número de temporadas. Pero aun así podrán
volver a verlos en las ediciones clásicas que cuestan un mes de renta, aunque
ellos lo ignoran estando en el primer mundo todavía pese a las buenas
intenciones de hacer desaparecer las diferencias en el papel mojado y amarillo
de las décadas transcurridas.
Esta obra está licenciada bajo la Licencia Creative Commons Atribución 2.5 Argentina conforme se describe en la página intitulada "Creative Commons". "No hay nada como escribir. Todo lo que haces es sentarte frente a la máquina de escribir y sangrar" (Ernest Hemingway).
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