No le agradaba para nada tener que llevar esa carga que se distraía ante
la menor oportunidad, debía vigilar los movimientos de sus eventuales víctimas
a la espera de que le dejaran un resquicio por donde ejecutar su oficio. Era
ingrato pero necesitaba vivir a costa de los demás, sus crías aguardaban en un
lugar que sería cómodo para cualquiera excepto para ellos que se sabían
marginados en ese mundo que pasa deprisa a diferencia de otras épocas. Todo lo
cuestiona, exhibe las mejores imágenes pero deja afuera a la mayoría por no ser
dignos ante los ojos de los dioses perecederos que limitan su podio a algunos
cuantos nomás. Un poco de verde, el agua corriendo aunque podía estancarse sin
que les preocupara mucho y el sustento necesario para mantener a la familia al
recibir la orden de salida dejando la paz de ese lecho tan conocido. Sin
embargo los asesinos se escondían en el mismo lugar que ellos llamaban hogar,
aguardando para dar cuenta de muchos más que sus escasas víctimas en la
comparación de las profesiones. La mala fama la tenían ella y su descendencia,
malditos de cualquier manera que se los viera así que para qué andar intentando
ir contra la corriente cuando esta puede hacerte ganar pese a los insultos de
los vecinos que se esconden en las noches, temerosos de algo más grande aunque
nunca lo hemos visto desde este lado del cerco. Somos libres, proscriptos sí,
pero libres y esa es una aspiración para aquellos que dicen ser los dueños del
mundo aunque cualquier enemigo diminuto los terminará enviando al osario común
desde que pusieron un pie sobre la superficie proclamándose eternos, enseguida
vendrá el corte demostrando lo equivocado de esa conclusión. Su compañero a
todo esto había dirigido su atención a la pared marcada que pensaba escalar,
era un buen punto de ingreso aunque ella consideraba que la ventana entornada
resultaba una mejor posibilidad. Incluso el detector de intrusos se encontraba
descansando después de una noche de mucho trabajo, sabían de la importancia del
grupo a la hora de tener éxito en ese atraco y también de la disminución
significativa en sus filas cada vez que acometían a dichos fines. Pero nadie
guardaba los registros de esa epopeya, las únicas vidas importantes eran las
que se proclamaban tales constituyendo todo lo demás un desperdicio de
información siendo innecesario el registro. Así que revisó el arma, los seis
cilindros estaban listos, la munición preparada, los músculos tensados
aguardando el momento de lanzar el ataque repetido a lo largo de las horas
experimentadas en esto de chupar la sangre. Logró el objetivo no así su compañero
que estaba en la escena de relleno, recibiendo un golpe que lo dejó
desparramado sobre la vereda justo al lado de un pequeño hormiguero
anteriormente víctima de la máquina de podar. Sus hijos agradecerían ese
sacrificio, la distracción que le permitiría salir indemne incluso esquivando
esa andanada de gas que los espirales escondían. Descansar un poco, mojarse las
patas en la charca, evitar a los submarinos verdes y regresar a un nuevo
encuentro que podría ser el último, aunque dada la expectativa de vida eso no
le importaba. Su legajo rojo sería una mancha sobre la epidermis aunque los
aguijones ya hubieran penetrado, era en cierta forma una especie de victoria pese
al mamporro omnipresente llegando a acabar con el perpetrador. Su sirena era
menos molesta al acercarse en la oscuridad que todas esas alarmas sonando en el
exterior, pidiendo ayuda vaya uno a saber para qué en tanto aquí adentro el
ventilador gira manteniendo frescos a los contribuyentes a los que les solicita
menos aportes que cualquier otro recaudador de carne y huesos. En las estadísticas hablarán de ese día
lluvioso seguido de una invasión que obligó a los turistas a abandonar las
reposeras, la sombrilla y las ojotas, la playa despejada finalmente con las
olas invadiendo la pista de tejos cuyos discos se fueron a flotar desatando la
indignación de aquel que los dejó al percatarse de lo caro que saldría un juego
nuevo.
Esta obra está licenciada bajo la Licencia Creative Commons Atribución 2.5 Argentina conforme se describe en la página intitulada "Creative Commons". "No hay nada como escribir. Todo lo que haces es sentarte frente a la máquina de escribir y sangrar" (Ernest Hemingway).
jueves
Seis tiros
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