Yo conocí a un sujeto llamado Kael,
los días de frío venía a darnos una mano
dejándonos chamuscados mientras las chispas
se elevaban igual que mariposas incandescentes.
Sí, yo lo conocía, muy metódico en sus labores
poniendo trampas en medio de los caminos
para que los desprevenidos se encontraran
con un problema más que resolver.
Experto en colocar defensas gastando sumas siderales
a costa de los hombros de sus huestes que apenas
atinaban a decir ¡Me encantaría!,
aunque alguna poción extraña debían ingerir.
En caso de que alguien necesitara ayuda él se presentaba
dejando todo ardiendo ante las turbas enardecidas
que le arrojaban una lluvia de improperios
y de piedras, pese a estar muy lejos para saberlo.
Ardía en deseos de venganza pero en otras facetas
hurgaba pedazos de bienestar para los que aguardaban
en la casa ahí al fondo, más allá de las rejas que llevan
a un pasillo repleto de historias que resuenan.
Apaciguando la sed de llamas con un brebaje verde,
siempre preparado para la ocasión de que cierto visitante
venga sin aviso alguno tocando el timbre para hallar
el refugio que bastante bien conoce.
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