Sadako

Las grullas de Sadako se esparcieron por el globo y sus hermanas se asentaron en un pequeño salón, en donde las manos de muchos estudiantes trabajaron plegando el papel hasta que como el Ave Fénix emergieron y una de ellas vino a parar a las manos de un docente que la resguardó entre sus bienes más preciados (que son pocos, por supuesto). Ahí ha sobrevivido al paso de los años oteando el horizonte para detectar alguna voz conocida, ya que las visitas por aquí no abundan y debe entonces imaginar la escena hasta que el atardecer cae. Allí vela en la oscuridad por las memorias que se niegan a irse, aún no es tiempo claman, levantando vuelo sobre los campos repletos de fuegos fatuos y de cañadas de las que emerge una copla conocida. Tierra de barro que se vuelve el papel sobre él que escribimos, una hoguera alrededor de la cual el fuego eterno espanta a las alimañas y a esa vieja tormenta de ignorancia que intenta decidir por nosotros.


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