I)
Nubes y luego el sol
como un pájaro del astro
nos elevamos hacia el cielo,
dejando atrás la niebla.
Un paisaje de montañas
salpica la inmensidad azul,
el ruido del avión apenas se siente
en tanto cruzamos el infinito.
Me libero y el sol
es testigo de ello,
refulgiendo en una manta
que cubre a un pasajero,
otro hermano de viaje.
II)
Tocamos tierra y la selva nos recibió,
el calor de una tierra extraña
tan mágica como ese mar cálido.
Apenas unas gotas de lluvia empañaron
alguna de las tardes en las que recorrimos
las arenas de Quintana Roo,
tan blancas que el sol no las calienta
tan sólo las acaricia suavemente.
Y no pude evitar pensar
en el rostro de los primeros viajeros
al ver esa vegetación tan distinta
a la que estamos acostumbrados.
III)
He dejado atrás lo innecesario,
me llevo algunas cosas
aunque no creo necesitarlas del todo.
Los afectos son lo más importante,
lo demás sólo nos facilita
la vida que creemos llevar.
Costumbres,
cargamos cosas que sirven
para darnos una sensación
pasajera de conformismo.
Por ello cargo estos botines,
iguales a los del laburo
de mi viejo.
Y cada vez que veo el suelo
recuerdo de dónde vengo,
no sea cosa que por volar
muy alto me termine estrellando.
Están,
en cada palabra y dibujo
de la tinta sobre el papel.
IV)
Pietra quedó en la inmensidad,
allá a lo lejos en Tuyú esquina Ajó
y el pago sigue ahí.
Espera sentada contemplando
esa puerta, añorando la vuelta
de los dos que se fueron
una madrugada cualquiera.
Espera sabiendo que ellos volverán
para no separarse nunca más,
espera serena en su cubil
como se aguarda la llegada del alba.
V)
En las alas de metal
el fuselaje resplandece,
el sol se proyecta sobre el pájaro
lastimándome los ojos.
Las voces son aplacadas
por el rugir del monstruo,
ya todas las dudas se han
disipado en la lejanía.
VI)
Hemos visto en el viaje
fuera del paraíso
la otra postal.
Un calor que se torna insoportable
y las miradas perdidas de los
que viven sin un techo verdadero.
Aun así,
he sido testigo de la hospitalidad
de Yuk’al - tan mayab.
De todos los que hablan
la lengua maya.
VII)
Flor del quetzal,
verde, blanca y roja
las plumas para embellecer
la tierra de los mexicas.
La lluvia no es más
que el llanto del coyote hambriento,
viendo como sus hermanos a los que ama
se empeñan en construir imperios
que no han de perdurar.
Tierra de los mexicas
en donde el águila extiende sus alas
sobre la ciudad de piedras,
contemplando cómo los que se encumbran
terminan en el fondo de los cenotes.
VIII)
Alto y siniestro,
llevando un sable bajo la capa
el que relampaguea en su mano
izquierda, pero en la derecha porta
un sueño y éste perdura.
La nave espera en el puerto,
él se acomoda el sombrero
mientras las amarras se cortan
partirá hacia el oeste
en dónde el viejo Pedro aguarda
para reunirse y ya no separarse.
A
Cristopher Lee,
“Alto,
oscuro y espantoso”. 1
1).- “Alto, oscuro y espantoso” es la
autobiografía de Cristopher Lee, una especie de ironía en cuanto a su vida real
y sus personajes fílmicos.
IX)
El hijo del invasor viene a Yuk’al - tan mayab
a ver las ruinas de aquellos que conquistaron
con muerte y decadencia.
El hijo de esta tierra se enorgullece
de su legado pero se adapta para sobrevivir,
tomando la forma del mar al besar la playa.
El turista, ataviado de oro y plata
se pavonea esperando que lo sirvan,
a veces ni siquiera las gracias
brotan de sus bolsillos.
La garra roja perdura,
eterna y combatiente esta sangre
del pueblo del país del maíz.
Su sonrisa esperanzada, blanca
como los granos en los que el sol
y la arena se funden.
X)
Yo he visto al sol fundirse con el mar
y la arena ahí en las costas de Quintana Roo.
A los viajeros ir y venir
por las calles en donde la herencia
maya aparece en los nombres,
pero los edificios parecen monumentos
en la decadencia de otra cultura.
He visto la riqueza que se esconde aquí,
la que no está en todo ese confort
con el que nos atraen sino en la hospitalidad
de los que estaban antes de las barcas.
XI)
Ya me voy,
al final seré uno mas
partiendo a casa.
Tu hospitalidad no será
olvidada mientras pueda recordar
y añorar lo vivido.
Trataré de volver,
tal vez no sea el mismo
pero seguro nos reconoceremos.
In’ najile a’ najil,
mi casa es tu casa.
XII)
Dibujé una ventana
sobre un lado del pájaro
de acero y pude ver la infinidad
de este mundo.
Luces de una ciudad desconocida,
nubes con formas diversas,
el océano azul y bonito,
la selva maya alejándose.
Y agradecí por haber pisado
tanto suelo desconocido,
al que he quedado hermanando
por siempre en la eternidad.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario