Había
una sensación de libertad ahí arriba, en cierta forma también acompañada de
miedo. Es decir, sentirse libre y saber lo que eso conlleva.
Todo
se veía pequeño en la media que la tirolesa nos trasladaba de una punta a la
otra, más o menos como las rocas y los guijarros que contempló desde esta
muralla derruida otra mañana aquí junto al lago.
Árboles
arrastrados por la correntada que baja de la montaña, pequeños lechos de
arroyos, vidas, las hormigas atareadas yendo y viniendo. Y sin embargo mientras
nos trasladamos de un lugar a otro el viento nos acompañaba, lo único
interesante era tratar de disfrutar del paisaje.
No
había otra cosa más, esto complementado con la idea del llegar al final del
viaje y que nos reciban unos brazos conocidos.
Eso
es todo en sí.
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