Ante
la pregunta molesta de la sociedad que insiste con sus estereotipos intentando
que no nos apartemos de la casilla he tenido que responder ¡Vengo a jugar! ¿Qué otra cosa más se puede hacer en un salón
repleto de obras de arte? Debería preguntarse lo qué se encuentra haciendo en
ese lugar lleno de historias que llaman a retomar las horas olvidadas por tener
que volvernos aportadores seriales al mantenimiento de la estructura que no
duda en criticar, tildando de desviada
la conducta de aquellos que ya no peinan canas por habérseles volado las chapas
que les quedaban y deberían en su caso estar en la fila de espectadores de la
cancha de bochas o las rondas de naipes que esconden mentiras, si a esa altura
recuerdo alguna. Pero no, he venido a conquistar, a aceptar el reto, a intentar
no pincharme en la curva en la que el erizo reposa sobre el muro y encima tiene
cartelera propia en el cine de enfrente. Puedo detenerme en la peatonal a
contemplar al mundo deambular esperando que el reloj con esos fuegos dorados se
encienda y la galaxia explote, los demás seguirán su camino ignorando el
llamado de la batalla. El balón se eleva por los cielos haciendo inútil la
estirada del portero que juega siempre adelantado, curioso que les ocurra lo
mismo a todas las escuadras, un beso a la red que contiene la pasión de la
esfera con gajos negros y blancos. La hinchada corea el nombre del once que ha
metido ese gol, la de afuera del estadio grita tan fuerte que eclipsa esos
cánticos que sólo resuenan en los oídos del veterano jugador número 1 al que la
ausencia de la ranura correspondiente no le ha impedido tomar el control de la
eterna Azzurra. Después los resultados pueden o no llegar, el empate como
buenos perdedores nos dejará a afuera a los dos así que la victoria únicamente
es lo que queda aunque ya la conozcamos tanto menos que a la derrota. Un par de
créditos, dependiendo del juego, duermen en un estuche que emula el antiguo
control de otro monstruo que descansa en las tardes del verano lejano,
esperando el momento en que el cartucho sea insertado y nos abramos paso por
esos niveles cuya salida requiere detener a toda la flota enemiga que volverá
en la siguiente ocasión. Igual que el anónimo que se ha ido hacia el mar
esperando que la nave lo lleve a otro puerto, la tarde se ha vuelto noche
envuelto en esos sueños sonoros repletos de recuerdos y sensaciones. Así que he
venido a jugar, no sé qué estás haciendo vos acá pero la mía es una misión
secreta consistente en llegar a esa máquina que resplandece por encima de las
demás y dejar la ficha en su seno que obra de fuente de los deseos. Un crédito
más, sólo uno más. ¡Estoy en una misión para vencer al FC SEGA, pagano!
Esta obra está licenciada bajo la Licencia Creative Commons Atribución 2.5 Argentina conforme se describe en la página intitulada "Creative Commons". "No hay nada como escribir. Todo lo que haces es sentarte frente a la máquina de escribir y sangrar" (Ernest Hemingway).
domingo
Arcades
jueves
Escritura
viernes
Verano
jueves
Microrrelato: Agua
Primavera (Farfalla)
Reta, 90 años
sábado
Warcraft (23/11/1994 - 23/11/2019)
Estamos listos, es el sábado en él que chocarán
nuestras estrategias una vez más traídas por los recuerdos que al igual que la
montura del guerrero poderoso es etérea y por ende todos ellos imperecederos.
Los días aguardando el reencuentro de los hermanos en un plano alejado del
físico, de todos esos problemas que no eran tales, mucho menos los son los que
ahora nos toca enfrentar en la distancia. En una esquina de esa ciudad a la que
se le da por esconderse cada tanto tras la niebla se producirá la batalla,
incluso esa cortina se trasladará al interior del cuarto en él que nuestras
manos cual titiriteros darán las instrucciones a las huestes elegidas en muchas
ocasiones para ir a formar parte del Valhalla o un pozo oscuro en la dimensión
del olvido, el sueño esmeralda dirían aquellos que no han visto la luz de la
tierra de los dioses. Pero por arte de magia o al menos eso nos gusta creer
estarán allí cuando alguien arme nuevamente la escaramuza, incluido el mago
sanguinario escondido en la comodidad de un pabellón de torres que combinan
saetas, cañones y la energía arcana. Cada cierto tiempo invoca un fénix para
que le haga compañía, los orcos hartos de ver arder sus catapultas aguardan
lejos la oportunidad de revolear la red para terminar con esa peste ígnea,
antes de que los nigromantes vengan a alzar a sus lacayos de los restos de
todos los caídos y el joven aprendiz de espíritu taurino no entienda qué fue lo
ocurrido. Para colmo los brujos traen algún que otro mago famélico, él que a
juzgar por la apariencia muestra un exceso de calcio al igual que magia que
provoca la huida del toro olvidando la disipación, para colmo las catapultas en
un ataque de heroísmo han cruzado entre medio de todo el ejército oscuro
quedando nomás maderas humeantes. La horda retrocede a buscar campos de
contienda un poco más amenos, recuperando la gloria y el honor que
quedaron con ese escudo arrojado al suelo cuando el dragón despejó la llanura
poniéndole fin al día. Será la próxima vez, repetida la oportunidad por las
últimas décadas, recordando mapas, objetos y resultados luego de los arduos
entrenamientos para pulir las habilidades. Una excusa perfecta, escapar a la realidad
rutinaria que nos atrapa como una bestia de las profundidades intentando que la
antorcha que sostenemos ya no brille, pero el guerrero emergerá victorioso a
buscar la gresca. Cuatro al oro, uno en el altar yendo luego a la mina, un peón
ve la orden de salida rumbo a una madriguera, el estandarte se mueve un par de
pasos a la derecha señalando la barraca, ambos a recoger madera uniéndose a la
cuadrilla de trabajo compuesta de siete miembros. Jefe tauren primero
preparando el pisotón, detrás de él un joven grunt que es igual a todos sus
ancestros que han salidos clamando “Mi vida por la horda” rumbo a ese punto
verde en el mapa, por siempre hacia la batalla.