Puedo decir sin temor a
avergonzarme que te amo profundamente, que bajo tus calles de tosca guardas los
raspones que me propinaste pero también las alegrías y en cierta forma las tristezas como consecuencia, por
esas voces que el océano registró en su paso por tus tardes que se vuelven
silenciosas cada vez que un alma deja éste plano. Los monolitos dan cuenta de
ello, descendiendo los médanos como extensión de esa fuerza poderosa en tus
costas a darle una caricia al recuerdo, sacándole brillo a la memoria en épocas
en la que se olvida fácil. Siento aún la frescura de las noches del verano
pulsando botones de colores, el rugido que viene desde atrás del muro como si
fuera un león marcando que aún existe tanto como tú mi querido pueblo. Que mis
días tengan siempre un poco de vos para en un momento lejano, espero, fundirnos
en un abrazo en ese lugar en el que el sol emerge y naufraga en el horizonte.
Antes, durante y por siempre.
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