Era una estrella, solitaria y fría, pero sólo
en apariencia porque si uno lograba verla de cerca descubriría que estaba
rodeada de vida. Todo parecía girar en torno a ella, sin embargo no era más que
un plan bien elaborado de funcionamiento de las cosas. Los satélites llevaban
las comunicaciones al resto de los planetas que procuraban acercarse a esa
fuente de vida, el tráfico aumentaba con el correr de las horas. Las autopistas
se colapsaban de vehículos transportando cargas, las aeronaves surcaban los cielos
reflejando cientos de colores, las personas seguían viendo hacia abajo. Una
extraña costumbre de mirarse el ombligo y los pies, lo que ocurría en las
alturas parecía no importarles dado que su mundo estaba justo en la superficie.
En cambio el ego si sabía de andar por las alturas sin marearse
innecesariamente, otros habían intentado llegar bien arriba para estrellarse
ante la empresa imponente en la que invirtieron miles de recursos. Ahora eran
simplemente polvo convertido en olvido en alguna parte de los desiertos que
presentaba esa tierra, aunque en otros lados el verde seguía resaltando en todo
su esplendor. La actriz principal era una margarita blanca rodeada de abejas
que llevaban mensajes de una punta a la otra, en tanto las mariposas se calzaban
toda la paleta de colores para pintar ese día primaveral. Primavera, la
estación en la que la vida vuelve a brillar sobre la faz de la tierra
desterrando al frío invierno aunque al principio éste venga con su plan
siniestro. Aún hay ciertas heladas por la mañana pero enseguida el sol se ocupa
de ellas, el viento ya transmite una brisa suave y cálida, la que se cuela por
la ventana en tanto los dedos se desplazan sobre el teclado. La música de
afuera no se compara con la que hay adentro, no son más que sonidos grabados
para ser repetidos día tras día, la sinfónica exterior es mucho más variable
según se dé la ocasión. En medio de este concierto los seres vivos exhiben su
repertorio, aunque el humano se dedique a documentar el momento para
mostrárselo a los demás desde atrás de un cristal que justo a media mañana se
hace pedazos. Ahora el internauta debe resignarse a abrir la ventana dejando
que la luz entre, deberá seguir el viaje sin la brújula que le habían
obsequiado en su cumpleaños y esperar que todo vaya bien. Tal vez sea el
momento de llevar esas notas a otra parte, justo cerca del curso de agua que
demuestra la forma en la que la existencia fluye hacia un destino incierto.
Mejor disfrutar el viaje que esperar a que te lo cuenten, pateando las pequeñas
piedras que han quedado sobre el camino de tosca y silbando una melodía
ruidosa. Eso hará juego con la pista que en este momento entonan las abejas
ocupadas, zumbando entre las flores, meciéndose las ramas de los árboles
reverdecidos y creciendo la vida como en cada estación similar.
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